Tarde hist¨®rica: indulto y Puerta del Pr¨ªncipe para Manzanares
La Maestranza vive el gran triunfo de la fiesta; el triunfo del toro, expuesto y venerado en el altar del arte supremo
El toro, acompa?ado por los cabestros, se march¨® a los corrales galopando, y dio la impresi¨®n de que miraba a los tendidos con el orgullo y la dignidad de los vencedores. La plaza lo despidi¨® puesta en pie, con las palmas de las manos rotas por la emoci¨®n, mientras el diestro Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares, su lidiador, y el ganadero, ?lvaro N¨²?ez del Cuvillo, se fund¨ªan en un abrazo interminable y juntos daban una apote¨®sica vuelta al ruedo.
Se trataba, sin duda, de un momento hist¨®rico; una fecha para enmarcar, de esas que se recuerdan siempre y sirven para decir aquello de 'yo estaba all¨ª'. Ha sido el triunfo de la fiesta; el triunfo del toro, la grandeza del toreo, expuesto y venerado en el altar del arte supremo.
Y Manzanares ha culminado despu¨¦s otra grandiosa faena ante el sexto de la tarde y ha salido en volandas por la Puerta del Pr¨ªncipe. El acabose; lo nunca visto en esta plaza.
Arrojado es su nombre, pes¨® 500 kilos, y naci¨® en abril del a?o 2007. Un toro correcto de presentaci¨®n, bonito de hechuras y c¨®modo de pitones. Sali¨® con pies de los chiqueros, y Manzanares solo pudo lucirse en una ver¨®nica. Acudi¨® con alegr¨ªa al caballo en dos ocasiones y recibi¨® poco castigo, como corresponde a los toros de hoy, pero hizo bien la suerte el picador Chocolate. Galop¨® con br¨ªo en banderillas y permiti¨® el lucimiento de Curro Javier, que clav¨® dos magn¨ªficos pares, y Luis Bl¨¢zquez, que fueron obligados a saludar. Y lleg¨® la muleta de Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares, un torero elegante e inspirado, con empaque y embrujo en las mu?ecas, y va y se encuentra con un toro artista, suave como la seda, que embiste con cadencia, suavidad, con ritmo, alegr¨ªa y suprema bondad. Y toro y torero se funden en una armon¨ªa de destellos art¨ªsticos. Los derechazos surgen lent¨ªsimos, largos, hondos, aut¨¦nticamente majestuosos; y los de pecho se tornan en circulares, mientras la plaza estalla de vibraci¨®n incontenible.
Manzanares despliega toda su tauromaquia, basada en una est¨¦tica personal¨ªsima, en unos movimientos corporales que se acercan al ballet, y se crece en la medida que el toro colabora en una obra de arte que estaba resultando grandiosa. Una tanda, y otra, los tendidos enloquecidos; los naturales, pocos, un prodigio de belleza. Y Arrojado que deslumbra por su forma de acudir al cite, siempre presto, siempre largo y con mayor entrega a medida que avanzaba la faena.
Surgen los primeros pa?uelos en petici¨®n de indulto. Y el toro sigue embistiendo, con m¨¢s br¨ªo si cabe; y la faena se alarga mientras el presidente medita, y, finalmente, se rinde a la evidencia y decide que Arrojado y Manzanares pasen a la historia del toreo.
?Ha sido merecido o no el indulto? Primero, no existe un protocolo que dicte las normas exigidas para tal caso. Ante la calidad superior de un toro, surge la subjetividad. Pero los ¨¢rboles de la emoci¨®n a flor de piel no deben impedir ver el bosque de la realidad. Arrojado no ha sido un toro perfecto. No ha empujado con los ri?ones en el caballo, ha sido banderilleado en los terrenos del sol y all¨ª se ha desarrollado gran parte de la faena de muleta. Ha sido, eso s¨ª, el paradigma del toro moderno, el referente del toro del siglo XXI, que no destaca ni por su trap¨ªo, ni por su fiereza ni poder¨ªo, sino por su calidad, bondad y entrega. Ese es el toro bravo que exige el toreo de hoy. Ese es Arrojado, un bomb¨®n, un merengue, con capacidad ilimitada para embestir. Por esos m¨¦ritos ha entrado en la historia, despu¨¦s de Laborioso, un novillo de Albaserrada, que fue indultado en esta misma plaza el 12 de octubre de 1965.
Pero ha habido m¨¢s: dos pares de banderillas de aut¨¦ntica categor¨ªa de Juan Jos¨¦ Trujillo en el sexto, y otra faena excelsa de Manzanares en ese toro, otro de bandera, que persigui¨® la muleta con acometividad y codicia. Y el diestro, en estado de gloria, ha dibujado el toreo y, en verdad, lo ha elevado a la categor¨ªa de arte. Los muletazos por ambos lados, los cambios de manos, los pases de pecho compusieron toda una sinfon¨ªa dif¨ªcil de explicar. Los naturales, una sola tanda, emotivos, hermosos, magn¨ªficamente abrochados y ligados, perfectos de colocaci¨®n y remate. Y la estocada, hasta la bola, ejecutada con el cuerpo entero. Y la Puerta del Pr¨ªncipe que se ha abierto de par en par para el torero artista.
Pero todo hab¨ªa comenzado con los mejores augurios. Acababa de salir al ruedo el primero de la tarde y se hizo presente un instante m¨¢gico, una r¨¢faga de est¨¦tica sublime. Julio Aparicio lo hab¨ªa recibido con una ver¨®nica y dos medias excepcionales. Volvi¨® sobre sus pasos en el quite y dibuj¨® otras dos ver¨®nicas excelsas, que cerr¨® con dos medias de cartel y una larga airosa. Y h¨¦te aqu¨ª que Morante da un paso al frente, abre su capote y en la Maestranza no se o¨ªa una mosca: una ver¨®nica lenta, una segunda grandiosa y eterna y una media de oro puro. Son¨® la m¨²sica y la plaza qued¨® extasiada y conmovida. Despu¨¦s, se comprob¨® que a Aparicio le acompa?a un ¨¢nimo muy corto, y Morante no lleg¨® a entenderse con su primero, que lo desbord¨®, y abrevi¨® ante el quinto, que se vino abajo.
La tarde era de Manzanares y N¨²?ez del Cuvillo, la ganader¨ªa referente, hoy por hoy, de la fiesta. Para bien y para mal. Pero el p¨²blico f¨¢cil y aplaudidor de la Maestranza se lo pas¨® en grande. Hoy, es evidente que se prefiere al arte con toros como Arrojado que haza?as con toros fieros, encastados y poderosos; con toros de verdad.
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