Las figuras, en el abismo
Una sensaci¨®n de profundo desencanto se apoder¨® de la plaza cuando Talavante acab¨® con el sexto de la tarde, con el que se hab¨ªa comportado como un vulgar pegapases sin justificaci¨®n alguna. Otra buena corrida desaprovechada, y tres figuras de cart¨®n piedra, incapaces de dibujar un capotazo o un muletazo que mereciera la pena.
?Qu¨¦ est¨¢ pasando? ?Qu¨¦ ocurre para que algunos de los toreros m¨¢s interesantes del escalaf¨®n pasen por esta feria con mucha pena y ninguna gloria? ?Qu¨¦ pasa para que se les haya olvidado lo que es el toreo, lo que es parar, templar y, sobre todo, mandar? Parece algo inexplicable, pero...
Es una muestra inequ¨ªvoca de la decadencia que est¨¢ viviendo la fiesta. Es grav¨ªsimo que no haya toros; pero no lo es menos que no haya toreros. Porque una cosa es dar pases, y, otra muy distinta, torear. Los que hoy se visten de luces y cortan orejas y rabos por esas plazas de provincias lo hacen ante toros supuestamente desmochados y p¨²blicos divertidos y alegres sin exigencia alguna. Y llegan a Madrid y hacen lo mismo. Y dan miles de pases insulsos que no interesan a nadie, y se colocan mal -a consecuencia de una mala y fea costumbre- y parecen no entender c¨®mo la plaza no hierve con su faena.
Han perdido la concepci¨®n fundamental de lo que es el toreo; quiz¨¢, es que se ha perdido y s¨®lo aparece de higos a brevas y la gente cree estar asistiendo a un milagro. Quiz¨¢, sea as¨ª.
Lo de ayer fue, una vez m¨¢s, demencial, inexplicable, ins¨®lito e incre¨ªble. Las figuras, en el abismo. Lo de ayer fue para borrar del escalaf¨®n a estos tres se?ores por su lamentable lecci¨®n de incompetencia torera. Lo de ayer les ocurre a tres muchachos con aspiraciones de gloria y esta ma?ana estar¨ªan en la cola de una academia para solicitar un curso de inform¨¢tica.
Pero eran figuras: los se?ores D¨ªaz, Perera y Talavante; y, claro, a las figuras se les perdona casi todo. Porque si se las manda a la academia -que donde ten¨ªan que estar esta ma?ana- hay que cerrar las puertas del espect¨¢culo y se acaba el negocio. Y con las cosas de comer no se juega.
Por eso, siguen estos tres se?ores y otros como ellos. Porque, a pesar de todo, la plaza se llena cada tarde a la espera desesperante de que llegue un mes¨ªas que nos redima de tanto pecado cometido por otros y sufridos por todos.
D¨ªaz, Perera y Talavante convirtieron ayer la fiesta en una miserable farsa, en el timo de la estampita. Porque toda la corrida se fue sin torear, lo que resulta inadmisible para los poqu¨ªsimos toros que colaboran al espect¨¢culo.
Ah¨ª tienen el caso de Curro D¨ªaz, quien, por cierto, result¨® herido en la regi¨®n dorsal entre el primer y segundo dedo, con probable lesi¨®n tendinosa, al recibir un derrote del cuarto tras intentar descabellar. Lamentable lo suyo porque no justific¨® en modo alguno su inclusi¨®n ante la ausencia de Manzanares. Quiz¨¢, tuvo un mal d¨ªa, pero se le vio afligido, sin ¨¢nimo y sin ideas. El capote lo utiliz¨® para coloc¨¢rselo delante, y con la muleta dio un recital de p¨¦sima colocaci¨®n. Mal sin paliativos en su noble primero, y sin recursos ante el cuarto, que punteaba los enga?os.
?Qu¨¦ le pasar¨¢ a Perera? ?D¨®nde est¨¢ ese torero heroico, con mando en plaza que hace nada deslumbr¨® a esta afici¨®n? Mustio se le vio, como un n¨¢ufrago ante el dulce primer toro que le toc¨®, al que se arrim¨®, pero no consigui¨® dar un pase aceptable. Lo molest¨® el viento, es verdad, y se llev¨® una voltereta de a¨²pa. Pero gracias al revolc¨®n y al arrim¨®n final le concedieron una oreja de juguete. Pesad¨ªsimo ante el soso quinto, quiso remediar lo irremediable.
Y a Talavante le toc¨® en suerte un toro, el tercero, que le ofreci¨® las dos orejas en bandeja, y el torero, con esa displicencia que le caracteriza, no las acept¨®. Se luci¨® en una primera tanda de naturales, a la que el toro embisti¨® de largo, con fijeza y codicia, y se acab¨®. Sigui¨® con el pico, se dej¨® enganchar la muleta y quiso tapar su ineptitud con adornos pintureros. Tambi¨¦n embisti¨®, pero menos, el sexto, y con la tarde vencida, aburri¨®.
Abri¨® plaza el rejoneador Joao Moura, hijo, sobrio y sin brillo ante un toro manso que le permiti¨® escaso lucimiento.
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