El edificio inmutable
Se cumplen 25 a?os de la reconstrucci¨®n del Pabell¨®n Mies van der Rohe de la Exposici¨®n Universal de Barcelona de 1929
Parece que siempre haya estado ah¨ª, al pie de la monta?a de Montju?c; mostrando su perfil de l¨ªneas puras, indiferente al paso del tiempo, racional, cl¨¢sico. Pero no es as¨ª. En 1929, cuando se construy¨®, el pabell¨®n alem¨¢n dise?ado por Mies van der Rohe con motivo de la Exposici¨®n Universal de Barcelona, era un artefacto ins¨®lito que caus¨® impresi¨®n y extra?eza. La leyenda arranc¨® cuando se desmantel¨® tras la muestra y, poco a poco, empez¨® a existir de verdad en el imaginario colectivo. Tan fuerte lleg¨® a ser su presencia imaginaria que fue reconstruido hace ahora 25 a?os y parece como nunca hubiera dejado de existir. Es uno de los iconos culturales del siglo XX: no sorprende que el mismo Ai Weiwei, a quien acaban de poner en libertad las autoridades chinas, quedara impresionado cuando realiz¨® all¨ª su instalaci¨®n har¨¢ poco m¨¢s de un a?o.
En 1929, cuando Barcelona acoge la Exposici¨®n Universal y urbaniza la monta?a de Montju?c, lo moderno ya hab¨ªa nacido, pero lo antiguo a¨²n no hab¨ªa muerto. Pocos contrastes explican mejor este momento hist¨®rico que el legado arquitect¨®nico que todav¨ªa define la ciudad: por un lado el Palacio Nacional, en el m¨¢s puro estilo Beaux Arts, imperante todav¨ªa en la mayor¨ªa de las grandes capitales europeas; por otro, la ruptura, la modernidad m¨¢s absoluta: el pabell¨®n alem¨¢n dise?ado por el genial Mies Van der Rohe, uno de los padres de la arquitectura racionalista, junto a Walter Gropius, Le Corbusier, Erich Mendelsohn y J. P. Oud. De todos ellos, en aquel momento, s¨®lo Gropius hab¨ªa construido: la Bauhaus, en Dessau.
Tanto el pabell¨®n como el palacio estaban destinados a ser desmantelados tras el evento. El Palacio, nunca fue derruido y ahora cobija al Museo Nacional de Arte de Catalu?a (MNAC); el pabell¨®n s¨ª que desapareci¨®, pero sigui¨® existiendo en la memoria de la arquitectura, del arte, del pensamiento, y acab¨® por resucitar ?literalmente? medio siglo m¨¢s tarde. Se cumplen ahora 25 a?os de esta reconstrucci¨®n, llevada a cabo exactamente en el mismo lugar de Montju?c, junto a la fuente, donde originalmente se encontraba el edificio que fue inaugurado en 1929 por el rey Alfonso XIII, en una ceremonia de la que dan cuenta todos los cronistas de la ¨¦poca.
Fue todo un acontecimiento. Un reportero que asist¨ªa a la inauguraci¨®n recogi¨® unas declaraciones de Van der Rohe sobre la arquitectura moderna. "La vida ha cambiado en relaci¨®n a los ¨²ltimos a?os", explicaba, "se vive hoy de otra manera, y lo que ayer nos satisfac¨ªa hoy nos deja hoy indiferentes. Tenemos otras necesidades y es l¨®gico que la arquitectura, al cambiar la manera de vivir, cambie tambi¨¦n". "S¨®lo contiene espacio. No tiene objetivo pr¨¢ctico, funci¨®n material", escribe en su cr¨ªtica para Cahiers d'Art el arquitecto y urbanista Nicolau Maria Rubi¨® i Tudur¨ª, m¨¢s conocido en Barcelona en su faceta de dise?ador de jardines, que precisamente ejerci¨® en Montju?c.
