Errores mortales en la gesti¨®n de las migraciones clim¨¢ticas
Seg¨²n el periodista Ian Urbina, ¡°los pa¨ªses tienen el derecho y el deber de gestionar sus fronteras, pero la forma en que Estados Unidos y la UE est¨¢n gestionando las primeras oleadas de migrantes no es eficaz ni humana¡±
En julio de 2018, el Asso 28, un barco de suministro de petr¨®leo italiano que cruzaba el Mediterr¨¢neo, se encontr¨® con una balsa de goma que llevaba un centenar de migrantes desesperados. En su intento de realizar el peligroso viaje desde Libia hasta Europa, los migrantes hab¨ªan llegado a aguas internacionales cuando el buque los rescat¨®, y su capit¨¢n opt¨® por llevarlos no a un puerto seguro en Europa, como requiere la legislaci¨®n, sino de vuelta a un gulag de centros de detenci¨®n de migrantes en Libia, donde Naciones Unidas y otras entidades han documentado torturas sistem¨¢ticas, violaciones, extorsiones, trabajo forzado y muertes.
En octubre de este a?o, el capit¨¢n de ese barco de suministro, Giuseppe Sotgiu, pag¨® un alto precio por aquella decisi¨®n: un juez italiano lo sentenci¨® a un a?o de prisi¨®n por incumplir la regulaci¨®n humanitaria.
La dolorosa iron¨ªa de esta condena es que Sotgiu se dirige a la c¨¢rcel por lo que los funcionarios de la UE han estado haciendo a una escala mucho mayor durante varios a?os: empujar a los migrantes a un lugar de violaciones extremas de los derechos humanos.
Desde al menos 2017, la UE, con Italia a la cabeza, ha entrenado y equipado a la Guardia Costera Libia para que sirva de fuerza mar¨ªtima delegada, cuyo objetivo central es impedir que los migrantes lleguen a las costas europeas. La Guardia Costera libia es altamente efectiva en su misi¨®n gracias a la inteligencia a¨¦rea que aporta la agencia de fronteras de la UE, Frontex.
Mediante drones y aviones que sobrevuelan el Mediterr¨¢neo, Frontex localiza balsas de migrantes y alerta a los italianos, quienes a su vez informan a las autoridades libias. Una vez capturados por la Guardia Costera libia, decenas de miles de estos migrantes son enviados a una docena de centros de detenci¨®n gestionados por milicias.
En los ¨²ltimos cinco a?os, cientos de miles de migrantes han intentado cruzar el Mediterr¨¢neo, lo que pone en un aprieto a un n¨²mero creciente de capitanes de barcos mercantes. Los capitanes que, a diferencia de Sotgiu, se atienen al derecho humanitario y deciden traer a los migrantes a Europa se enfrentan a veces a graves consecuencias.
En agosto de 2020, por ejemplo, la tripulaci¨®n de un petrolero de bandera danesa llamado Maersk Etienne rescat¨® a 27 migrantes, entre ellos una mujer embarazada y un ni?o, a petici¨®n de las autoridades maltesas. Malta deneg¨® entonces la entrada del buque Maersk a su puerto para descargar a los migrantes, lo que dio lugar a un largo y costoso enfrentamiento que s¨®lo termin¨® cuando los migrantes fueron entregados a una ONG humanitaria. En un gesto de agradecimiento, Maersk hizo m¨¢s tarde una donaci¨®n a esa organizaci¨®n, lo que llev¨® a los fiscales italianos a amenazar a Maersk con un juicio por presunta violaci¨®n de las leyes contra el tr¨¢fico de personas.
Pero la mayor¨ªa de los migrantes que intentan cruzar el Mediterr¨¢neo nunca llegan a los buques mercantes porque son capturados por la Guardia Costera libia. A pesar de que habitualmente abra fuego contra las balsas de migrantes, que haya estado vinculada al tr¨¢fico de personas y a los asesinatos, y que ahora est¨¦ dirigida por milicias, la Guardia Costera libia sigue contando con un fuerte apoyo de la UE. Este oto?o, la UE entreg¨® cuatro nuevas lanchas r¨¢pidas a esta fuerza para que pudiera capturar m¨¢s eficazmente a los migrantes y enviarlos a los mismos centros de detenci¨®n que la ONU ha descrito como implicados en cr¨ªmenes contra la humanidad patrocinados por el Estado.
La marea puede estar cambiando. La condena de Sotgiu apunta a un creciente malestar por la ilegalidad de la entrega de migrantes a Libia. Tambi¨¦n lo hacen dos casos hist¨®ricos presentados este a?o por migrantes contra Frontex, la agencia europea de fronteras, ante el Tribunal de Justicia de la Uni¨®n Europea, la principal autoridad judicial de la UE. Los casos alegan que los agentes o funcionarios de Frontex ignoraron las pruebas de los abusos de derechos perpetrados por los Estados miembros de la UE o participaron ellos mismos en la devoluci¨®n ilegal de migrantes en busca de asilo.
