El fraude continuado en el sistema de publicaciones cient¨ªficas
Las reglas de la Administraci¨®n p¨²blica no permiten aplicar medidas disciplinarias para combatir la picaresca lamentable en la ciencia
La ciencia es una actividad que tiene un gran impacto sobre la manera como pensamos y como vivimos. Es un universo muy diverso, ya que no es igual la manera como se trabaja en Matem¨¢ticas o F¨ªsica que en Biomedicina, sin hablar de disciplinas que alguien denomina Ciencias Sociales, Econ¨®micas o Jur¨ªdicas. Pero, en su conjunto, aquellos que se identifican a s¨ª mismos como cient¨ªficos se adhieren a un m¨¦todo y a unas reglas que son la base de la credibilidad de sus resultados. Es lo que denominamos Buenas Pr¨¢cticas Cient¨ªficas que deber¨ªan ser v¨¢lidas en cualquier tiempo y lugar. El crecimiento ...
La ciencia es una actividad que tiene un gran impacto sobre la manera como pensamos y como vivimos. Es un universo muy diverso, ya que no es igual la manera como se trabaja en Matem¨¢ticas o F¨ªsica que en Biomedicina, sin hablar de disciplinas que alguien denomina Ciencias Sociales, Econ¨®micas o Jur¨ªdicas. Pero, en su conjunto, aquellos que se identifican a s¨ª mismos como cient¨ªficos se adhieren a un m¨¦todo y a unas reglas que son la base de la credibilidad de sus resultados. Es lo que denominamos Buenas Pr¨¢cticas Cient¨ªficas que deber¨ªan ser v¨¢lidas en cualquier tiempo y lugar. El crecimiento de la ciencia en Espa?a pone de relieve la importancia de tenerlas en cuenta.
Ya sabemos qu¨¦ cuestiones de este tipo aparecen en las noticias cuando algo no va bien. Por ejemplo, cuando hay alg¨²n caso de fraude cient¨ªfico o de conflictos entre investigadores. Recientemente, se ha hablado de problemas en las publicaciones cient¨ªficas, un tema crucial en ciencia, ya que una investigaci¨®n no existe hasta que se publica. En t¨¦rminos generales, podemos decir que los seis millones de cient¨ªficos que la UNESCO ha contado existen en el mundo, publican anualmente unos dos millones de art¨ªculos en como m¨ªnimo unas 30.000 o 40.000 revistas internacionales, en ingl¨¦s en su gran mayor¨ªa. Se ha calculado que estas revistas representan una industria editorial que maneja unos 19.000 millones de d¨®lares anuales, lo que la sit¨²a entre las industrias del cine y de la m¨²sica. No es un negocio trivial.
Las publicaciones cient¨ªficas han sufrido una revoluci¨®n enorme con su digitalizaci¨®n y puesta en l¨ªnea. Desde el ordenador de un investigador se puede acceder al contenido de cualquier revista cient¨ªfica sin necesidad de desplazarse a una biblioteca. Sin embargo, esta facilidad tiene un precio. Hay revistas a las que hay que suscribirse para tener acceso a ellas y las hay que son de acceso abierto, lo que muchos fondos p¨²blicos favorecen. Sin embargo, hay que pagar para publicar en ellas. Una revista de gran difusi¨®n puede exigir el pago de 3.000 o 5.000 euros para publicar un art¨ªculo, algo que algunos grupos de investigaci¨®n no pueden permitirse. Este hecho no ha escapado a inversores que han visto una oportunidad de negocio en las revistas cient¨ªficas y el n¨²mero de estas ha ido creciendo, pero en algunos casos la exigencia de calidad es menor. Para aceptar un art¨ªculo para su publicaci¨®n, las revistas usan el sistema de revisi¨®n por pares, que en algunos casos se simplifica significativamente.
