Un rojo espa?ol
Jorge Sempr¨²n pag¨® un alto precio por disponer de un excepcional talento literario y, a la vez, de una irreducible vocaci¨®n pol¨ªtica. Hablar de ¨¦l en el pa¨ªs al que el exilio, en lugar de alejarlo, lo uni¨® con lazos m¨¢s fuertes que los del nacimiento y la lengua, era evocar inevitablemente al dirigente comunista y al ministro de Cultura de un Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez, no al escritor de un pu?ado de obras imprescindibles para entender los dramas del siglo XX. No solo los dramas colectivos de los que dan cuenta los libros de historia, sino tambi¨¦n, y sobre todo, el drama ¨ªntimo multiplicado por innumerables hombres y mujeres que un d¨ªa descubrieron, y no se lo ocultaron, que hab¨ªan combatido por la buena causa, s¨ª, pero desde ideas que resultaron monstruosamente equivocadas.
Percibido en Espa?a como pol¨ªtico y no como escritor, su figura, reconocida en Europa con todos sus matices y su fascinante y misteriosa complejidad, qued¨® a merced del sectarismo que se ha ido adue?ando de la vida p¨²blica hasta convertirla en el cenagal del que abominaba, pero del que jam¨¢s se desentendi¨®. Tanto, que de manera cada vez m¨¢s firme durante los ¨²ltimos a?os de su vida pareci¨® construirse un pa¨ªs propio en el que la expresi¨®n "rojo espa?ol", m¨¢s all¨¢ de su significado literal, empez¨® a resumir la totalidad de su inagotable experiencia, elaborada y reelaborada hasta el l¨ªmite en su fecunda obra literaria y en el inmenso placer que encontraba en la conversaci¨®n.
Jorge Sempr¨²n se recordaba como un rojo espa?ol cuando, siendo un muchacho, debi¨® abandonar Espa?a al acabar la guerra civil. Tambi¨¦n cuando, en la Francia ocupada, se alist¨® en la Resistencia. Y tambi¨¦n cuando cay¨® en manos de la Gestapo y fue torturado e internado en Buchenwald. Y cuando escuch¨® un Padrenuestro en espa?ol al primer y sobrecogido soldado norteamericano que entr¨® en el campo en el momento de la liberaci¨®n, un negro de origen hispano. Y cuando cruz¨® incontables veces la frontera desde Francia para organizar el Partido Comunista clandestino, cit¨¢ndose con Javier Pradera. Y cuando fue expulsado junto a Fernando Claud¨ªn por defender la evidente necesidad de la reconciliaci¨®n. Y tambi¨¦n, definitivamente tambi¨¦n, cuando en los ¨²ltimos tiempos muchos m¨¢s j¨®venes que ¨¦l creyeron que la expresi¨®n "rojo espa?ol" encarnaba todas las virtudes olvidando, sin embargo, todas sus miserias. Reconoci¨¦ndolas, expi¨¢ndolas, combati¨¦ndolas, y haci¨¦ndolo, adem¨¢s, cuando eso conllevaba la soledad y el anatema, no el aplauso de la mayor¨ªa, fue como Jorge Sempr¨²n quiso dotar a esta expresi¨®n de la dignidad serena y consciente que fue adquiriendo en su vocabulario y en ese pa¨ªs a la vez imaginario y real que quiso que fuera Espa?a.
Ignorando en gran medida al escritor y recordando sobre todo al pol¨ªtico, el pa¨ªs al que consagr¨® infatigablemente sus esfuerzos se ha privado durante demasiado tiempo de un legado que est¨¢ a la altura de los m¨¢s clarividentes testimonios de los dramas que padeci¨® el siglo XX. Dramas espa?oles y europeos, y tambi¨¦n universales, sobre los que Jorge Sempr¨²n, un rojo espa?ol, no dej¨® de interrogarse hasta el ¨²ltimo aliento.
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