La muerte lenta de V¨ªctor Jara
Torturado y asesinado por los golpistas chilenos, el cantautor fue sepultado de forma casi clandestina en un modesto nicho. EL PA?S reconstruye su muerte con los recuerdos de los testigos
'La muerte lenta de V¨ªctor Jara' es un reportaje del suplemento 'Domingo' del 6 de diciembre de 2009
Cansados y con sus manos entrelazadas en la nuca, los 600 acad¨¦micos, estudiantes y funcionarios de la Universidad T¨¦cnica del Estado (UTE) tomados prisioneros por los militares golpistas iban entrando al Estadio Chile, un peque?o recinto deportivo techado cercano al palacio de La Moneda. Un oficial con lentes oscuras, rostro pintado, metralleta terciada, granadas colgando en su pecho, pistola y cuchillo corvo en el cintur¨®n, observaba desde arriba de un caj¨®n a los prisioneros, que hab¨ªan permanecido en la universidad para defender el Gobierno del presidente socialista Salvador Allende. Era el 12 de septiembre de 1973, d¨ªa siguiente del golpe militar, en el alba de la dictadura de 17 a?os encabezada por el general Augusto Pinochet.
Con voz estent¨®rea, el oficial repentinamente grit¨® al ver a un prisionero de pelo ensortijado:
-?A ese hijo de puta me lo traen para ac¨¢! -grit¨® a un conscripto, recuerda el abogado Boris Navia, uno de los que caminaba en la fila de prisioneros.
"?A ese huev¨®n!, ?a ¨¦se!", le grit¨® al soldado, que empuj¨® con violencia al prisionero. "?No me lo traten como se?orita, carajo!", espet¨® insatisfecho el oficial. Al o¨ªr la orden, el conscripto dio un culatazo al prisionero, que cay¨® a los pies del oficial.
-?As¨ª que vos sos V¨ªctor Jara, el cantante marxista, comunista concha de tu madre, cantor de pura mierda! -grit¨® el oficial. Navia rememora. Es uno de los testigos del juez Juan Fuentes, que investiga el asesinato del cantautor, uno de los cr¨ªmenes emblem¨¢ticos de la dictadura, porque Jara fue con su guitarra y con sus versos el trovador de la revoluci¨®n socialista del Gobierno de Allende en Chile. Por su impacto y la impunidad en que est¨¢n los culpables, el crimen de Jara es en Chile el equivalente al asesinato de Federico Garc¨ªa Lorca en Espa?a.
"?No me lo traten como se?orita, carajo!", grit¨® un militar al ver a V¨ªctor Jara. Despu¨¦s le dio un culatazo
"Lo golpeaba, lo golpeaba. Una y otra vez. En el cuerpo, en la cabeza, descargando con furia las patadas. Casi le estalla un ojo. Nunca olvidar¨¦ el ruido de esa bota en las costillas. V¨ªctor sonre¨ªa. ?l siempre sonre¨ªa, ten¨ªa un rostro sonriente, y eso descompon¨ªa m¨¢s al facho. De repente, el oficial desenfund¨® la pistola. Pens¨¦ que lo iba a matar. Sigui¨® golpe¨¢ndolo con el ca?¨®n del arma. Le rompi¨® la cabeza y el rostro de V¨ªctor qued¨® cubierto por la sangre que bajaba desde su frente", cuenta a este peri¨®dico el abogado Navia.
Los prisioneros se hab¨ªan quedado pasmados mirando la escena. Cuando el oficial, conocido como El Pr¨ªncipe y hasta hoy no identificado con plena certeza, se cans¨® de golpear, orden¨® a los soldados que pusieran a Jara en un pasillo y que lo mataran si se mov¨ªa. El autor de canciones como El cigarrito y Te recuerdo Amanda, que Serrat, Sabina, Silvio Rodr¨ªguez y V¨ªctor Manuel han incorporado en sus repertorios, entr¨® as¨ª al campo de prisioneros improvisado por los militares donde vivi¨® sus ¨²ltimas horas.
