Se nos pudre la ciencia
Los casos revelados en este peri¨®dico no son m¨¢s que la punta del iceberg de un sinf¨ªn de desprop¨®sitos que hacen que, poco a poco, se nos pudra el sistema cient¨ªfico, al calor de lo que parece un negocio redondo
?C¨®mo puede ser que un investigador publique un estudio cient¨ªfico cada 37 horas? ?Qu¨¦ es eso de ¡°los m¨¢s citados¡±? ?Y el ranking de Shangh¨¢i¡±? ?C¨®mo puede ser que las universidades ¨¢rabes paguen tanto dinero solo por cambiar la filiaci¨®n de la instituci¨®n? ?Qui¨¦n hace las publicaciones cient¨ªficas? ?C¨®mo se financian los estudios? Estas son algunas de las m¨²ltiples preguntas que he recibido recientemente en mi tel¨¦fono. Mis amigos que no trabajan en el mundo cient¨ªfico y acad¨¦mico han le¨ªdo en EL PA?S casos de lo que podr¨ªamos llamar ¡°falta de integridad cient¨ªfica¡±, o lo que a m¨ª me gusta calificar como el impacto de los motivadores de la voluntad de la investigaci¨®n.
Algunas de las respuestas categ¨®ricas que he dado a esas preguntas han sido estas: publicar un estudio en 37 horas es imposible. Las universidades ¨¢rabes pagan porque son presa, como el resto de las universidades del mundo, de los rankings universitarios. Las publicaciones cient¨ªficas las hacen (supuestamente) los investigadores. Las pagamos todos. Y los m¨¢s citados son algo as¨ª como Los 40 principales de la ciencia. Sin embargo, estas reflexiones no dan respuesta al drama de un sistema cient¨ªfico trasnochado, ineficaz y maltrecho.
La ciencia, adem¨¢s de ser la clave para hacer un mundo mejor, para enfrentar el cambio clim¨¢tico o una pandemia mundial, es tambi¨¦n una empresa humana, y la carrera cient¨ªfica una profesi¨®n. Para entrar (y permanecer) en esa carrera, los investigadores tienen que publicar ¡°y publicar¡± art¨ªculos cient¨ªficos (papers) y, por supuesto, conseguir financiaci¨®n p¨²blica para realizar esa investigaci¨®n que, en el mejor de los casos para su carrera, culmine en una publicaci¨®n en una revista con alto ¡°factor de impacto¡± (JIF). Y vuelta a empezar. El principio de ¡°publicar o perecer¡± ha dado lugar a muchas malas pr¨¢cticas, a conductas poco ¨¦ticas, a que mucha investigaci¨®n se malgaste (research waste) sin tener ning¨²n impacto en la sociedad, e incluso, a la crisis de la reproducibilidad de la ciencia.
La ciencia es clave para hacer un mundo mejor, enfrentarnos el cambio clim¨¢tico o a una pandemia mundial, pero tambi¨¦n es una empresa humana, y la carrera cient¨ªfica una profesi¨®n¡±
Los investigadores tenemos, adem¨¢s de la curiosidad, el inter¨¦s y otros loables principios que nos dirigen a la carrera cient¨ªfica, el motivador de la voluntad de publicar, como un fin en s¨ª mismo. Ya que es lo que nos va a permitir obtener financiaci¨®n, un puesto fijo en una universidad y lo que nos va a servir para permanecer en el sistema. Parte de este sistema (el elefante en la habitaci¨®n) son las grandes editoriales cient¨ªficas, a las que se pagan cantidades astron¨®micas por acceder y/o por publicar, y las empresas que determinan los factores de impacto de esas publicaciones basados en las citas que reciben las revistas.
Una de estas empresas, Clarivate (a la que aluden los casos revelados por este medio), realiza adem¨¢s su propia lista de esos 40 principales, los Highly Cited Researchers (HCR), donde se incluyen en riguroso orden y por disciplinas los 6.938 investigadores m¨¢s citados. La cita no es un indicador indiscutible de calidad, sino un marcador de la popularidad: de las publicaciones (JIF) o de los investigadores (HCR). Al listado de los cient¨ªficos ¡°populares¡± se puede acceder en abierto, pero para lograr entrar a los listados de las buenas (¡°populares¡±) revistas (Journal Citation Report), las instituciones o los pa¨ªses tienen que pagar tambi¨¦n importantes cantidades de siete cifras.
Por otra parte, los investigadores pertenecen a universidades u organismos de investigaci¨®n que tambi¨¦n tienen sus motivadores de la voluntad para atraer estudiantes, elevar su prestigio o captar otros reconocimientos. El elemento para definir la calidad (popularidad) de una universidad es nuevamente m¨¢s listas, en este caso, rankings que colocan a las universidades por un orden de prelaci¨®n seg¨²n criterios de ¨ªndole diversa y basados, en el caso de medir su absoluta excelencia, en ¨ªndices tan arbitrarios como tener un premio Nobel, o uno de estos individuos altamente citados. ?Como si una sola persona pudiera legitimar a toda una instituci¨®n!
