El texto de las mutaciones gen¨¦ticas
La relaci¨®n entre el I Ching y el ADN la desarroll¨® el bi¨®logo molecular Martin Sch?nberguer que fue Premio Nobel de bioqu¨ªmica en 1969
Cient¨ªficamente estamos formados por ¨¢tomos, peque?as unidades de materia que provienen de la explosi¨®n de antiguas estrellas. Pero tambi¨¦n somos memoria, un c¨²mulo de relatos que se han ido transmitiendo a lo largo de nuestra existencia. Lo queramos o no, estaban ah¨ª antes de que lleg¨¢ramos al mundo.
Algo as¨ª nos descubrieron James Watson y Francis Crick cuando, en 1953, determinaron la estructura f¨ªsica de nuestra herencia gen¨¦tica, la misma que se ha ido transmitiendo de padres a hijo...
Cient¨ªficamente estamos formados por ¨¢tomos, peque?as unidades de materia que provienen de la explosi¨®n de antiguas estrellas. Pero tambi¨¦n somos memoria, un c¨²mulo de relatos que se han ido transmitiendo a lo largo de nuestra existencia. Lo queramos o no, estaban ah¨ª antes de que lleg¨¢ramos al mundo.
Algo as¨ª nos descubrieron James Watson y Francis Crick cuando, en 1953, determinaron la estructura f¨ªsica de nuestra herencia gen¨¦tica, la misma que se ha ido transmitiendo de padres a hijos siguiendo las pautas del libro de instrucciones del ADN. Porque aunque seamos distintos en apariencia, en el fondo somos textos escritos en un mismo idioma. Si comprendemos esto, entenderemos la relaci¨®n que nos une con el I Ching o libro de las mutaciones, considerado el texto m¨¢s antiguo de la China; un tratado oracular que considera que la esencia de la vida es el tiempo y que la esencia del tiempo es la mudanza.
El citado libro tiene m¨¢s de 3.000 a?os de antig¨¹edad y en Europa fue introducido por los jesuitas a finales del siglo XVII. Por extensi¨®n, fue el origen del sistema binario que no solo rige el juego del universo con sus opuestos (estabilidad-movimiento, luz-oscuridad, macho-hembra) sino que tambi¨¦n es el sistema que procesan las computadoras. Porque fue Leibniz el que obtuvo la idea del sistema binario a partir del I Ching, libro que conoci¨® a trav¨¦s de un jesuita. Carlo Frabetti, -qui¨¦n si no- lo explic¨® en una pieza publicada en esta misma secci¨®n.
El ADN est¨¢ formado por un sistema de codones o tripletes, formados a su vez por cuatro bases; cuatro letras que tienen su correspondencia en los cuatro bigramas del I Ching y que tambi¨¦n se combinan en tr¨ªos dando forma a los hexagramas, siendo as¨ª que los 64 hexagramas del I Ching corresponden a los 64 codones del ADN.
Esta idea no es nueva, la desarroll¨® el bi¨®logo molecular Martin Sch?nberguer que fue Premio Nobel de bioqu¨ªmica en 1969. Poco despu¨¦s, a principios de los a?os setenta public¨® un libro titulado: El I Ching y el C¨®digo gen¨¦tico, un trabajo pol¨¦mico desde el momento en que el ADN es por definici¨®n una mol¨¦cula estable. Sin embargo, durante los ¨²ltimos a?os, una nueva rama de la gen¨¦tica, llamada epigen¨¦tica, ha venido a dar cierta raz¨®n a Sch?nberguer.
La esencia de la epigen¨¦tica es la mudanza, un hecho que transforma la informaci¨®n contenida en el c¨®digo gen¨¦tico
Porque la esencia de la epigen¨¦tica es la mudanza, un hecho que transforma la informaci¨®n contenida en el c¨®digo gen¨¦tico. El t¨¦rmino ¡°epigen¨¦tica¡± fue acu?ado por el bi¨®logo brit¨¢nico Conrad Hal Waddington a principios de los a?os cuarenta y le sirvi¨® para referirse al estudio de las modificaciones en la expresi¨®n gen¨¦tica, cambios en la cadena de ADN que tambi¨¦n son heredados; mutaciones que podr¨ªan hacer de eslab¨®n entre el funcionamiento del ADN y el I Ching.
Por si fuera poco, el 14 de abril del 2003, el denominado Proyecto del Genoma Humano completaba el mapa gen¨¦tico, mostrando que existen m¨¢s atributos e interacciones entre las bases moleculares de lo que se pensaba en un principio. Una vez descifrado el lenguaje de nuestro c¨®digo, podremos profetizar nuestro propio futuro a partir de nuestra propia expresi¨®n gen¨¦tica. Por estas cosas, no es descabellado encontrar una sincron¨ªa entre el libro de las mutaciones y el libro de nuestro ADN.
Mientras tanto, sigamos enfrent¨¢ndonos a nuestro propio ser interior que, lo queramos o no, tambi¨¦n ha sido determinado en buena parte por la gen¨¦tica. Y no olvidemos que, en el fondo, solo somos id¨¦nticos a nosotros mismos.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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