'Homenaje a Juan Pedro'
Si en el toreo hubiera justicia parda, la terna habr¨ªa llegado al hotel sin orejas, y los toros hubieran salido por la puerta grande hacia la calle Alcal¨¢ a hombros de su criador, Juan Pedro Domecq, recientemente fallecido. Pero como el toreo lo inventaron los hombres, los toreros quedaron con su anatom¨ªa intacta y los animales colgar¨¢n ya sus carnes de alg¨²n pincho carnicero. Pero, con toda seguridad, y a pesar de tan mala postura, disfrutar¨¢n del limbo bendito en el que pastan los toros buenos.
Este fue el merecido homenaje de los toros a su ganadero: bien presentados, a excepci¨®n de un par de ellos, cumplidores en los caballos, a los que empujaron con fuerza; largos y codiciosos en banderillas, y con recorrido, nobleza y fijeza en el tercio final. Solo desenton¨® de verdad el primero, precioso de l¨¢mina y bien armado, que se comport¨® feamente como un manso descastado. Nunca Juan Pedro imagin¨®, quiz¨¢, tan emocionante homenaje en la plaza de las Ventas.
Domecq/Uceda, Bautista, Morenito
Toros de Juan Pedro Domecq, bien presentados, a excepci¨®n de segundo y tercero, bravucones y nobles. Dentro de un nivel general aceptable, destacaron cuarto y quinto.
Uceda Leal: estocada ca¨ªda (silencio); gran estocada (oreja).
Juan Bautista: pinchazo y casi entera (silencio); pinchazo, pinchazo hondo y un descabello (pitos).
Morenito de Aranda: media, dos descabellos, _aviso_ y un descabello (silencio); pinchazo, pinchazo hondo, un descabello _aviso_ y un descabello (silencio).
Plaza de las Ventas. 13 de mayo. Cuarta corrida de feria. Casi lleno.
'Que no te toque un toro bravo', dicen que dijo Belmonte; y ahora habr¨ªa que concretar: que no te toque un toro que repita en la muleta, porque corres el peligro de que quedan al aire tus carencias. Y otra m¨¢xima: el toro pone a cada uno en su sitio. Y qu¨¦ verdad es. ?D¨®nde est¨¢n Uceda, Bautista y Morenito? Pues, donde los ha puesto el toro; es decir, donde tienen que estar, en la segunda fila, en tierra de nadie, porque ayer, sin ir m¨¢s lejos, dejaron escapar por sus muy escasos m¨¦ritos una tarde de triunfo gordo. Y otra m¨¢xima: lo que no puede ser, no puede ser, y, adem¨¢s, es imposible. En otras palabras, que dar pases los dan muchos, pero torear es cosa de privilegiados.
Uceda Leal cort¨® una oreja y se gan¨® la plaza que ha dejado libre en el cartel de hoy Leandro, herido en Valladolid. Un hombre con la suerte de cara -Uceda, se entiende-, porque, despu¨¦s de ofrecer una imagen desalentadora ante el descastado primero, brind¨® al p¨²blico la nobleza del buen toro cuarto, al que hab¨ªa veroniqueado con galanura, y se dispuso a torear. Bueno... Cinco tandas de dos, -a lo m¨¢s, tres pases-, y el de pecho, acelerados y sin reposo, y entre una multitud de derechazos, sobresalieron seis o siete y un natural. Pero todo aprisa, sin peso, mientras sobresal¨ªa el temple, la fijeza y el recorrido de su oponente. Lo mat¨® bien, ciertamente, y le concedieron una oreja que supo a muy poco. Ese toro merec¨ªa mucho m¨¢s, pero a Uceda no le acompa?an la alegr¨ªa ni los arrestos.
Pero para mala suerte la de Juan Bautista, que va y le toca el mejor toro de la tarde, el quinto, que todav¨ªa debe estar embistiendo en el limbo, y el torero lo hizo rematadamente mal. Inexplicable, pero verdadero. Codicioso era el toro, incansable en su embestida, largo y hondo, humillado siempre, y el diestro le dio muchos pases entre la indiferencia general, primero, y el enfado posterior. No debe ser f¨¢cil torear bien a un buen toro. Y la pobre actuaci¨®n de Juan Bautista, acelerado, fuera de cacho, inseguro, lo certifica. Tampoco destac¨® ante el noble segundo, al que aburri¨® con su torpeza y abulia. Si se torea siempre hacia fuera, no es posible la emoci¨®n.
Y como no hay dos sin tres, tampoco dio en la diana el otrora elegante y fino Morenito. Se adorn¨® mucho ante el tercero, pero solo se le recuerda un derechazo limpio entre sus cortas y aburridas tandas. Y brind¨® la muerte del sexto, que acometi¨® al galope en banderillas, y con el que se dobl¨® toreramente en los inicios de faena. Pero el animal lo desbord¨® a las primeras de cambio, y el torero se agobi¨®, se aceler¨®, no supo encontrar el camino y todo se diluy¨® como un azucarillo. Lo dicho: procura que no te embista un toro en Madrid...
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