Poderoso y artista
Jos¨¦ Ortega Cano es el ¨²nico matador que ha indultado un toro en las Ventas
Jos¨¦ Ortega Cano (Cartegena, 27 de diciembre de 1953) Siempre ha tenido a gala su origen humilde, su lucha y af¨¢n de superaci¨®n para llegar a ser figura del toreo. Fue de los ¨²ltimos matadores en conocer el oficio, como lo hizo tambi¨¦n Manolete, en la parte seria de los espect¨¢culos c¨®micos. Ah¨ª supo de la dureza de las carreteras, del mundo de los banderilleros y las cuadrillas de enanos toreros que frente a becerras en plazas de talanqueras se ganaban la vida haciendo reir a los m¨¢s peque?os. Era la salida para un joven cartagenero que, sin todav¨ªa demasiado cartel y nadie que le patrocinase, ten¨ªa para salir adelante.
Son muchas las ocasiones en las que ¨¦l ha recordado como vend¨ªa churros antes de ir a la escuela y fruta al salir de la misma para ayudar a su familia. Sin antecedentes taurinos entre los suyos, fue su padre quien le inculc¨® la afici¨®n a los toros.
Debut¨® con caballos en 1973, con 20 a?os, en Vistalegre y cort¨® una oreja que le sirvi¨® para, solo un a?o despu¨¦s, tomar la alternativa de manos de Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares, el 12 de noviembre de 1974 en Zaragoza. Durante cuatro a?os apenas se tuvo noticia del torero, sin ninguna oportunidad en el ruedo sigui¨® entren¨¢ndose y busc¨¢ndose la vida en el modesto negocio de ultramarinos que ten¨ªa junto a los hermanos en San Sebasti¨¢n de los Reyes.
Tanto es as¨ª que lleg¨® a pensar en hacerse banderillero. Por fortuna, su habilidad con los palos le sirvi¨® para convertirse en un fino rehiletero, conocedor de los terrenos del toro y habilidoso al cuarteo y al sesgo.
La confirmaci¨®n de su alternativa en Las Ventas lleg¨® el 14 de mayo de 1978, con Antonio Rojas de padrino y Lorenzo Manuel Villalta de testigo, un cartel de modestos, con toros de Sotillo Guti¨¦rrez, de origen Santa Coloma. No obtuvo trofeos pero la c¨¢tedra vente?a le oblig¨® a dar tres vueltas al ruedo.
A partir de entonces comenz¨® la verdadera forja del ¨ªdolo de Madrid. Un calvario de actuaciones jalonadas con cornadas y triunfos. Reg¨® con su sangre el albero de Bilbao y Madrid.
A diferencia de los diestros especializados en corridas duras, Ortega Cano nunca perdi¨® la compostura o la sensibilidad. Siempre ha hecho gala de un exquisito gusto por las formas, recre¨¢ndose incluso en una suerte tan dif¨ªcil como el volapi¨¦.
Tuvo varios momentos que quedar¨¢n siempre en la historia del toreo. Como la salida a hombros junto a C¨¦sar Rinc¨®n en la corrida de beneficencia. Ambos diestros se retaron en 1991, mano a mano, con toros de pavorosa presentaci¨®n de Samuel Flores. Ya era entonces figura consagrada. ?l mismo dijo que entre la Virgen del Pilar y el doctor Val-Carreres le salvaron la vida, fue el 13 de octubre de 1987, al recibir de capote al toro Arbolario. El pit¨®n penetr¨® por el abdomen y le rompi¨® la pleura y el diafragma.
1986 fue su gran temporada, hizo 82 pase¨ªllos y no falt¨® en ninguna de las grandes ferias. Protagoniz¨® junto a Julio Robles un altercado de pundonor extremo. el 12 de septiembre siempre se recordar¨¢ como "la tarde de los quites". Los dos toreros destaparon todo su saber con el capote y, dado el nivel, de competencia hubo que separar a los miembros de sus cuadrillas.
El hito hist¨®rico hasta ahora nunca superado fue el indulto de Belador, de Victorino Mart¨ªn, el ¨²nico toro al que se le ha perdonado la vida en Las Ventas. Fue el 19 de julio de 1982, en la corrida de Asociaci¨®n de la Prensa, planteada como un concurso de ganader¨ªa, una de esas tardes en que el toro cobra protagonismo y cada lance se convierte en cata y disecci¨®n de bravura. El m¨¦rito, por supuesto, fue en gran parte del toro, pero tambi¨¦n de un torero que supo ser generoso, lucirlo en todos los tercios y crear el estado de ¨¢nimo extraordinario y nunca m¨¢s repetido para que toda la plaza, en pie, clamara por el indulto del toro. Su nombre quedaba escrito, para siempre, junto al del mejor ganadero de los ¨²ltimos 60 a?os.
Es sabido que en Madrid se castiga con la inferencia o, peor a¨²n, con alguna voz a destiempo, cuando los toreros comienzan a ser m¨¢s conocidos en el papel cuch¨¦ que por sus gestas en el ruedo. Ortega Cano siempre ha sido la excepci¨®n, su hoja de servicios ha sido aval m¨¢s que suficiente. Al diestro cuya entrega y perfeccionismo en las formas le ha dado cr¨¦dito suficiente como para perdonarle tardes aciagas en su ¨²ltima etapa. Para hacer la vista gorda cuando daba la sensaci¨®n de estar a disgusto dentro del traje de luces. Sus gestos de humanidad siempre se han tenido en cuenta dentro del mundo taurino.
El percance m¨¢s grave de su carrera lo sufri¨® en Cartagena de Indias, en 1995, cuando un toro le cogi¨® por el costado y le afect¨® al ri?¨®n. Se temi¨® por su vida. La recuperaci¨®n fue larga. Desde entonces escalon¨® sus actuaciones en plazas de compromiso.
Fue testigo en la alternativa de El Juli, en 1998, y padrino de confirmaci¨®n de Jos¨¦ Tom¨¢s en 1996. Dos hechos que remarcan la importancia de este diestro para los toreros m¨¢s cotizados en la actualidad.
Desde su primera retirada en serio, en 1998, se dedid¨® de lleno a la ganader¨ªa donde siempre ha tenido las puerta abiertas para cualquier chaval con ganas de ser alguien y atesorar conocimientos de un maestro tan poderoso como artista. La elecci¨®n de un ganado de procedencia poco convencional, franco en sus embestidas pero de un dominio especial inicial, evidencia el gusto por una fiesta diferente a la impuesta actualmente con el ganado de origen Domecq. Yerbabuena no es una divisa entre las m¨¢s comerciales, pero s¨ª una de las m¨¢s reconocidas por el aficionado exigente.
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