Redford, Woodward y Bernstein siguen buscando la verdad
Un encuentro hist¨®rico entre el actor Robert Redford y los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein en Nueva York se convierte en un debate sobre los males del periodismo
El mejor cine y el mejor periodismo se dieron la mano el pasado s¨¢bado en el Brooklyn Academy of Music (BAM), en Nueva York. Son matrimonios que cada vez se ven con menor frecuencia y en este caso adem¨¢s, sus protagonistas ten¨ªan un peso hist¨®rico dif¨ªcil de igualar. A un lado el siempre brillante, sagaz y seductor Robert Redford, 'artista y activista', como ha optado por definirle el BAM en el ciclo que le dedica cuando se cumplen 50 a?os en la carrera del oscarizado actor y director. Sentados junto a ¨¦l los periodistas Bob Woodward, seco, serio y contenido, como nos lo hizo conocer Redford al darle vida en la pel¨ªcula Todos los hombres del presidente y Carl Bernstein, m¨¢s socarr¨®n y relajado, como le interpret¨® Dustin Hoffman en aquel filme.
Ellos destaparon el esc¨¢ndalo del Watergate, que oblig¨® a Richard Nixon a dimitir y por cuya eficaz investigaci¨®n se llevaron el premio pulitzer. A Redford, Woodward y Bernstein les uni¨® hace ya tres d¨¦cadas su pasi¨®n por la verdad, algo que se encargaron de recordar con vehemencia tras la proyecci¨®n de aquel filme, dirigido por Alan J. Pakula y basado en el libro hom¨®nimo de los periodistas del diario Washington Post. En ¨¦l se relatan los entresijos y dificultades de una investigaci¨®n que dur¨® m¨¢s de dos a?os y que comenz¨® precisamente por la insistencia de ambos reporteros en indagar m¨¢s all¨¢ de las apariencias, algo que ocurre cada vez menos en su profesi¨®n, seg¨²n ellos.
"Nuestra trabajo se ha glamurizado y se han perdido las lecciones importantes. No hay atajos para llegar a la verdad pero todos quieren atajos. Es un trabajo que se construye muy poco a poco y que te obliga a vivir en la duda constantemente. Los peri¨®dicos ya no est¨¢n dispuestos a tener a dos personas trabajando en el mismo tema durante dos a?os. Quieren resultados inmediatos, ya no les preocupa la calidad y el problema es que el buen periodismo requiere esfuerzo, constancia, tiempo y no deber¨ªa hacerse con el objetivo de un triunfo r¨¢pido si no de llegar hasta el fondo de los hechos" explic¨® Woodward durante un debate que fue una lecci¨®n conjunta de cine y periodismo.
Hoy ser¨ªa impensable que una pel¨ªcula de casi dos horas y media no tuviera ni explosiones, ni tiros ni sexo. Pero la ¨²nica artiller¨ªa pesada de Todos los hombres del presidente la forman los sonidos de todos aquellos aparatos que ayudaron a Woodward y Bernstein en su investigaci¨®n, cuando internet no era el 'pan nuestro' del periodismo: m¨¢quinas de escribir, tel¨¦fonos, blocs de notas, gu¨ªas telef¨®nicas cuyas p¨¢ginas van pasando fren¨¦ticamente, bol¨ªgrafos desliz¨¢ndose veloces sobre un papel y sobre todo mucha calle, muchas preguntas y b¨²squeda fren¨¦tica de fuentes que confirmaran datos.
"Decidimos aumentar el volumen de 'las armas' utilizadas por los dos periodistas, m¨¢quinas de escribir, tel¨¦fonos... Fue un efecto sutil (les vali¨® un oscar al mejor sonido) con el que quer¨ªamos subrayar la importancia de su trabajo. Si miro hacia atr¨¢s me siento muy orgulloso del filme porque sin querer fue parte de la historia. No ha vuelto a ocurrir que todo funcione como deber¨ªa. Primero los periodistas pero despu¨¦s el congreso y tambi¨¦n el tribunal supremo. Todos hicieron bien su trabajo" dijo Redford, para el que hoy son los documentales el ¨²nico medio que indaga en la verdad -por algo son una de las puntas de lanza del festival de Sundance, creado por ¨¦l-.