Muchos recordaron a Jara con emoci¨®n esta semana, cuando su viuda e hijas y la fundaci¨®n que lleva su nombre organizaron el funeral que no pudo tener en 1973, la despedida popular que merec¨ªa, para sepultar los restos del cantautor, exhumados en junio por orden del juez y devueltos a la familia despu¨¦s de una nueva autopsia, que confirm¨® las huellas de bala y torturas.
El ensa?amiento con Jara fue uno de los signos de la dictadura de Pinochet (1973-1990), que trunc¨® con brutalidad el Gobierno de Allende y los sue?os socialistas, dejando un reguero de m¨¢s de 3.200 muertos y desaparecidos, alrededor de 30.000 torturados y decenas de miles de exiliados. El Chicho, como era conocido Allende, un m¨¦dico socialista y mas¨®n, hab¨ªa llegado a la presidencia en 1970, en su cuarto intento, con el 36% de los votos, encabezando la Unidad Popular, la coalici¨®n que reun¨ªa a la izquierda chilena en un arco multicolor.
Con un programa que ofrec¨ªa reforma agraria, medio litro de leche diaria para los ni?os y la nacionalizaci¨®n del cobre, principal riqueza de Chile, en manos de empresas norteamericanas, la victoria de Allende en las urnas, la primera de un marxista en Occidente en plena guerra fr¨ªa, sorprendi¨® a Estados Unidos e insufl¨® esperanzas en muchos pa¨ªses, incluidos los opositores de Franco en Espa?a. Un irritado presidente Richard Nixon orden¨® en la Casa Blanca intensificar las acciones desestabilizadoras.
Pero en Chile se viv¨ªan tiempos de efervescencia. Las movilizaciones sociales iban en ascenso y con Allende en La Moneda, el Gobierno gan¨® apoyo en las urnas en lugar de perderlo. El cerrojo norteamericano se apret¨® con el embargo de las exportaciones de cobre, en r¨¦plica a una nacionalizaci¨®n en la que Chile resolvi¨® no indemnizar a las empresas expropiadas por haber obtenido ganancias excesivas, mientras la oposici¨®n de centro y derecha se reuni¨® en una coalici¨®n contra Allende, y la izquierda m¨¢s radicalizada comenz¨® a desbordar al Gobierno acus¨¢ndolo de reformista. La lucha pol¨ªtica se exacerb¨®.
El Gobierno socialista concit¨® una amplia adhesi¨®n de artistas e intelectuales. En los tres a?os de Allende, Chile vivi¨® un destape cultural como nunca antes y V¨ªctor Jara fue uno de los protagonistas. Hijo de inquilinos campesinos, conoci¨® de la explotaci¨®n y miseria en su infancia y juventud. Aprendi¨® m¨²sica por la intuici¨®n de su madre. Cuando ella falleci¨®, viaj¨® a Santiago a estudiar teatro. Como director teatral recibi¨® premios de la cr¨ªtica y la prensa por sus montajes e hizo giras por dos continentes.
Mientras estudiaba dramaturgia, comenz¨® a tocar y componer con el grupo Cuncum¨¦n. Despu¨¦s trabaj¨® con la pl¨¦yade del folclor chileno: Quilapay¨²n, Inti Illimani, ?ngel e Isabel Parra, Patricio Manns, Rolando Alarc¨®n. Violeta Parra, la autora del universal Gracias a la vida, fue una de las que descubri¨® tempranamente el talento de Jara como compositor e int¨¦rprete.
Militante comunista, Jara defendi¨® a la Unidad Popular con su guitarra, hizo canciones de protesta, pero sus obras mayores, aquellas m¨¢s sencillas e imperecederas, son las que brotan desde la tierra y de la pobreza de las barriadas perif¨¦ricas de Santiago, las fuentes de su saber. V¨ªctor cre¨ªa que "la mejor escuela para el canto es la vida", recuerda su viuda, Joan Turner, en Un canto trunco, las memorias de Jara. Nombrado embajador cultural por Allende, prefer¨ªa compadrear en una pe?a popular a los c¨®cteles de diplom¨¢ticos.
