M¨¹ller, la aguafiestas
La premio Nobel de Literatura critica a Rusia y China en su discurso de cierre de la cena de gala
El banquete que clausura el gran d¨ªa de los premios Nobel en Estocolmo suele ser el momento distendido de un ceremonial que dura una semana y en el que cada acto parece marcado con metr¨®nomo. La cena en el mastod¨®ntico sal¨®n azul del ayuntamiento es otra cosa. De entrada, tiene un tema que sirve de hilo conductor a las intervenciones de un grupo de actores que "amenizan" la espera entre plato y plato. El tema de este a?o: cuento de hadas. Muy apropiado para un acto con reyes, princesas y 1.500 invitados de punta en blanco.
Entre el postre y el baile hablan los que no pudieron hacerlo unas horas antes en la entrega de diplomas y medallas, es decir, los premiados. A raz¨®n de uno por categor¨ªa en representaci¨®n de sus colegas. Es el momento para la emoci¨®n y las bromas. Los que estuvieron el a?o pasado recuerdan todav¨ªa al escritor franc¨¦s J. M. G. Le Cl¨¦zio, pol¨ªgota declarado, leyendo su discurso en sueco. Tambi¨¦n a Paul Krugman contando que le cost¨® creer que la llamada que le anunciaba el premio de Econom¨ªa no era la sofisticada broma de un amigo. O a Harald Zur Hausen, premio de Medicina, recordando la respuesta de su nieto al conocer la importancia del galard¨®n: "?Yo tambi¨¦n quiero el Premio Nobel!".
Ayer, la doctora Elizabeth H. Blackburn aludi¨® a los siete sexos de la microsc¨®pica Tetrahymena thermophila, un organismo acu¨¢tico que le sirvi¨® de gran ayuda para descubrir la telomerasa: "?Qui¨¦n sabe lo que est¨¢ pasando debajo del agua!". Por su parte, la israel¨ª Ada E. Yonath, que cen¨® al lado del rey de Suecia, se salt¨® la consigna de no demorarse en los agradecimientos para recordar a Nisse, su ch¨®fer durante estos d¨ªas en Estocolmo. Nada raro en alguien que al poco de conocer la noticia de su Nobel de Qu¨ªmica viaj¨® a Barcelona para asistir a un congreso... de estudiantes.
La que no baj¨® la guardia un segundo fue Herta M¨¹ller. El acad¨¦mico que la present¨® por la tarde dijo que la Nobel de Literatura escrib¨ªa "a vida o muerte", y as¨ª es. Despu¨¦s de mostrarse at¨®nita por el viaje de 50 a?os que la hab¨ªa llevado al ayuntamiento de Estocolmo desde una aldea de Rumania, M¨¹ller record¨® la oposici¨®n de su madre a que estudiara en la escuela secundaria. Su traslado a Timisoara para huir de unos aldeanos que "hab¨ªan nacido viejos" fue otra de las estaciones de su breve pero intenso discurso. All¨ª conoci¨® a un pu?ado de j¨®venes poetas. ?Por qu¨¦ hab¨ªa sido ella la afortunada y no alguno de sus amigos?, se pregunt¨®.
Los comensales siguieron su discurso con un nudo en la garganta. Ella hablaba en alem¨¢n y una mujer traduc¨ªa sus recuerdos al ingl¨¦s. "Cobard¨ªa, autodestrucci¨®n y control estatal. Tal vez sea ¨¦sta la forma m¨¢s breve de describir una dictadura", dijo M¨¹ller, que vivi¨® 30 a?os bajo la de Ceaucescu y el mismo d¨ªa que recibi¨® la noticia del Nobel critic¨® la corrupci¨®n actual del pa¨ªs en el que vivi¨® hasta que se exili¨® en Alemania en 1987. Como viene a decir uno de los personajes de El hombres es un gran fais¨¢n en el mundo (Siruela), una novela que vale por un Nobel, si "el camarada Nicolae Ceaucescu es el padre de nuestro pa¨ªs, mi padre es el secretario general de nuestra casa".
Pero M¨¹ller no se qued¨® en un pasado -la Rumania comunista, el tel¨®n de acero- de cuyo derrumbe se cumplen ahora veinte a?os, sino que remat¨® sus palabras con un aviso contra los tics estalinistas de Rusia y el doble juego de China, que liberalizan la econom¨ªa sin atender a los derechos humanos. ?Y la literatura? "No puede cambiar todo eso", pero puede, dijo, "hablar a cada persona, una por una". Y nada tiene tanta fuerza como eso. Ni la noche en que le tocaba ser la reina de las fiestas Herta M¨¹ller habl¨® para la galer¨ªa.
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