Hasta que la negligencia se haga costumbre
La compra fallida de la casa de Allende quedar¨¢ como un s¨ªmbolo involuntario de esta administraci¨®n, una que confunde las buenas intenciones con la buena gesti¨®n, y el voluntarismo pol¨ªtico con el verdadero ejercicio del poder
No hay una figura en la izquierda chilena que tenga un peso simb¨®lico comparable al de Salvador Allende. Por eso, es llamativo que la compra de su casa de Guardia Vieja se haya realizado con tama?a negligencia, con tanta falta de cuidado a detalles b¨¢sicos, como la inhabilidad de ministros y parlamentarios ¡ªen este caso, de su hija y su nieta¡ª para celebrar contratos con el Estado.
El decreto del Ministerio de Bienes Nacionales estaba listo, el contrato ya estaba firmado, y el documento por el pago al contado del inmueble estaba listo para ser cobrado. El gobierno anunci¨® p¨²blicamente la noticia ¡ªparte del legado del presidente Boric¡ª y la compra solo se detuvo cuando la prensa levant¨® las dudas. Es decir, en la larga cadena burocr¨¢tica de controles y autorizaciones nadie ¡ªen ning¨²n ministerio, ni tampoco las involucradas, personas de larga experiencia en cargos p¨²blicos¡ª levant¨® una alerta suficiente como para detener la compra prohibida y el bochorno. Una vez m¨¢s, el gobierno se hace da?o solo, sigue hundido en su propia mediocridad, en sus dificultades perennes, en su incapacidad de hacer las cosas bien.
Y es que la desprolijidad se ha vuelto la t¨®nica cuando miramos a la administraci¨®n Boric. Basta recordar las recurrentes chambonadas de su primera ministra de Interior, Izkia Siches, repelida a balazos apenas d¨ªas despu¨¦s de haber comenzado su labor; o la triste ignorancia al hablar del retorno de un avi¨®n con venezolanos, cuesti¨®n que nunca ocurri¨®.
La cadena de errores se repiti¨® cuando ¡ªen una medida que todav¨ªa es incomprensible¡ª el presidente indult¨® a los llamados ¡®presos de la revuelta¡¯. No solo se elimin¨® la pena de personas que hab¨ªan cometido delitos graves, incluyendo a un exguerrillero preso por asaltar un banco, sino que todo indica que el chequeo de antecedentes fue, una vez m¨¢s, desprolijo, poco exhaustivo. Como si fuera poco, se publicaron listados diferentes: primero eran once, luego fueron trece. El desorden fue tal que debieron renunciar su jefe de gabinete y su ministra de Justicia.
Podr¨ªamos seguir. Queda el ejemplo del proceso para la renuncia de Manuel Monsalve ¡ªaunque m¨¢s que errores jur¨ªdicos, se trat¨® de un desastre pol¨ªtico¡ª, la revocaci¨®n de pensiones de gracia mal otorgadas, los errores por los que ha hecho noticia la Direcci¨®n de Presupuestos, el caso de corrupci¨®n asociado a los convenios o la animadversi¨®n apenas disfrazada de leguleyada por parte del Comit¨¦ de ministros en el proyecto minero-portuario Dominga.
Pero el punto de fondo es otro. La izquierda que hoy gobierna ha mostrado un desprecio permanente por las formas de ejercicio del poder, por m¨¢s que el presidente reconociera que era momento de ¡°habitar el cargo¡±. No lo ha hecho hasta ahora, ni ¨¦l ni sus correligionarios. No se trata de pedir m¨¢s corbatas o mejores modos ¡ªaunque la apariencia en pol¨ªtica dice mucho¡ªsino de corregir esta tendencia a la improvisaci¨®n y el descuido que ha caracterizado a este gobierno desde sus inicios. No se trata solo de errores administrativos aislados, sino de un patr¨®n que revela una preocupante falta de comprensi¨®n sobre la responsabilidad que implica gobernar un pa¨ªs.
Habitar el cargo significa entender que cada decisi¨®n, cada decreto, cada nombramiento tiene consecuencias reales. Significa reconocer que la administraci¨®n del Estado requiere no solo buenas intenciones, sino tambi¨¦n un profundo respeto por los procedimientos y atenci¨®n a los detalles.
El caso de la casa de Allende es particularmente simb¨®lico porque demuestra c¨®mo incluso en un acto destinado a honrar el legado de la izquierda hist¨®rica, la nueva generaci¨®n tropieza con sus propias limitaciones, arrastrando a la vieja guardia del Socialismo Democr¨¢tico en la comparsa. Algo parecido a lo que sucedi¨® con el flojo acto de conmemoraci¨®n de los 50 a?os del golpe militar: descuido, desprolijidad, voluntarismo. La iron¨ªa no podr¨ªa ser m¨¢s clara: en su af¨¢n por preservar la memoria de un l¨ªder que entend¨ªa la importancia de la institucionalidad, terminaron por exhibir precisamente lo contrario.
No sabemos qu¨¦ pasos seguir¨¢ la denuncia, ni qu¨¦ har¨¢ el Tribunal Constitucional ¡ªhoy con una mayor¨ªa af¨ªn al oficialismo¡ª en caso de que la discusi¨®n se traslade all¨ª, poniendo en riesgo la continuidad de Isabel Allende y Maya Fern¨¢ndez en sus cargos. Lo que s¨ª es claro es que este episodio representa algo m¨¢s que un simple tropiezo administrativo: es el reflejo de un gobierno que, en su desesperaci¨®n por construir un legado, olvida las lecciones b¨¢sicas de la gesti¨®n p¨²blica. La compra fallida de la casa de Allende quedar¨¢ como un s¨ªmbolo involuntario de esta administraci¨®n ¡ªuna que confunde las buenas intenciones con la buena gesti¨®n, y el voluntarismo pol¨ªtico con el verdadero ejercicio del poder¡ª. Mientras no se corrija esta disfunci¨®n fundamental, seguiremos viendo c¨®mo sus grandes ambiciones se estrellan contra el muro de su propia incompetencia.