Un gatito y un tost¨®n
?C¨®mo hemos cambiado, madre m¨ªa...! Si hace solo unos a?os, no muchos, se le ocurre al presidente de turno aprobar un toro como el que sali¨® en cuarto lugar lo corren a gorrazos calle Alcal¨¢ arriba. Y ayer se consum¨® el desaguisado: fue aprobado y lidiado un novillo con cara y hechuras de gato. Hubo protestas, s¨ª, pero sin ruido, como si la plaza estuviera ya condenada a la mala suerte de la modernidad que se lleva por delante la exigencia a toros y toreros. Ten¨ªa ese animal tal cara de ni?o chico, que lo mirabas y te daban ganas de arrimarle un biber¨®n. Y, adem¨¢s, el pobrecito era un inv¨¢lido. Y comentaban los vecinos: ¨¦ste vuelve a los corrales... S¨ª, si... Como no rod¨® por los suelos m¨¢s que una vez porque los toreros no lo obligaron con los capotes, volvi¨® al desolladero arrastrado por las mulillas despu¨¦s de que el presidente que lo hab¨ªa aprobado, incorrectamente, en el reconocimiento se empecinara en su error, que es lo que suelen hacer los se?ores inteligentes en este mundo del toro. Total, una verg¨¹enza que mancha y sonroja la historia de esta plaza.
El Cortijillo/Urdiales, Morenito, Tendero
Toros de El Cortijillo, mal presentados, especialmente el anovillado cuarto; blandos, mansos y descastados. Encastado y codicioso el segundo.
Diego Urdiales: dos pinchazos y estocada baja (silencio); estocada _aviso_ (silencio).
Morenito de Aranda: estocada atravesada _aviso_ y dos descabellos (ovaci¨®n); pinchazo, media y dos descabellos (silencio).
Miguel Tendero: dos pinchazos y cuatro descabellos (silencio); pinchazo, casi entera y dos descabellos (silencio).
Plaza de las Ventas. 26 de mayo. D¨¦cimosexta corrida de feria. Casi lleno.
Pero no acab¨® ah¨ª el tal asunto. El diestro encargado de su lidia y muerte era Diego Urdiales, y sali¨® decidido a hacerle faena. ?Y vaya con la decisi¨®n...! Hubo apuestas en el tendido de que nos daban all¨ª las uvas mientras el torero insist¨ªa con una y otra tanda, ora por la derecha, ora por la izquierda, a cual m¨¢s aburrida e insufrible. Y cuando cre¨ªas que iba a por la espada, volv¨ªa Urdiales y daba tres o cuatro mantazos m¨¢s. Aquello fue un tostonazo para el que el ser humano no est¨¢ preparado.
Y lo m¨¢s sorprendente es que se silenci¨® la labor del pesado del torero y nadie recrimin¨® al incompetente presidente su grav¨ªsimo error. ?C¨®mo hemos cambiado, madre m¨ªa...!
La verdad es que la corrida fue muy decepcionante por el mal juego de los toros y la colaboraci¨®n inestimable de los toreros. El primero de Urdiales, por ejemplo, era un vago, de esos que hay en todas las familias que no la doblan en su vida. Sali¨® agotado y, en plena faena de muleta, se ech¨® a descansar mientras observaba con desd¨¦n al torero. Este p¨ªcaro enga?¨® al ganadero, se meti¨® en la mang¨¢ creyendo que iba de vacaciones y, cuando vio lo que hab¨ªa, se neg¨® a embestir. O el tercero, que sali¨® por chiqueros con mucha prevenci¨®n, ech¨® una mirada al respetable, y en vista de que aquello no le sonaba de nada, volvi¨® sobre sus pasos hacia dentro que se las pelaba. Normal, ?usted que hubiera hecho si lo sacan de la dehesa y cuando cree que vuelve a la paz del campo se encuentra con tanta gente mir¨¢ndolo? Pues, eso. Con ese toro, descastado y parado, Tendero estuvo desdibujado y con pocas ideas. Lo raro es que brind¨® al p¨²blico el sexto, de parecidas caracter¨ªsticas, y ni toro ni torero dijeron nada.
Pero la sorpresa salt¨® en el segundo. Era un toro feo, sin presencia, un manso como todos, distra¨ªdo y huidizo, que se doli¨® en banderillas y lleg¨® al tercio final sin una sola apuesta a su favor. Pero, amigo, cuando vio la muleta de Morenito hizo de su alcance el sentido de su ya corta vida; y la persigui¨® con br¨ªo, con inusitada acometividad y violencia. El primer sorprendido fue el torero, que aguant¨®, como la ocasi¨®n exig¨ªa, y decidi¨® jugarse el tipo. As¨ª, surgieron derechazos largos, un trincherazo de cartel y un par de pases de pecho de pit¨®n a rabo, hasta que tom¨® la zurda y la faena alcanz¨® momentos de brillantez en tres tandas de naturales en las que destacaron algunos muy meritorios. Bien por Morenito con un encastado manso al que tore¨® entre las dos rayas, cerca de toriles, como exig¨ªa el toro. Bien, pero no cort¨® una oreja siquiera de las dos que le ofreci¨® su oponente, y que le hubieran servido para salir de esa zona media e indefinible que ocupa. Mat¨® mal, y le falt¨®, quiz¨¢, dar ese paso, dificil¨ªsimo, sin duda, pero imprescindible para enloquecer al p¨²blico y erigirse en figura. Brind¨® la muerte del parado quinto y protagoniz¨® otro tost¨®n, al estilo de su compa?ero. Afortunadamente, no hubo desmayos, pero ?c¨®mo hemos cambiado, madre m¨ªa...!
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