Entre los 'pecados capitales' del periodismo de hoy se subray¨® la transformaci¨®n de los grupos period¨ªsticos en empresas que cotizan en bolsa. "Eso ha sido el principio del fin del buen periodismo" dijo Redford parafraseando a una antigua amiga que dimiti¨® como directora de un peri¨®dico estadounidense cuando ¨¦ste sali¨® a bolsa en los a?os ochenta. Bernstein y Woodward adem¨¢s criticaron que apenas se verifique la informaci¨®n. "Por eso internet es tan confuso y hasta se imprimen los rumores. Hoy es dif¨ªcil saber d¨®nde buscar la verdad". Todos lamentaron el "poco periodismo" que hubo en la era Bush frente al secretismo de un gobierno muy similar al de Nixon.
Cuando cinco hombres irrumpieron en las oficinas del Partido Dem¨®crata en Washington en junio de 1972, tanto Bernstein como Woodward, dos j¨®venes sin nombre en el diario The Washington Post, quisieron saber m¨¢s, mientras que la mayor¨ªa de sus colegas optaron por no hacer preguntas. Curiosamente, cuando quince d¨ªas despu¨¦s de aquel incidente Redford, en plena promoci¨®n de El Candidato -otra afilada pel¨ªcula que mete el dedo en la llega de las relaciones entre prensa y pol¨ªtica- habl¨® con un grupo de pesos pesados del periodismo pol¨ªtico, todos le dijeron que tratar de saber algo m¨¢s era un suicidio profesional. "Yo hab¨ªa leido esos peque?os art¨ªculos que comenzaron a aparecer en el Washington Post pero me preguntaba por qu¨¦ nadie m¨¢s escrib¨ªa sobre el tema. Me parec¨ªa grav¨ªsimo lo que hab¨ªa ocurrido pero 'los veteranos' me dijeron que aunque todos se ol¨ªan que hab¨ªa algo oscuro detr¨¢s, las relaciones entre prensa y pol¨ªtica eran muy complicadas y no se pod¨ªan romper haciendo preguntas equivocadas. Me tacharon de naive y vaticinaron que aquello no llegar¨ªa a ning¨²n lado" record¨® Redford. "Aquel cinismo y aquel derrotismo me dejaron muy mal cuerpo". Redford, cuya carrera deja constancia de que es un hombre mucho m¨¢s preocupado con el mundo real y sus problemas que con el mundo de fantas¨ªas de Hollywood - por eso vive desde hace d¨¦cadas en un rancho en Sundance-, continu¨® leyendo los art¨ªculos de Woodward y Bernstein, que pasaron de estar escondidos en el diario a ocupar las primeras p¨¢ginas. Y mucho antes de que el esc¨¢ndalo salpicara a Nixon, pens¨® en hacer una pel¨ªcula sobre ellos, porque le fascin¨® esa idea de dos hombres en busca de la verdad que adem¨¢s eran muy diferentes entre ellos. Les llam¨®, les dej¨® mensajes pero nunca le respondieron. "Est¨¢bamos muy ocupados con la investigaci¨®n, tem¨ªamos ser despedidos y no estabamos muy seguros de que fuera realmente ¨¦l" se excusaba Bernstein el s¨¢bado. No responder a Robert Redford al tel¨¦fono en los a?os setenta ser¨ªa como no contestarle hoy a George Clooney o a Brad Pitt.
Redford renunci¨® a la idea, mientras el Watergate segu¨ªa creciendo. Finalmente, en 1974, antes de la dimisi¨®n de Nixon, volvi¨® a intentarlo, qued¨® con Woodward y le cont¨® su proyecto. ?La respuesta? "Estamos muy ocupados" . Tras la ca¨ªda del presidente y despu¨¦s de que los periodistas publicaran el libro y ganaran el pulitzer, finalmente Redford consigui¨® 'embaucarles'. Todos los hombres del presidente se llev¨® cuatro de los ocho oscars a los que fue candidata pero el premio a mejor pel¨ªcula en 1976 fue para Rocky. ?Fue la cl¨¢sica decisi¨®n ?o?a de Hollywood o se podr¨ªa interpretar como parte de la necesidad del pa¨ªs de dejar atr¨¢s el Watergate? Redford dej¨® clara su respuesta el s¨¢bado. "No lo s¨¦ y francamente, no me importa".
Babelia
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