El 'show' de Eli

El joven prodigio del soul puede seguir empe?¨¢ndose en negar que lo suyo sea un ejercicio retro, pero a¨²n no puede dilucidarse cu¨¢l es su aportaci¨®n personal, m¨¢s all¨¢ de la palidez de su piel, a un g¨¦nero que, en otras manos -no siempre diestras, cierto- ha deparado benditas coyundas con el rock o con el blues y, en contrapartida, edulcoradas simbiosis en f¨®rmulas que ten¨ªan m¨¢s que ver con las servidumbres de la comercialidad. Por mucho que su Come And Get It haya ampliado algo su campo de acci¨®n, lo del bostoniano sigue siendo igual de vintage. M¨¢s jovial, quiz¨¢ m¨¢s contagioso, pero igual de antiguo. Ni una coartada modernizadora. Dicho esto, ser¨ªa de necios negar lo portentoso de su garganta, la brillantez de sus True Loves, y lo espectacular de su puesta en escena. Reforzando a¨²n m¨¢s si cabe su papel de predicador sentimental, Eli Reed ha incrementado la vertiente l¨²dica de su show, apabullando con sobrada vehemencia y todo un derroche de tablas. La imagen del escenario de Mirror invadido por p¨²blico femenino al ritmo del tema que da t¨ªtulo a su ¨²ltimo disco sirve para retratar el hirviente estado de forma de un soulman que no necesita desviarse del gui¨®n para ganar adeptos. Su hora y cuarto de concierto, excusada por una indisposici¨®n de su bater¨ªa, se le hizo muy corta a casi todo el auditorio.