Muere Jorge Sempr¨²n, una memoria del siglo XX
De ni?o del exilio a ministro de Cultura, el autor de ¡®La escritura o la vida¡¯ fue deportado al campo de concentraci¨®n de Buchenwald y expulsado del partido comunista por disidente
Jorge Sempr¨²n ha muerto en Par¨ªs este martes, seg¨²n han informado fuentes pr¨®ximas a la familia. Ten¨ªa 87 a?os. Con ¨¦l se pierde para siempre parte de los recuerdos del preso n¨²mero 44.904, su matr¨ªcula en Buchenwald, el campo de concentraci¨®n alem¨¢n en el que vivi¨® deportado entre los 20 y los 22 a?os. Sempr¨²n construy¨® su obra literaria con los fragmentos de su propia memoria y en ella queda, pues, el recuerdo de los hechos y de los sentimientos de una vida marcada a fuego por todas las barbaries modernas.
Con ¨¦l, sin embargo, desaparece un recuerdo que no cabe en los libros: el del olor a carne quemada. Lo dijo ¨¦l mismo en 2000, en una entrevista. Lo que m¨¢s le preocupaba del porvenir era esa precisa memoria: "Est¨¢n desapareciendo los testigos del exterminio. Bueno, cada generaci¨®n tiene un crep¨²sculo de esas caracter¨ªsticas. Los testigos desaparecen. Pero ahora me est¨¢ tocando vivirlo a m¨ª. A¨²n hay m¨¢s viejos que yo que han pasado por la experiencia de los campos. Pero no todos son escritores, claro. En el crep¨²sculo la memoria se hace m¨¢s tensa, pero tambi¨¦n est¨¢ m¨¢s sujeta a las deformaciones. Luego hay algo... ?Sabe usted qu¨¦ es lo m¨¢s importante de haber pasado por un campo? ?Sabe usted qu¨¦ es exactamente? ?Sabe usted que eso, que es lo m¨¢s importante y lo m¨¢s terrible, es lo ¨²nico que no se puede explicar? El olor a carne quemada. ?Qu¨¦ haces con el recuerdo del olor a carne quemada? Para esas circunstancias est¨¢, precisamente, la literatura. ?Pero c¨®mo hablas de eso? ?Comparas? ?La obscenidad de la comparaci¨®n? ?Dices, por ejemplo, que huele como a pollo quemado? ?O intentas una reconstrucci¨®n minuciosa de las circunstancias generales del recuerdo, dando vueltas en torno al olor, vueltas y m¨¢s vueltas, sin encararlo? Yo tengo dentro de mi cabeza, vivo, el olor m¨¢s importante de un campo de concentraci¨®n. Y no puedo explicarlo. Y ese olor se va a ir conmigo como ya se ha ido con otros". Hoy esas palabras son m¨¢s ciertas que nunca.
Una literatura de la memoria
"Tengo m¨¢s recuerdos que si tuviera mil a?os". Las palabras de Baudelaire que Jorge Sempr¨²n utiliz¨® en Adi¨®s, luz de veranos... describen certeramente la vida de un hombre cuyas ocho d¨¦cadas de existencia pueden rastrearse en su obra narrativa, que contiene ficciones como La monta?a blanca, Netchaiev ha vuelto o Veinte a?os y un d¨ªa pero que pasar¨¢ a la historia por uno de los grandes ciclos autobiogr¨¢ficos de la literatura contempor¨¢nea.
Como la propia memoria, la obra memorial¨ªstica de Sempr¨²n no funciona como una l¨ªnea recta sino como una espiral: a veces los mismos episodios se cuentan en distintos libros con intenci¨®n diversa. "Porque mi vida no es como un r¨ªo", se lee en Aquel domingo, "sobre todo como un r¨ªo siempre diferente, nunca el mismo, en el que no se puede ba?ar uno dos veces: mi vida es completamente lo ya visto, lo ya vivido, lo repetido, lo mismo hasta la saciedad, hasta convertirse en otro, extra?o, a fuerza de ser id¨¦ntico".
