Por qu¨¦ la idealizaci¨®n de la mujer neandertal de Netflix es un problema
Su nombre es Shanidar Z, tiene una expresi¨®n tranquila y considerada que se aleja del estereotipo gru?¨®n y bruto de los neandertales
A partir de un cr¨¢neo descascarillado, encontrado en piezas planas como una pizza en el suelo de una cueva del norte de Irak, se ha reconstruido el rostro de una mujer neandertal de 75 000 a?os de antig¨¹edad. Su nombre es Shanidar Z. Tiene una expresi¨®n tranquila y considerada, parece una mujer madura, reflexiva, accesible e incluso amable. Su imagen est¨¢ muy lejos del estereotipo gru?¨®n y bruto que tuvimos de los neandertales, creado en 1908 tras el descubrimiento de ...
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A partir de un cr¨¢neo descascarillado, encontrado en piezas planas como una pizza en el suelo de una cueva del norte de Irak, se ha reconstruido el rostro de una mujer neandertal de 75 000 a?os de antig¨¹edad. Su nombre es Shanidar Z. Tiene una expresi¨®n tranquila y considerada, parece una mujer madura, reflexiva, accesible e incluso amable. Su imagen est¨¢ muy lejos del estereotipo gru?¨®n y bruto que tuvimos de los neandertales, creado en 1908 tras el descubrimiento de El Viejo de La Chapelle.
A partir de la reconstrucci¨®n de El Viejo, el primer esqueleto relativamente completo de su especie que se encontr¨®, los cient¨ªficos hicieron suposiciones sobre el car¨¢cter neandertal que llegaron al gran p¨²blico. El cr¨¢neo de los neandertales ten¨ªa la frente baja y hundida, la mand¨ªbula sobresaliente y el ce?o fruncido. Estos rasgos representaban, seg¨²n sus hip¨®tesis, brutalidad y poca inteligencia, propia de las ¡°razas inferiores¡±.
Estas presunciones eran el resultado de un concepto predominante entonces en ciencia: el cr¨¢neo y la jerarqu¨ªa racial. Ideas que ahora se han desacreditado, adem¨¢s de por racistas, porque no tienen fundamento alguno.
La idea de los neandertales brutos se asent¨® tanto en el p¨²blico general como en la ciencia durante d¨¦cadas. Al mismo tiempo, por comparaci¨®n, se ensalzaba lo lejos que hab¨ªan llegado los humanos modernos, el Homo sapiens.
El rostro de Shanidar Z
La reconstrucci¨®n facial de Shanidar Z, basada en investigaciones de la Universidad de Cambridge, invita a empatizar y ver a los neandertales como parte de una historia humana m¨¢s amplia. ¡°Creo que puede ayudarnos a conectar con qui¨¦nes eran¡±, explica la paleoarque¨®loga Emma Pomeroy, miembro del equipo de Cambridge que est¨¢ detr¨¢s de la investigaci¨®n, en un nuevo documental de Netflix, Secretos de los neandertales. El documental ahonda en lo que el registro f¨®sil nos dice sobre su vida y su desaparici¨®n.
La reconstrucci¨®n emocional
Pero no fueron paleoantrop¨®logos quienes recrearon a Shanidar Z, sino los conocidos paleoartistas Kennis y Kennis. Ellos esculpieron un rostro humano moderno, con sensibilidad y una expresi¨®n amable. Este impulso hacia la reconstrucci¨®n facial hist¨®rica, que invoca la conexi¨®n emocional, es cada vez m¨¢s habitual gracias a las tecnolog¨ªas 3D, y lo ser¨¢ a¨²n m¨¢s con la IA generativa.
Como historiadora de las emociones y el rostro humano, puedo decir que aqu¨ª hay m¨¢s arte que ciencia. De hecho, es arte del bueno, pero la historia es cuestionable. Tecnolog¨ªas como las pruebas de ADN, los esc¨¢neres 3D y la tomograf¨ªa computarizada ayudan a los artistas a generar rostros como el de Shanidar Z, creando una forma naturalista y accesible para que podamos ¡°ver¡± a las personas del pasado. Pero no debemos subestimar la importancia de la interpretaci¨®n subjetiva y creativa, y c¨®mo esta se nutre de las presunciones contempor¨¢neas.
Los rostros son producto de la cultura y el entorno tanto como la estructura ¨®sea, y el de Shanidar Z se basa en gran medida en conjeturas. Es cierto que podemos afirmar, por ejemplo, a partir de la forma de los huesos y de unas cejas pobladas, que un individuo ten¨ªa una frente pronunciada u otras estructuras faciales de base. Pero no hay pruebas cient¨ªficas de c¨®mo los m¨²sculos, nervios y fibras faciales de esa persona se superpon¨ªan a los restos ¨®seos.
