?S¨¢lvese quien pueda...!
Permitan, por favor, la licencia. La escena no es para re¨ªrse, pero result¨® c¨®mica porque no ocurri¨® percance alguno. Sali¨® al ruedo el cuarto de la tarde, un pavo de 562 kilos de peso, cuajado, bien armado, serio, con cara de hombre mayor, y acudi¨® a la llamada de un subalterno guarecido en el burladero de cuadrillas, que est¨¢ justo delante de la zona del callej¨®n donde m¨¢s personas se concentran: toreros de oro y plata, mozos de espadas, ayudas, el apoderado de turno, el de las banderillas, el puntillero de la plaza, alg¨²n enchaquetado desconocido... El toro responde al cite, y, cuando todos pensaban que rematar¨ªa en la madera, tom¨® aire, dio un salto ol¨ªmpico y all¨¢ que fue a caer entre la multitud de taurinos. Griter¨ªo ensordecedor en los tendidos, y terror y angustia entre las tablas. ?Pies para qu¨¦ os quiero...!. Una marabunta se form¨® en un segundo. Mientras todos corr¨ªan despavoridos y ofrec¨ªan una fortuna por un agujero, capotes, toallas y botellas saltaron por los aires. Fueron unos instantes dram¨¢ticos. Por fin, todos milagrosamente ya a buen recaudo, alguien acierta a abrir una puerta de acceso al ruedo, y cuando el esperado era el toro, quien sali¨® en estampida fue un arenero emulando al campe¨®n de cien metros lisos, perseguido por el pavo saltar¨ªn. No pas¨® nada; el operario alcanz¨® su burladero y nadie result¨® damnificado. Bueno, que se sepa, porque no hay m¨¢s que imaginar la bronca nocturna de la esposa del arenero porque el marido, bien es cierto, no estaba en su sitio y el error le pudo costar caro.
PE?AJARA / DE MORA, JIM?NEZ, CORT?S
Toros de Pe?ajara, ¡ªel quinto, devuelto¡ª, muy bien presentados, serios, con cuajo, muy mansos, desclasados y peligrosos; el segundo, bravo y noble. El sobrero, de Carmen Segovia, bien presentado, inv¨¢lido y descastado.
Eugenio de Mora: estocada ca¨ªda (silencio), estocada (silencio).
C¨¦sar Jim¨¦nez: estocada (oreja), estocada (oreja protestada). Sali¨® a hombros por la puerta grande.
Javier Cort¨¦s: pinchazo, bajonazo y cuatro descabellos (silencio), pinchazo y estocada (silencio).
Plaza de Las Ventas, 31 de mayo. Vigesimasegunda corrida de feria. Casi lleno.
Ahora, en serio. La corrida no fue ninguna broma: toros con mucho cuajo, de estampa antigua, mansos hasta la desesperaci¨®n, peligros¨ªsimos algunos de ellos; y el segundo, de exquisita calidad. Hubo toreros machos, que aguantaron lo inaguantable; otro que sali¨® a hombros por la puerta grande tras cortar una en cada toro muy discutidas; cuadrillas valerosas, pares de banderillas de categor¨ªa y hasta dos quites providenciales de premio: uno de Jos¨¦ Manuel Infante a su torero, Javier Cort¨¦s, y otro de C¨¦sar Jim¨¦nez al propio Infante. No fue, ni mucho menos, una corrida aburrida.
Jim¨¦nez sali¨® triunfante entre una fuerte divisi¨®n de opiniones. Y lo cierto es que estuvo bien con el excelente segundo, y valeroso y t¨¦cnico con el incierto sobrero. Pero no tan bien como para salir a hombros. Esa es la consecuencia de que en esta plaza una oreja en cada toro permita abrir la puerta grande; porque hay orejas que parecen un premio de consolaci¨®n.
Eso le ocurri¨® a Jim¨¦nez: se encontr¨® con un toro de calidad suprema, que, despu¨¦s de cumplir con creces en el caballo y banderillas, lleg¨® de dulce a la muleta, con prontitud, codicia, clase, ritmo y, sobre todo, nobleza; arrastraba el hocico y hac¨ªa el avi¨®n (giraba la cabeza mientras embest¨ªa como si fuera a doblar una esquina). Y ese tipo de toro exige un torero de su misma calidad, uno que pueda decir el misterio que lleva dentro. Acompa?¨® bien la embestida Jim¨¦nez en una faena realizada junto a los tendidos de sol, en la que sobresalieron una tanda de derechazos relajados y ligados y otra de naturales hermosos. Y mat¨® de una buena estocada, pero qued¨® la sensaci¨®n de que ese toro ped¨ªa m¨¢s, un triunfo de los gordos, y no fue as¨ª. Sali¨® en el quinto a jugarse el tipo, otra vez en los terrenos de la solanera, y se mostr¨® valiente, batallador y entregado con un animal incierto al que mand¨® y aguant¨®. Se cruz¨® muy torero, hizo el esfuerzo y rob¨® muletazos de calidad que su oponente no ten¨ªa. Otra oreja, esta merecida, y bronca ruidosa entre los exigentes del 7 y los bullangueros del 5. Pero Jim¨¦nez, tras una respetuosa reverencia a los que protestaban, se fue a hombros hacia la calle de Alcal¨¢.
Sombrerazo para Eugenio de Mora y Cort¨¦s. Bailaron con las m¨¢s feas: ilidiables los dos del primero, y complicad¨ªsimos los de su compa?ero. Salieron de la plaza por sus pies, que es lo importante, pero ambos dejaron una respetabil¨ªsima impresi¨®n de que son dos h¨¦roes admirables. De Mora sorte¨® con agilidad las pu?aladas de su primero y aguant¨® al marrajo cuarto. El joven Cort¨¦s trag¨® quina con el tercero, y no le perdi¨® la cara a los ga?afones del sexto. Lo dicho: ?s¨¢lvese quien pueda...!
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