Una salvaje Beyonc¨¦ hace bailar a Madrid
La reina de la m¨²sica negra ofrece un espect¨¢culo de entretenimiento total
La Real Academia Espa?ola sobre la palabra "mesura": moderaci¨®n, comedimiento. Bah. Paparruchas para una chica de 27 a?os llamada Beyonc¨¦ que anoche dej¨® temblando un llen¨ªsimo Palacio de los Deportes (se agotaron las entradas: 15.000).
Cualquier t¨¦rmino relacionado meteorol¨®gicamente con el viento vale: hurac¨¢n, torbellino, tempestad, vendaval, cicl¨®n. Fue alcanzar Beyonc¨¦ el escenario y desencadenarse todas estas turbulencias. Se apagaron las luces, se desparram¨® el tel¨®n y una salvaje ocup¨® todas las miradas.
Y son¨® ese trallazo llamado Crazy in love (?hay alguien que siga en esta vida y no sea capaz de bailarlo? Imposible). Caramba, eso s¨ª que es poner el list¨®n alto desde el primer instante. Pero s¨®lo se hab¨ªan consumido los cinco primeros minutos de una velada que se alarg¨® hasta las dos horas.
Entre el p¨²blico, muchos rostros populares, como nuestra derrotada eurovisiva Soraya, que la ¨²nica similitud que comparte con Beyonc¨¦ es la consonante "y" del nombre. "No me lo esperaba, la verdad, pero esta vez no llor¨¦. Adem¨¢s, Espa?a est¨¢ conmigo", comentaba sobre su decepcionante pen¨²ltimo puesto en el pasado Eurovisi¨®n mientras su flequillo rubio cubr¨ªa uno de sus ojos. Y para demostrar que s¨ª, que Espa?a est¨¢ con ella, se le acercaba la gente a felicitarla. "Qu¨¦ guapa estabas, chata. Y te pintaron de maravilla", le espet¨® una se?ora.
Espect¨¢culo intachable
A todo esto Beyonc¨¦ ya hab¨ªa convertido el Palacio en un manicomio. La estadounidense ofreci¨® un espect¨¢culo intachable, un circuito lleno de curvas, trucos esc¨¦nicos, modelos de alta costura, bailarines, luces por aqu¨ª y por all¨¢. Un exceso. Entretenimiento puro. Y un derroche vocal apabullante.
El escenario siempre fue un traj¨ªn de cuidado. Una decena de m¨²sicos (todo chicas: al cuerno con la paridad) y otros diez bailarines. Y no paraban de ocurrir cosas. El p¨²blico se pas¨® el concierto con los signos de exclamaci¨®n en la boca: "?oooooh!", "?mira eso!", "?eeeeeh!"... Y la diva volaba, o emerg¨ªa de una escalera que no se sab¨ªa de d¨®nde rayos sal¨ªa...
Con tantos elementos de distracci¨®n visual lo m¨¢s l¨®gico es que se pierda concentraci¨®n en la m¨²sica. Nada de eso. Obsesionada con la cultura soul, lo que hace esta mujer es picar de los mitos negros, de Diana Ross, Tina Turner, Janet Jackson, Etta James... A todas hace gui?os y arrastra a su terreno sin dejarse en el camino su arrolladora personalidad. Beyonc¨¦, el tipo de mujer que har¨ªa que la civilizaci¨®n se hundiera.
Capaz incluso de hacer olvidar la tediosa fila que hubo que esperar para acceder al recinto. Una vez m¨¢s se desprecia a espectadores que han abonado m¨¢s de 50 euros por la entrada. Una hora se demor¨® la apertura de puertas por la mala organizaci¨®n. La fila llegaba hasta la calle Narv¨¢ez. Y eso son unos 500 metros.
Una pareja de ingleses, sin duda no acostumbrados a estos desprecios, miraban el panorama boquiabiertos: "?Pero como es posible!". ?Se acabar¨¢n alguna vez con estas pr¨¢cticas en conciertos multitudinarios?
Desfile de vestuario
De regreso a la felicidad del escenario, conviene detenerse en los modelos de la diva. Confeccionados, al igual que el espect¨¢culo de esta gira llamada I am... Tour (donde presenta su disco I am... Sasha Fierce), por el dise?ador (?m¨¢s divo que ella?) franc¨¦s Thierry Mugler. Que c¨®mo son: una contin¨²a sublimaci¨®n del cuerpo.
Y aunque Beyonc¨¦ necesita apenas un trapito para exhibir su potencial en este sentido, ah¨ª est¨¢ ese espectacular desfile de cors¨¦s. Te pasas el concierto con los ojos iluminados, como si estuvieses presenciando un incendio.
Para la memoria ah¨ª queda ese momento en el que Beyonc¨¦, con un cors¨¦ de cuero a lo Tina Turner de Mad Max, se revuelca por el suelo mientras se desga?ita cantando If I were a boy. Salvaje, muy salvaje.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.