Un conscripto confes¨® que jugaron a la ruleta rusa antes de acribillarlo en el subterr¨¢neo
Durante el paro de octubre de 1972, con el que la oposici¨®n quiso poner de rodillas al Gobierno, junto con decenas de miles de personas, Jara sali¨® a realizar trabajos voluntarios para impedir que la econom¨ªa se detuviera. En la vor¨¢gine escribi¨® Manifiesto, su testamento musical: "Yo no canto por cantar / ni por tener buena voz, / canto porque la guitarra / tiene sentido y raz¨®n".
Con la inflaci¨®n desbocada, desabastecimiento y mercado negro, el transporte paralizado y con el mayor partido opositor, la Democracia Cristiana, cerrando las puertas al di¨¢logo para encontrar una salida, a Allende casi no le quedan opciones, y muchos creen que un golpe militar es inminente. Resuelve que el martes 11 septiembre llamar¨¢ a un plebiscito que decidir¨¢ si sigue o no en el poder. Enterados, los militares adelantan el golpe militar para ese martes.
El escenario que hab¨ªa escogido Allende para pronunciar este discurso que podr¨ªa haber cambiado la historia es la sede de la UTE. Nunca lleg¨®. Enterado de la sublevaci¨®n militar, Allende acude con sus colaboradores m¨¢s cercanos a La Moneda, a defender la democracia. Dispuestos a todo, los militares bombardean el palacio y Allende, que s¨®lo saldr¨¢ sin vida de ese lugar, pide a los trabajadores que permanezcan en sus puestos, pero que no se dejen provocar, y anticipa en su l¨²cido discurso final que otras generaciones superar¨¢n ese momento.
En asambleas por facultad, la comunidad de la UTE resolvi¨® permanecer en la sede universitaria, como pidi¨® Allende. Entre ellos, V¨ªctor Jara, que trabajaba en extensi¨®n en la universidad e iba a cantar en el acto de Allende. Habla dos veces por tel¨¦fono con Joan y cree que volver¨¢ a casa al d¨ªa siguiente. Esa noche anima a los estudiantes en su ¨²ltimo recital, mientras en todo Santiago suenan las balas de los militares.
Al d¨ªa siguiente, los militares instalan un ca?¨®n frente a la universidad y disparan a la rector¨ªa mientras un centenar de soldados vac¨ªa sus cargadores. No hay resistencia: estaban desarmados. Rompen puertas y cerrojos y toman prisioneros a los 600 que permanec¨ªan ah¨ª.
El infierno est¨¢ a un par de kil¨®metros, en el Estadio Chile, rebautizado en democracia como Estadio V¨ªctor Jara. Ah¨ª el cantautor queda tendido en el suelo. A un estudiante peruano que confunden con cubano le cortan una oreja con un cuchillo. A un profesor de ciencias sociales que llevaba pruebas reci¨¦n corregidas de sus alumnos le piden las dos mejores notas, las entrega y lo obligan a que se coma las hojas. Los amenazan con barrerlos con "las sierras de Hitler", ametralladoras de gran calibre cuyas balas cortan los cuerpos. Un obrero grita: "?Viva Allende!", y se arroja desde las grader¨ªas, muriendo desangrado. En el recinto caben apretadas 2.000 personas, pero hacinan a m¨¢s de 5.000 prisioneros.
El Pr¨ªncipe tiene visitas de oficiales y quiere exhibir a Jara. Un oficial de la Fuerza A¨¦rea que est¨¢ con un cigarrillo le pregunta a Jara si fuma. Con la cabeza, niega. "Ahora vas a fumar", advierte, y le arroja el cigarrillo. "?T¨®malo!", grita. Jara se estira tembloroso para recogerlo. "?A ver si ahora vas a tocar la guitarra, comunista de mierda!", grita el oficial y pisotea las manos de Jara, relata Navia.