Al mismo tiempo, desde hace unos a?os se ha desarrollado toda una industria que mide el impacto de las revistas basado en las veces que los art¨ªculos que publican son citados por otros investigadores. Ello ha dado lugar a la aparici¨®n de unos indicadores que se supone miden el impacto de investigadores, grupos de trabajo, centros de investigaci¨®n y universidades. Indicadores y clasificaciones han dado lugar a una carrera hacia la publicaci¨®n en revistas con los mayores ¨ªndices posibles en la que todo parece que valga. Esto va desde un mercado de art¨ªculos que se compran y venden a autor¨ªas ficticias y, recientemente, se han visto universidades de algunos pa¨ªses que pagan a autores para que afirmen pertenecer a ellas. Todo ello pervierte el sistema de publicaciones y constituye un fraude continuado. Para remediarlo, ha habido declaraciones en las que se exige abandonar la evaluaci¨®n a base de indicadores num¨¦ricos y llevar a cabo evaluaciones de forma cualitativa que permita examinar la validez y la calidad de los trabajos que se realizan. Esto implica m¨¢s trabajo de revisi¨®n y una mayor confianza en quienes participan en ello.
En Espa?a esta situaci¨®n conflictiva se produce en los momentos en que la investigaci¨®n que se lleva a cabo en nuestro pa¨ªs va aumentando tanto en cantidad como en calidad. A ello ha contribuido el aumento de fondos que en su mayor¨ªa son competitivos y, por tanto, necesitan una evaluaci¨®n. Esta tambi¨¦n es necesaria para atribuir los llamados complementos de productividad a los salarios de docentes e investigadores. Para quienes gestionan el sistema de Ciencia y de Universidades lo m¨¢s sencillo es utilizar indicadores y rankings basados en los ¨ªndices de impacto de publicaciones. Si el dinero para trabajar o el que se recibe a fin de mes dependen de estos indicadores, no es de extra?ar que se haya creado una idolatr¨ªa hacia el impacto de las publicaciones y aparezca una picaresca lamentable.
Esto ocurre cuando sin que tengamos en Espa?a una cultura de la investigaci¨®n cient¨ªfica en la que las Buenas Pr¨¢cticas Cient¨ªficas est¨¦n bien enraizadas, ni procedimientos de an¨¢lisis de las desviaciones que se producen inevitablemente cuando hay una presi¨®n sobre el personal investigador y docente. Justo este a?o se ha constituido el primer Comit¨¦ de ?tica de la Investigaci¨®n del Estado que ya estaba previsto en la Ley de la Ciencia de 2011. Es cierto que instituciones como el CSIC ya tienen un Comit¨¦ de ?tica desde el a?o 2009 que ha tratado docenas de casos. En Catalu?a se cre¨® hace cuatro a?os el Comit¨¦ para la Integridad de la Investigaci¨®n y poco a poco centros de investigaci¨®n y universidades se dotan de instancias similares. Pero a las instituciones les cuesta analizar posibles casos de malas pr¨¢cticas y llegar a medidas disciplinarias, en parte por tradici¨®n corporativista, pero tambi¨¦n porque las reglas de la Funci¨®n P¨²blica impiden aplicarlas. Los procedimientos de la Administraci¨®n p¨²blica en nuestro pa¨ªs no est¨¢n adaptados para una gesti¨®n eficiente de la ciencia y contribuyen a pervertir el sistema. Ser¨ªa necesario llegar a cabo acciones para asegurarse que los investigadores conocen y se adhieren a las normas que dotan a su trabajo de credibilidad, ya que todos debemos estar convencidos de que solo tiene sentido una ciencia honesta y de calidad. Y debemos estar vigilantes para que cuando algo ocurre tenemos procedimientos para analizar los casos y se toman las medidas apropiadas de forma transparente y diligente.
Pere Puigdom¨¨nech es profesor de investigaci¨®n ad honorem en el Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC) en el Centro de Investigaci¨®n en Agrigen¨®mica (CRAG) y expresidente del Comit¨¦ de ¨¦tica del CSIC
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