Aun as¨ª, cabr¨ªa reconstruir los momentos clave de la vida del escritor leyendo cronol¨®gicamente una serie de libros que no fueron escritos respetando ese orden: la adolescencia en el exilio de la Guerra Civil (Adi¨®s, luz de veranos...), la resistencia antinazi y la experiencia de Buchenwald (El largo viaje, Vivir¨¦ con su nombre, morir¨¢ con el m¨ªo, Aquel domingo y, sobre todo, La escritura o la vida), la expulsi¨®n del Partido Comunista de Espa?a (Autobiograf¨ªa de Federico S¨¢nchez) o el periodo como ministro de Cultura en la segunda legislatura de Felipe Gonz¨¢lez (Federico S¨¢nchez se despide de ustedes).
Nieto por parte de madre del pol¨ªtico conservador Antonio Maura, presidente del Gobierno con Alfonso XIII, Jorge Sempr¨²n naci¨® en Madrid el 10 de diciembre de 1923. Su madre muri¨® antes de que ¨¦l cumpliera ocho a?os y, con la Guerra Civil, todos los hermanos marcharon a La Haya para reunirse con su padre, embajador de la Rep¨²blica en los Pa¨ªses Bajos. El futuro escritor comenzaba as¨ª un exilio que ha durado toda su vida. En 1939, con la guerra perdida, la familia se instal¨® en Par¨ªs, donde Jorge y su hermano Gonzalo estudiaron como internos en el exigente liceo Henri IV. En Adi¨®s, luz de veranos... (1998), Sempr¨²n recordar¨ªa esos a?os en que, despu¨¦s de ser objeto de chanza en una panader¨ªa por su acento franc¨¦s se conjur¨® para eliminar todo rastro extranjero en la pronunciaci¨®n de la que terminar¨ªa siendo su lengua literaria fundamental.
Si el descubrimiento de Levinas le vali¨® su primer premio extraordinario de filosof¨ªa, el compromiso pol¨ªtico le hizo ingresar en el Partido Comunista de Espa?a en 1942. Un a?o m¨¢s tarde fue detenido como miembro de la Resistencia antinazi, torturado y deportado al campo de concentraci¨®n de Buchenwald. All¨ª se libr¨® de la muerte probable que esperaba a los intelectuales cuando fue inscrito como estucador en lugar de como estudiante. Su conocimiento del alem¨¢n, una obsesi¨®n de su padre, le ayud¨® tambi¨¦n a sobrellevar los dos a?os que pas¨® con el tri¨¢ngulo rojo y la S de Spanier (espa?ol) en el pecho.
El 11 de abril de 1945, dos soldados estadounidenses abrieron la cancela del campo, marcada con una sarc¨¢stica inscripci¨®n: "A cada uno lo que se merece". Pero con la liberaci¨®n y los recuerdos de la experiencia concentracionaria llegaba tambi¨¦n para Jorge Sempr¨²n un dilema: o escribir sobre el pasado (y lo pasado) o vivir el presente. Lo primero, dir¨ªa luego, le hubiera llevado al suicidio de no haber mediado los a?os. Aunque ya en 1963 hab¨ªa volcado parte de su experiencia en El largo viaje, hubo que esperar a 1994 para que el narrador buceara hasta el fondo de aquella herida. El resultado fue un t¨ªtulo hoy m¨ªtico: La escritura o la vida.
Mientras llegaba el momento de la catarsis, Sempr¨²n se volc¨® en la militancia comunista convertido en Federico S¨¢nchez, su nombre en la clandestinidad de la Espa?a franquista. Pero el mundo se quebr¨® para ¨¦l por segunda vez en 1964. Ese a?o, junto a Fernando Claud¨ªn, fue expulsado del PCE por su discrepancia con la l¨ªnea oficial de Dolores Ib¨¢rruri y Santiago Carrillo. Aquel episodio servir¨ªa como columna vertebral al libro que, escrito en espa?ol, le vali¨® el premio Planeta de 1977: Autobiograf¨ªa de Federico S¨¢nchez.
A?os m¨¢s tarde, en Federico S¨¢nchez se despide de ustedes (1993), el escritor se deshac¨ªa definitivamente de su alias en el relato que recog¨ªa su ¨²ltimo paso por la pol¨ªtica. Entre 1988 y 1991 hab¨ªa sido ministro de Cultura y aquel libro se convirti¨® en una pieza irrepetible, por infrecuente, de la literatura espa?ola: las memorias p¨²blicas de un miembro del Gobierno. P¨²blicas y descarnadas. Con una altura literaria marca de la casa, Sempr¨²n narra sin tapujos sus desencuentros con el aparato del PSOE, encarnado en el vicepresidente Alfonso Guerra. Una crudeza que se convierte en iron¨ªa al contar algunos de los episodios que le toc¨® vivir, ya se tratase de las negociaciones con la baronesa Thyssen para acondicionar el palacio de Villahermosa o de una visita de la reina de Inglaterra al Museo del Prado.