Publicar art¨ªculos en revistas especializadas ayuda a obtener financiaci¨®n, un puesto fijo en una universidad y nos permite permanecer en el sistema (el elefante en la habitaci¨®n)¡±
Lo que muestran los casos revelados en este peri¨®dico no es m¨¢s que la punta del iceberg de un sinf¨ªn de desprop¨®sitos que hacen que, poco a poco, se nos pudra el sistema cient¨ªfico actual, al calor de lo que parece un negocio redondo. Los investigadores hacen la investigaci¨®n, financiada con fondos p¨²blicos, las instituciones p¨²blicas en las que trabajan pagan a las grandes editoriales varias veces (por leer y por publicar), los investigadores adem¨¢s revisan gratis los trabajos cient¨ªficos, y empresas como Clarivate o el ranking de Shangh¨¢i prescriben en sus listados qui¨¦nes son los buenos (y por comparaci¨®n, los malos).
En los ¨²ltimos 30 a?os, desde que convivimos con internet, hemos cambiado la forma de comunicarnos, de comprar, de ense?ar, de aprender y hasta de ligar. Y sin embargo, seguimos haciendo, financiando y evaluando la ciencia de la misma manera que en el siglo pasado. Los j¨®venes investigadores, malpagados y presionados por el sistema, aspiran a salir de cantar en sus laboratorios, tratando de cambiar el mundo, a alguna de las listas de Los 40 principales.
Pero, como dicen los argentinos, ¡°el problema no es del chancho, sino del que le da de comer¡±, y consciente o inconscientemente, todos alimentamos este sistema anacr¨®nico e ineficaz, subsumidos en un abrazo mortal con las editoriales cient¨ªficas y los rankings universitarios. Y mientras, llenamos las arcas de editores y otras empresas del entorno que, como Clarivate, nos venden sus productos y nos dicen, con fines de lucro, qu¨¦ es calidad. Quien puede pagar, paga, y entra en la ¨¦lite de las viciadas popularidades. Pero la ciencia, como dice la nueva Ley 17/2022 en Espa?a, ha de ser ¡°un bien com¨²n¡±, y debe devolverse a los investigadores que la hacen y a la sociedad que la sufraga.
En los ¨²ltimos 30 a?os, desde internet, hemos cambiado la forma de comunicarnos, comprar, ense?ar, aprender y hasta de ligar, sin embargo, hacemos ciencia de la misma manera que en el siglo pasado¡±
Para que no se nos pudra (m¨¢s) el sistema cient¨ªfico actual, los investigadores, instituciones y dem¨¢s agentes tenemos que romper el abrazo mortal de la ciencia y reaccionar para cambiar la forma en que comunicamos el conocimiento cient¨ªfico y, sobre todo, c¨®mo evaluamos el m¨¦rito de los investigadores m¨¢s all¨¢ de los papers. Sin embargo, hay alguna luz al final del t¨²nel. Aunque seamos v¨ªctimas y c¨®mplices del sistema actual, tambi¨¦n somos conscientes de sus debilidades y, en mayor o menor medida, queremos cambiarlo.
En este sentido se ha creado, tras un largo debate con los agentes implicados y facilitado por la Unidad de Ciencia Abierta de la Comisi¨®n Europea, la Coalici¨®n para el Avance de la Evaluaci¨®n de la investigaci¨®n (CoARA). En los ¨²ltimos cuatro meses se han adherido a CoARA m¨¢s de 500 instituciones, que adoptan, entre otros compromisos, el de evitar el uso de los rankings en la evaluaci¨®n de la investigaci¨®n. CoARA es un paso al frente para analizar de forma coherente, colectiva, necesaria y global la reforma de la evaluaci¨®n de la investigaci¨®n, de tal manera que podamos pasar de un sistema de evaluaci¨®n exclusivamente cuantitativo de las revistas, y papercentrista, a un sistema que incluya otros productos de investigaci¨®n, otros indicadores, as¨ª como narrativas cualitativas que definan las contribuciones espec¨ªficas del investigador y que valoren todos los talentos acad¨¦micos?y en todas las disciplinas.
Como les dije a mis amigos: la ciencia es como un paraca¨ªdas, si no se abre no nos va a ayudar. En la era de la web, de la inteligencia artificial y de los datos, otro sistema cient¨ªfico es posible y, adem¨¢s, necesario.
Eva M¨¦ndez es profesora titular del Departamento de Biblioteconom¨ªa de la Universidad Carlos III de Madrid y directora de OpenScienceLab, el grupo de Metainvestigaci¨®n para la Ciencia Abierta
Puedes seguir a MATERIA en Facebook, Twitter e Instagram, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
M¨¢s informaci¨®n
Archivado En
- Ciencia
- ?tica cient¨ªfica
- Universidad
- Arabia Saud¨ª
- Cient¨ªficos
- Pol¨ªtica cient¨ªfica
- CSIC
- Generalitat Catalu?a
- Centros investigaci¨®n
- Revistas cient¨ªficas
- Revistas divulgaci¨®n
- Sector editorial
- Investigaci¨®n cient¨ªfica
- i+d+i
- Ciencia para el siglo XXI
- Crisis de la Ciencia
- Innovaci¨®n
- Editoriales
- Academias
- Nature
- Science
- Cell Network
- Financiaci¨®n