"Cuando llegaron m¨¢s prisioneros y los soldados fueron a recibirlos, V¨ªctor se qued¨® sin custodia. Entre varios lo arrastramos adonde est¨¢bamos y comenzamos a limpiar sus heridas. Llevaba casi dos d¨ªas sin comida ni agua", dice Navia. Un detenido consigue que un soldado le regale un tesoro: un huevo crudo. Se lo dan a Jara. Con un f¨®sforo, el cantautor perfora el huevo en ambos extremos y lo sorbe. "Nos dijo que as¨ª aprendi¨® en su tierra a comer los huevos", recuerda.
A Jara le vuelven las energ¨ªas. "Mi coraz¨®n late como campana", dice. Y habla, de Joan y sus hijas. Dos detenidos logran salir libres gracias a contactos. Varios escriben mensajes breves para que avisen a sus parientes de que est¨¢n vivos. V¨ªctor pide l¨¢piz y papel. Navia le pasa una libreta peque?a de apuntes, que hoy conserva la Fundaci¨®n Jara como pieza de museo. Escribe con dificultad sus ¨²ltimos versos: "Canto que mal que sales / Cuando tengo que cantar espanto / Espanto como el que vivo / Espanto como el que muero".
Repentinamente, dos soldados lo toman y arrastran, y Jara alcanza a arrojar la libreta. Navia se queda con ella. Comienza una golpiza m¨¢s brutal que las anteriores, a culatazos. Otros prisioneros lo ver¨¢n con vida horas despu¨¦s. Un conscripto, Jos¨¦ Paredes, confiesa 36 a?os despu¨¦s que jugaron a la ruleta rusa con Jara antes de acribillarlo en los subterr¨¢neos. Es el ¨²nico procesado vivo en el caso. El otro, el jefe del recinto, el coronel Mario Manr¨ªquez, falleci¨®. La primera autopsia, en 1973, revela 44 disparos. La nueva, en 2009, confirma que Jara muri¨® por m¨²ltiples impactos. Pero Paredes se retracta de su confesi¨®n.
Al anochecer del s¨¢bado 15 de septiembre trasladan a los prisioneros del Estadio Chile al mayor recinto del pa¨ªs, el Estadio Nacional. "Al salir al foyer para irnos, vemos un espect¨¢culo dantesco. Hay entre 30 y 40 cad¨¢veres apilados, y dos de ellos est¨¢n m¨¢s cercanos. Todos est¨¢n acribillados y tienen un aspecto fantasmag¨®rico, cubiertos de polvo blanco, porque cerca estaban apilados unos sacos de cal para hacer reparaciones, que cubre sus rostros y seca la sangre. Reconozco a V¨ªctor en primer lugar, y despu¨¦s al abogado y director de Prisiones Littr¨¦ Quiroga", relata Navia.
A Jara le han quitado el chaquet¨®n que otro prisionero le hab¨ªa pasado porque ten¨ªa fr¨ªo. Esa noche, los soldados arrojan seis de estos cad¨¢veres, Jara entre ellos, junto al Cementerio Metropolitano, en el acceso sur de Santiago. Una vecina reconoce al cantautor y avisa para que lo recojan. Cuando el cuerpo llega a la morgue, un trabajador de este servicio, que era comunista, tambi¨¦n reconoce a Jara y avisa a su esposa Joan para que lo sepulte antes de que lo sepulten en una fosa com¨²n.
El cuerpo del cantautor est¨¢ junto al de cientos de v¨ªctimas en un mes¨®n de la morgue, al final de una fila de j¨®venes. S¨®lo tres personas acompa?an a Joan en el funeral semiclandestino que se celebr¨® en el Cementerio General de Santiago, donde fue inhumado en un humilde nicho. Jara est¨¢ en su cenit creativo, poco antes de cumplir 41 a?os, y quienes tronchan su vida no saben que lo est¨¢n haciendo m¨¢s universal, a ¨¦l, pero tambi¨¦n a ellos mismos.
'La muerte lenta de V¨ªctor Jara' es un reportaje del suplemento 'Domingo' del 6 de diciembre de 2009
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