?ltima visita al campo de concentraci¨®n
Las memorias ministeriales de Jorge Sempr¨²n arrancan con una llamada de Javier Solana preguntando al escritor si conservaba el pasaporte espa?ol, condici¨®n sine qua non para formar parte del Gobierno. La respuesta fue afirmativa. Sempr¨²n, autor de guiones de cine para directores como Alain Resnais (La guerra ha terminado) o Costa Gavras (Z, La confesi¨®n), escribi¨® la mayor parte de su obra en franc¨¦s. Nunca perdi¨®, sin embargo, la nacionalidad espa?ola. Si no escribir m¨¢s en espa?ol le priv¨® tal vez del Premio Cervantes, no abandonar la nacionalidad espa?ola le impidi¨® ser admitido -no sin cierta pol¨¦mica- en la Acad¨¦mie Fran?aise, aunque lo fuera en la Acad¨¦mie Goncourt. Ese fue su destino de escritor europeo, el mismo que le vali¨® premios internacionales como el Formentor (1964), el de la Paz de los libreros alemanes (1994) o el Jerusal¨¦n (1996).
La Europa en que cre¨ªa Jorge Sempr¨²n empez¨® a construirse, lo dijo ¨¦l mismo, en la diversidad de los resistentes deportados a Buchenwald, la cara oscura de la Weimar de Goethe, a tan solo unos pasos. El 11 de abril de 2010, el escritor acudi¨® all¨ª por ¨²ltima vez para pronunciar un discurso. Se celebraba el 65? aniversario de la liberaci¨®n del campo y d¨ªas antes public¨® en este diario un art¨ªculo en el que reconoc¨ªa con lucidez extrema, pero con furia, que se acercaba al final: "Por ¨²ltima vez, pues, el 11 de abril, ni resignado a morir ni angustiado por la muerte sino furioso, extraordinariamente irritado por la idea de que pronto ya no estar¨¦ aqu¨ª, en medio de la belleza del mundo o, por el contrario, en su gris¨¢cea insipidez -que en este caso concreto son la misma cosa-, por ¨²ltima vez, dir¨¦ lo que tenga que decir".
Y lo dijo. Sobreponi¨¦ndose al quebranto de la enfermedad, Sempr¨²n acudi¨® a Buchenwald y habl¨®. Lo hizo en el Appelplatz del campo, el mismo lugar en el que se alternaba la voz -"gutural, malhumorada, agresiva"- del Rapportf¨¹hrer, que tronaba a diario, con el hilo musical que algunos domingos emit¨ªa por los altavoces las "sempiternas cancioncillas de amor" de Zarah Leander. All¨ª record¨® a los ni?os jud¨ªos que, en 1945, fueron llevados desde Polonia a Weimar ante el avance del Ej¨¦rcito ruso. Entre ellos estaban Imre Kert¨¦sz y Elie Wiesel, futuros premios Nobel.
A esa generaci¨®n confiaba Sempr¨²n su testimonio. "Todas las memorias europeas de la resistencia y del sufrimiento", dijo, "solo tendr¨¢n, como ¨²ltimo refugio y baluarte, dentro de diez a?os, a la memoria jud¨ªa del extermino. La m¨¢s antigua memoria de aquella vida, ya que fue, precisamente, la m¨¢s joven vivencia de la muerte".
Con la desaparici¨®n de Jorge Sempr¨²n se pierde una memoria del siglo. El resto est¨¢ en su obra. Imborrable. Esos libros, llenos de vida y de amor a la vida, bella o gris, est¨¢n llenos tambi¨¦n de lecturas que alguna vez sirvieron de refugio. ?l, que eleg¨ªa con cuidado cada una de sus citas, coloc¨® hace 10 a?os una frase del actor y poeta Roland Dubillard al frente de Vivir¨¦ con su nombre, morir¨¢ con el m¨ªo. Nueve palabras que dicen algo que suena a decisivo en la voz de un escritor de la memoria: ¡°Estoy seguro de que mi muerte me recordar¨¢ algo...¡±.
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