Paul Auster fluctuando entre el pudin de pasas y la nube de mosquitos
El estudio del ¨¢tomo a trav¨¦s de las ¨¦pocas es, en cierto modo, un viaje a trav¨¦s del mundo invisible que subyace bajo la realidad de los tiempos
Werner Heisenberg, pionero de la mec¨¢nica cu¨¢ntica, dej¨® dicho en alguna parte que nuestro lenguaje es incapaz de expresar los procesos que ocurren en el interior de los ¨¢tomos, ya que, la combinaci¨®n de palabras a las que damos uso d¨ªa tras d¨ªa se limita a expresar las experiencias de la vida cotidiana.
Por esto ¨²ltimo, la ¨²nica manera de describir el comportamiento de los ¨¢tomos es con la ficci¨®n, con historias inventadas a la manera de Paul Auster donde...
Werner Heisenberg, pionero de la mec¨¢nica cu¨¢ntica, dej¨® dicho en alguna parte que nuestro lenguaje es incapaz de expresar los procesos que ocurren en el interior de los ¨¢tomos, ya que, la combinaci¨®n de palabras a las que damos uso d¨ªa tras d¨ªa se limita a expresar las experiencias de la vida cotidiana.
Por esto ¨²ltimo, la ¨²nica manera de describir el comportamiento de los ¨¢tomos es con la ficci¨®n, con historias inventadas a la manera de Paul Auster donde todo lo que en apariencia no est¨¢ sujeto a c¨¢lculo alguno, responde a un plan concebido por las part¨ªculas invisibles que subyacen bajo el mundo real. Hay un hilo conductor que nos lleva desde tiempos antiguos, pongamos presocr¨¢ticos, hasta el Brooklyn actual donde los personajes de Auster se mueven siguiendo las revelaciones de un azar cuya estructura din¨¢mica orienta sus pasos. Hagamos memoria.
Podemos imaginar a Leucipo junto a su disc¨ªpulo Dem¨®crito, a finales del siglo V a. C, frente al Mediterr¨¢neo, en la costa de Abdera. Conversan acerca de la posibilidad de convertir un mech¨®n de pelo en partes cada vez m¨¢s peque?as, llegando a la conclusi¨®n de que al final encontrar¨ªan la part¨ªcula m¨¢s peque?a, invisible a los ojos, pero que contendr¨ªa todas las propiedades del mech¨®n original. De esta manera, la teor¨ªa atomista nacer¨ªa contemplando un mar cuya gota m¨¢s peque?a contiene el sabor del mar entero.
En el siglo XVII, otro fil¨®sofo, en este caso franc¨¦s y de nombre Pierre Gassendi, retom¨® el hilo de aquella conversaci¨®n presocr¨¢tica entre Dem¨®crito y su maestro, llev¨¢ndola hasta el catolicismo, donde Dios, como causa primera, cre¨® el mundo siguiendo un modelo at¨®mico. Creer en ello era una cuesti¨®n de fe, tanto religiosa como cient¨ªfica. Con todo, la teor¨ªa de Gassendi dejaba atr¨¢s a Dem¨®crito y a los primeros atomistas, pues, mientras para estos el ¨¢tomo era infinito por ser divisible hasta la eternidad, para Gassendi, el ¨¢tomo era finito e indivisible.
Su labor fue tan importante para la ciencia como que con Gassendi se volvi¨® a incorporar la teor¨ªa de las part¨ªculas invisibles que subyacen bajo el mundo visible. A partir de este momento, el estudio del ¨¢tomo se pone en marcha de manera significativa. Nombres como Daniel Bernoulli, matem¨¢tico neerlandes que vivi¨® en el siglo XVIII, o cient¨ªficos contempor¨¢neos suyos como Henry Cavendish o el qu¨ªmico Antoine Lavoisier, van a estudiar la composici¨®n de los gases, las barras y esferas invisibles que componen el aire que respiramos y, con ello, sentar¨¢n las bases de la f¨®rmula de la composici¨®n de la materia que descubrir¨¢ John Dalton (1766-1844) y que dar¨¢ lugar a la teor¨ªa qu¨ªmica en la que se fundamenta la qu¨ªmica moderna.
A partir de aqu¨ª, la velocidad de los hallazgos nos llevan hasta finales del siglo XIX con el descubrimiento del electr¨®n, cuando se concluye que el ¨¢tomo no es una part¨ªcula indivisible y que las part¨ªculas de las que est¨¢ formado se componen de part¨ªculas a¨²n m¨¢s peque?as. En 1898 se propone el primer modelo de estructura at¨®mica al que se conoce como el bizcocho de pasas, donde los electrones ser¨ªan las pasas. Pocos a?os despu¨¦s, el f¨ªsico brit¨¢nico Ernest Rutherford propone que el ¨¢tomo es semejante a un diminuto sistema solar donde el sol ser¨ªa el n¨²cleo alrededor del cual giran los electrones. Niel Bohr (1885-1962), f¨ªsico dan¨¦s, completar¨ªa el modelo mostrando las ¨®rbitas de los electrones. Dicho modelo at¨®mico s¨®lo funcionaba cuando se trataba de explicar el ¨¢tomo de hidr¨®geno. Al no resultar en otros ¨¢tomos, se hizo necesario corregir el modelo, siendo Max Born (1882-1970) quien especul¨® acerca de la nube de electrones alrededor del n¨²cleo como si estos, los electrones, formasen una nube de mosquitos fluctuando en la densidad del vac¨ªo.
Esta imagen del ¨¢tomo es la que se mantiene en la actualidad, y es la que ahora nos asalta para llevarnos hasta Brooklyn, donde nuestro escritor favorito es un personaje m¨¢s de sus novelas; historias donde las leyes fundamentales de la naturaleza son tan incomprensibles como la vida real donde el lenguaje es incapaz de expresar el dolor cuando el dolor es infinito.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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