Granjeros urbanitas en el coraz¨®n de Tokio
El cultivo de vegetales comestibles ha dejado de ser cosa de jubilados en las grandes ciudades de Jap¨®n
Pocas ciudades del mundo han sufrido una transformaci¨®n tan radical en el ¨²ltimo siglo como Tokio. La estampa agr¨ªcola t¨ªpicamente japonesa que siempre caracteriz¨® a la llanura de Kanto -donde est¨¢ la capital- les queda hoy a los tokiotas a varias horas en tren. Fruto de esa a?oranza, es f¨¢cil encontrar en los rincones m¨¢s insospechados de esta megal¨®polis peque?os huertos urbanos emparedados entre dos edificios o exuberantes invernaderos situados en las azoteas de los mismos, muchas veces sustentados por los abuelos y abuelas que a?oran los tiempos en los que el campo quedaba en la esquina de casa.
Sin embargo, en los ¨²ltimos tiempos el cultivo de vegetales comestibles se ha convertido en un nuevo pasatiempo para muchos habitantes de la capital japonesa y ha dejado de ser s¨®lo cosa de jubilados. Detr¨¢s del fen¨®meno no s¨®lo est¨¢ la pasi¨®n por lo org¨¢nico; tambi¨¦n la creciente preocupaci¨®n de los tokiotas por la seguridad alimentaria despu¨¦s de haberse destapado algunos casos de intoxicaci¨®n relacionados con productos procedentes de China, el pa¨ªs que m¨¢s vegetales exporta a Jap¨®n y tambi¨¦n, el que sistem¨¢ticamente sigue despertando m¨¢s suspicacia en los desconfiados nipones.
Varias empresas ya han tomado nota del nuevo fen¨®meno. Los grandes almacenes Tokyu Hands est¨¢n vendiendo como churros un kit para cultivo de soja en interior que lanzaron hace poco, mientras que Soradofarm, una granja urbana que se inaugur¨® en el tejado de la estaci¨®n ferroviaria de Ebisu el a?o pasado, pretende satisfacer la fiebre agr¨ªcola de aquellos que no dispongan de un terrado o un huerto. Eso s¨ª, a cambio de una cuota anual de unos 820 euros que permite explotar una parcela de tres metros cuadrados.
Incluso los restaurantes de comida r¨¢pida han tomado nota; la cadena Subway acaba de abrir un establecimiento en el distrito de Chiyoda que cultiva su propia lechuga con un sistema hidrop¨®nico a la vista del cliente. A un par de bloques de este local se hallan las nuevas dependencias de Pasona, una corporaci¨®n japonesa especializada en recursos humanos que ha ido un paso m¨¢s all¨¢; se ha tra¨ªdo de vuelta el a?orado arrozal -que durante siglos ha sido el pilar b¨¢sico del pa¨ªs- a la ciudad. Hasta el punto de que lo ha metido literalmente dentro de la oficina.
Pasona ha dise?ado las nueve plantas de su nueva sede como una granja y ha encasquetado en el edificio m¨¢s de una hect¨¢rea y media de tierra cultivable en la que crecen m¨¢s de 200 tipos de vegetales. Los dos primeros pisos est¨¢n completamente abiertos al p¨²blico: en la planta baja se han colocado un gran parterre cuajado de margaritas, un huerto hidrop¨®nico y un gran arrozal rodeado de macetas en las que brotan girasoles o berenjenas y junto al cual los oficinistas se re¨²nen a charlar.
En el segundo piso los empleados mantienen reuniones entre invernaderos, jardineras de plantas tomateras, pimientos y hierbas arom¨¢ticas o jud¨ªas que crecen emparradas en el techo. Bajo sus asientos, se cultivan brotes de soja dentro de unos cajones. ?stos se cosechan cada diez d¨ªas y se sirven en el comedor de la empresa junto con el resto de vegetales que crecen en el edificio, incluidos los 150 kilos de grano que se pueden cosechar cada a?o del arrozal.
Los encargados de regar y mantener por turnos la granja urbana, incluyendo las plantas y ¨¢rboles frutales que crecen en los balcones de la fachada, son los propios empleados, por lo que durante la visita no es raro ver a un salaryman o a una office lady (nombre que reciben los oficinistas nipones) blandiendo una regadera o unas tijeras de podar.
Seg¨²n la propia empresa, el objetivo no es s¨®lo servir vegetales org¨¢nicos a sus empleados, tambi¨¦n crear un espacio ecol¨®gico (supuestamente, y pese a que el arrozal requiere un costoso equipo de iluminaci¨®n, la granja reduce en dos toneladas la cantidad de CO2 emitido por el edificio cada a?o), disponer un ambiente que mejore la comunicaci¨®n y el trabajo en equipo y, por ¨²ltimo, intentar que sus empleados recuperen ese contacto con la naturaleza que hasta hace no mucho era algo completamente inherente a la identidad japonesa. Prueba de ello es que Chiyoda, el distrito donde est¨¢ la oficina y que hoy es sin¨®nimo de edificios, burocracia y atascos, significa en japon¨¦s "arrozal de las mil generaciones".
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