Kennis y Kennis lo reconoc¨ªan en 2018 en una entrevista sobre su pr¨¢ctica concedida a The Guardian. ¡°Hay algunas cosas que el cr¨¢neo no puede decirte¡±, admite Adrie Kennis. ¡°Nunca sabes cu¨¢nta grasa ten¨ªa alguien alrededor de los ojos, o el grosor de los labios, o la posici¨®n y forma exactas de las fosas nasales¡±.
Inventar el color de la piel, las l¨ªneas de la frente o la media sonrisa supone un enorme trabajo de imaginaci¨®n y creatividad. Los rasgos creados para Shanidar Z sugieren amabilidad, accesibilidad, cercan¨ªa¡, cualidades que definen la comunicaci¨®n emocional moderna.
¡°Si tenemos que hacer una reconstrucci¨®n¡±, explica Adrie Kennis, ¡°siempre queremos que sea fascinante, no un maniqu¨ª blanco y aburrido, como si acabara de salir de la ducha¡±.
La superposici¨®n de los restos ¨®seos desde la sensibilidad actual reafirma la reciente reinvenci¨®n de los neandertales como humanos igual que nosotros, en lugar de matones armados con garrotes.
S¨®lo hace 20 a?os que se ha descubierto que los humanos modernos llevamos genes neandertales, coincidiendo con el descubrimiento de muchas similitudes por encima de las diferencias. Por ejemplo, las pr¨¢cticas funerarias, el cuidado de los enfermos y el amor por el arte.
Esta reimaginaci¨®n de los neandertales es interesante desde el punto de vista hist¨®rico y pol¨ªtico porque se basa en ideas contempor¨¢neas sobre raza e identidad. Pero tambi¨¦n porque renueva la narrativa popular de la evoluci¨®n humana, priorizando la creatividad y la compasi¨®n sobre la disrupci¨®n y la extinci¨®n.
La historia olvidada del rostro humano
La creatividad y la imaginaci¨®n son las que determinan la expresi¨®n facial amable que hace que Shanidar Z resulte simp¨¢tica y cercana.
No sabemos qu¨¦ tipo de expresiones faciales utilizaban o eran significativas para los neandertales. Si los neandertales ten¨ªan o no el rango vocal o el o¨ªdo de los humanos modernos es un tema de debate y habr¨ªa influido dr¨¢sticamente en la comunicaci¨®n social a trav¨¦s del rostro. Ninguna de estas informaciones puede deducirse de un cr¨¢neo.
El cirujano facial Daniel Saleh me habl¨® de la relevancia cultural de Shanidar Z: ¡°A medida que envejecemos, nos salen pliegues (arrugas) semilunares alrededor del hoyuelo, lo que cambia la cara, pero no hay ninguna correlaci¨®n con el esqueleto¡±. Dado que las expresiones faciales como la sonrisa evolucionaron con la necesidad de comunicaci¨®n social, Shanidar Z puede considerarse un ejemplo de superposici¨®n de ideas contempor¨¢neas sobre la interacci¨®n de los tejidos blandos con los huesos, en lugar de revelar un m¨¦todo cient¨ªfico.
Esto importa porque hay una larga y problem¨¢tica historia de atribuci¨®n de emociones, inteligencia, civismo y valor a unos rostros y no a otros. La forma en que representamos, imaginamos y entendemos los rostros de las personas del pasado y del presente es una actividad pol¨ªtica y social.
Empat¨ªa emocional
Hist¨®ricamente, las sociedades han dotado de mayor empat¨ªa emocional a los rostros de aquellos con los que quer¨ªan relacionarse. Sin embargo, cuando las culturas han determinado ciertos grupos con los que no quieren conectar y, de hecho, quieren marginar, surgen a su alrededor ideas y representaciones grotescas e inhumanas. Tomemos, por ejemplo, las caricaturas contra los negros de la ¨¦poca de Jim Crow en Estados Unidos o las caricaturas de los jud¨ªos realizadas por los nazis.
Al representar a esta mujer de 75 000 a?os como un alma contemplativa y bondadosa con la que podemos identificarnos, en lugar de una criatura gru?ona y enfadada (o con la cara inexpresiva), estamos diciendo m¨¢s sobre nuestra necesidad de repensar el pasado que sobre cualquier hecho concreto acerca de la vida emocional de los neandertales.
No hay nada intr¨ªnsecamente malo en imaginar art¨ªsticamente el pasado, pero debemos tener claro cu¨¢ndo lo hacemos y para qu¨¦. De lo contrario, estaremos ignorando el complejo poder y los significados del rostro en la historia y en el presente.
Fay Bound Alberti es historiadora cultural y escritora, miembro de UKRI Future Leaders en el King¡¯s College de Londres.
Este art¨ªculo fue publicado originalmente en The Conversation.
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