Por supuesto, la UE no es la ¨²nica que intenta externalizar el trabajo sucio de contener la migraci¨®n. Durante la ¨²ltima d¨¦cada, el Gobierno de Estados Unidos ha tratado de reducir el flujo de migrantes latinoamericanos exigiendo a los que llegan a trav¨¦s de Centroam¨¦rica que permanezcan en M¨¦xico mientras solicitan el reasentamiento. La llamada ¡°investigaci¨®n remota¡± tambi¨¦n permite a las autoridades de inmigraci¨®n estadounidenses evitar el dilema de qu¨¦ hacer con las personas cuyas solicitudes de asilo fueron denegadas, pero que proceden de lugares que carecen de acuerdos de deportaci¨®n. Los migrantes en estos centros se enfrentan a palizas propinadas por los guardias, comida en mal estado, falta de acceso a agua potable, temperaturas extremas, hacinamiento, piojos y sarna, seg¨²n The Global Detention Project, una ONG de derechos humanos con sede en Ginebra.
En mayo, viaj¨¦ a Libia para investigar la muerte de Aliou Cande, un migrante de 28 a?os procedente de Guinea Bissau que hab¨ªa huido de su maltrecha granja en un intento de llegar a Europa. El 8 de abril de 2021, Cande fue asesinado a tiros por los guardias dentro de uno de los centros de detenci¨®n m¨¢s espantosos de Libia, un centro llamado Al Mabani o ¡°El Edificio¡±, situado en el coraz¨®n de la capital, Tr¨ªpoli. El asesinato no fue objeto de ninguna investigaci¨®n por parte de la UE ni de los funcionarios libios; nadie fue detenido ni castigado. Junto a otros cientos de personas que corren una suerte similar en estas c¨¢rceles, Cande fue enterrado en un cementerio de migrantes superpoblado en Tr¨ªpoli, a m¨¢s de 3.000 kil¨®metros de su familia en Guinea Bissau.
En Tr¨ªpoli, entrevist¨¦ a docenas de otros migrantes que hab¨ªan estado encarcelados con Cande en Al Mabani. Me hablaron de celdas tan abarrotadas que los detenidos ten¨ªan que dormir por turnos. Hablaron de una sala especial en la que a veces se golpeaba a los migrantes mientras estos colgaban boca abajo de las vigas del techo. Compartieron conmigo el mensaje de audio que Cande grab¨® en un tel¨¦fono m¨®vil escondido en la c¨¢rcel, en el que hac¨ªa una ¨²ltima petici¨®n a su familia para que enviara el rescate que necesitaba para ser liberado.
Cande era precisamente el tipo de migrante clim¨¢tico del que el mundo ver¨¢ millones en los pr¨®ximos a?os: las sequ¨ªas en Guinea Bissau se hab¨ªan vuelto m¨¢s comunes y m¨¢s largas; las inundaciones se volvieron m¨¢s impredecibles y da?inas; las cosechas de Cande se estaban perdiendo y sus hijos ten¨ªan hambre. Parti¨® hacia Europa para salvarlos.
El cambio clim¨¢tico, que ya est¨¢ enviando a decenas de miles de migrantes al norte desde ?frica y Oriente Medio, podr¨ªa llegar a desplazar a 150 millones de personas en todo el mundo en los pr¨®ximos 50 a?os. La subida del nivel del mar, la desertizaci¨®n, el hambre... todo ello llevar¨¢ a los desesperados a lugares como Europa y Estados Unidos, lo cual pondr¨¢ a prueba el car¨¢cter moral y la imaginaci¨®n pol¨ªtica de los pa¨ªses mejor preparados para sobrevivir a un planeta recalentado.
Sin duda, los pa¨ªses tienen el derecho y el deber de gestionar sus fronteras, pero la forma en que Estados Unidos y la UE est¨¢n gestionando las primeras oleadas de migrantes no es eficaz ni humana. Poner a los capitanes de buques mercantes en medio de esta crisis no es la soluci¨®n. Peor a¨²n es subcontratar el problema a estados fallidos como Libia, donde los abusos de los derechos humanos son una conclusi¨®n previsible.
Ian Urbina es periodista de investigaci¨®n y director de The Outlaw Ocean Project, una organizaci¨®n de periodismo sin ¨¢nimo de lucro con sede en Washington DC que se dedica a investigar los cr¨ªmenes contra los derechos humanos y medioambientales que ocurren en el mar.
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