La cara y la cruz
El veterano Diego Urdiales cort¨® una oreja al cuarto de la tarde pero desperdici¨® un primer toro de ensue?o
Diego Urdiales es un casi veterano torero riojano, poco conocido y escasamente placeado, que esta tarde tore¨® en sustituci¨®n del herido Seraf¨ªn Mar¨ªn. A pesar de su corto bagaje, no pas¨® desapercibido para la afici¨®n vente?a por su concepci¨®n cl¨¢sica del toreo. Y, con toda seguridad, ¨¦l tampoco olvidar¨¢ la tarde del martes 13 de mayo porque vivi¨® una cara y una cruz que pueden determinar su futuro.
Cort¨® una oreja de ley al cuarto de la tarde, un manso toraco de 645 kilos y de corto viaje, con el que se jug¨® el tipo en una valerosa porf¨ªa; consigui¨® meterlo en la muleta y le arranc¨® muletazos de bella factura por ambas manos. Bien colocado siempre, cargando la suerte, entregado de verdad, enrabietado, pero con la mente l¨²cida, dibuj¨® el toreo puro, largo, hondo y templado. No fue una faena de apoteosis porque al toro le costaba un mundo embestir, pero qued¨® patente que Urdiales desborda torer¨ªa y, sobre todo, un deseo enorme de recuperar el tiempo perdido y ponerse en ¨®rbita en su ya noveno a?o de alternativa.
?sa fue la cara; la sonrisa, plena de satisfacci¨®n, en una vuelta al ruedo triunfal, en la que recibi¨® los honores de un p¨²blico entregado.
Pero tambi¨¦n tuvo su cruz Diego Urdiales. Su primer toro fue de ensue?o, de ¨¦sos que aparecen en las noches de duermevelas de los toreros. Encastado, nobil¨ªsimo y poderoso, con largo recorrido y fijeza en su embestida. Un toro de cortijo. Un toro que tra¨ªa dos orejas dispuestas para lucir como trofeos gloriosos y, desgraciadamente, se han quedado en despojos inservibles. Un toro para haber salido catapultado al estrellato de toreo. "P¨ªdele a Dios que no te toque un toro bravo", dijo Belmonte.
Qu¨¦ mala suerte tener tan buena suerte en Madrid y que te coja escaso de equipaje. Urdiales estuvo bien porque tiene maneras, y buen corte y elegancia. Tuvo destellos geniales. Una tanda de derechazos suaves y largos fue extraordinaria. Y un natural, y varios de pecho. Pero las Ventas no rugi¨® como el toro merec¨ªa. Y el torero alarg¨® la faena en un intento desesperado de crear una obra que por segundos se tornaba imposible. Y son¨® un aviso antes de montar la espada. Y qued¨® el regusto del toreo bueno, pero aquel toro merec¨ªa que hubiera aparecido el delirio. Y no fue posible. Quiz¨¢ es que es imposible coger una sustituci¨®n, hacerte el cuerpo en dos d¨ªas y solucionar toda una vida en diez minutos. ?Qu¨¦ ser¨ªa de Diego Urdiales si las dos orejas lucieran hoy enmarcadas para la eternidad?! La cara y la cruz de la vida de algunos toreros?
Le acompa?aron Fernando Cruz, que pech¨® con un lote inservible; y El Capea, que posee una tauromaquia muda. No dice nada.
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