Para llorar...
Decepcionante tarde de en San Isidro protagonizada por unos mansos toros de Valdefresno
?Vaya mansada! Vaya seis bueyes, seis, que se lidiaron, es un decir, ayer, en Madrid. Para llorar. ?Qu¨¦ tristeza! Uf, perdonen la l¨¢grima; pero es que es todo tan decadente, tan miserable...
La situaci¨®n del toro es de alarma nacional. Y lo inaudito, lo incomprensible, es que esta plaza, que acoge a casi 24.000 almas, se llene todos los d¨ªas para asistir a un espect¨¢culo sopor¨ªfero en el que los toros no son toros y la mayor¨ªa de los toreros parecen funcionarios.
?Qui¨¦n ser¨¢ el culpable, por ejemplo, de que los toros de Valdefresno sean excelsos representantes de la m¨¢s pura escoria? ?Qu¨¦ habr¨¢ comido estos toros? ?Estar¨¢n enfermos? ?Qu¨¦ criterios de selecci¨®n se han seguido? ?Conoce el ganadero las caracter¨ªsticas del toro que cr¨ªa? ?Qui¨¦n manda en las ganader¨ªas su casa? ?Los ganaderos, los toreros, los apoderados, los empresarios...? ?Por qu¨¦ compra la empresa de Madrid esta corrida?
?Qu¨¦ desolaci¨®n...! Porque el problema no es s¨®lo de esta ganader¨ªa, sino del toro de lidia, al que los taurinos han convertido en un espec¨ªmen porcino, con andares y comportamiento de tal, imposible para la emoci¨®n, impropio para el toreo. Y lo han convertido en la b¨²squeda constante del toro tonto -artista lo llama el ganadero Juan Pedro Domecq- para que se toree mejor que nunca al animal m¨¢s descastado de la historia.
?Pero le importa a alguien este asunto? A nadie. Los ganaderos venden un producto podrido y degenerado; los toreros lo aprueban; los empresarios lo compran, y el p¨²blico lo sufre en silencio. ?Por qu¨¦? Porque la exigencia desapareci¨® de este espect¨¢culo hace mucho tiempo, y la casta y la bravura han dejado paso al dinero f¨¢cil y r¨¢pido; del mismo modo que el aficionado ha sido sustituido por un p¨²blico entusiasta y triunfalista.
Otra l¨¢grima...
Qu¨¦ espect¨¢culo m¨¢s deprimente el que ofrecieron ayer unos toros mansos de solemnidad, distraid¨ªsimos... Qu¨¦ tristeza verlos huir acobardados de los caballos, o acudir a los enga?os sin entrega alguna, sin fijeza, sin recorrido. Todos se desentendieron de los toreros y buscaron constantemente a alg¨²n pariente por los tendidos; el quinto lleg¨® a m¨¢s y salt¨® al callej¨®n para ver al p¨²blico m¨¢s de cerca.
Todo se contagia, adem¨¢s, y las cuadrillas lidian mal, y los picadores pican con sa?a ante la pasividad de los matadores. Y aquello parece una capea de pueblo, priman el desorden, las carreras... Un horror.
A la vista de tales circunstancias es f¨¢cil imaginar el papel de los toreros. Uceda Leal, voluntarioso y afanoso, s¨®lo pudo lucirse en un par de ver¨®nicas al cuarto y en un breve quite al mismo toro. Curro D¨ªaz, que es la elegancia personificada, dibuj¨® otras tres ver¨®nicas y tres medias al segundo, trazadas con gracia y empaque. Manej¨® la muleta con dulzura, pero nada de lo que hizo pudo alcanzar la categor¨ªa de lucimiento. Y Salvador Vega, el m¨¢s necesitado de los tres, lo intent¨® de manera infructuosa.
En esto de los toros, a veces, muy pocas, se llora de emoci¨®n. Las m¨¢s, de pena. Como ayer.
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