Uno de los comisarios alemanes presentes en la inauguraci¨®n, asegur¨® en su discurso que el pabell¨®n representaba "el esp¨ªritu de la nueva Alemania; sencillez y claridad de medios e intenciones" y defin¨ªa el edificio como "la tranquila casa de la apaciguada Alemania". Nadie parec¨ªa darse cuenta de que el mundo se lanzaba ya por la pendiente que llevar¨ªa a la II Guerra Mundial y que aquella Alemania derrotada ?y no muy tranquila? incubaba ya la serpiente del nazismo.
Tras la gran matanza, el mundo que emerger¨ªa en la segunda mitad del siglo XX ser¨ªa muy distinto. En la d¨¦cada de 1950 ya no causaban sorpresa los edificios racionalistas de l¨ªneas puras como las del pabell¨®n; el trabajo de Van der Rohe era una de las grandes referencias. No es de extra?ar que, tan pronto como en 1954, el entonces joven arquitecto Oriol Bohigas escribe un art¨ªculo en la revista Destino en el que reivindica el "valor trascendental" del pabell¨®n, as¨ª como de los muebles que cre¨® para la ocasi¨®n, concretamente la silla Barcelona. Y en 1958, tambi¨¦n en Destino, el propio Bohigas da la noticia de que Mies van der Rohe "se ofrece para reconstruir el pabell¨®n" y emplaza al entonces reci¨¦n nombrado alcalde de Barcelona, Jos¨¦ Mar¨ªa de Porcioles, a que se ponga al frente del esfuerzo colectivo.
Tendr¨¢ que irse Porcioles, morirse el dictador Francisco Franco y llegar la democracia a los ayuntamientos para que la idea vuelva a ponerse sobre la mesa. En 1981, el primer alcalde democr¨¢tico de Barcelona tras el franquismo, el socialista Narcis Serra, hizo suyo el proyecto con el que so?aba Bohigas y encarg¨® a los arquitectos Ignacio de Sola Morales, Cristian Cirici y Fernando Ramos la reconstrucci¨®n del pabellon Mies van der Rohe.
Para entonces, el arquitecto alem¨¢n ya hab¨ªa fallecido en Chicago, pero su familia segu¨ªa dispuesta a hacer lo que fuera necesario. No fue, sin embargo, hasta que Pasqual Maragall sustituy¨® a Serra en el consistorio, que las cosas empezaron a moverse. Maragall lo ten¨ªa claro. Quer¨ªa que el nombre de Barcelona se hiciera universal, pretend¨ªa obtener la organizaci¨®n de los juegos ol¨ªmpicos, y le pareci¨® que la reconstrucci¨®n de pabell¨®n pod¨ªa ser una buena pieza de este ambicioso proyecto. "El nombre de Barcelona", dec¨ªa Maragall, "ha estado presente en el mundo gracias a las fotos, los dibujos y las referencias al pabell¨®n dise?ado por el arquitecto alem¨¢n".
Rosa Mar¨ªa Subirana era entonces la directora del Museo Picasso y el alcalde la eligi¨® para que se dedicara a la labor de promocionar Barcelona por el mundo, que pronto se centrar¨ªa casi exclusivamente en la tarea de reconstruir el pabell¨®n, m¨¢s concretamente en reunir los 150 millones de pesetas en que se hab¨ªa presupuestado. No hab¨ªa dinero en las arcas municipales. Subirana lo busc¨® en las instituciones y tambi¨¦n en el sector privado, y especialmente con empresas alemanas. Hasta hace poco una placa recordaba a todos los donantes, un detalle que ahora ha desaparecido, tal vez para descorazonar a quienes lo quieran intentar de nuevo.
Encontrar los planos no fue dif¨ªcil, la familia Van der Rohe ofreci¨® toda su colaboraci¨®n as¨ª como el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA), donde err¨®neamente se hab¨ªan archivado. Para la reconstrucci¨®n se cre¨® un patronato formado por el Ayuntamiento de Barcelona, la Feria de Muestras, la Escuela de Arquitectura, el MOMA y el Stiftung Preussischer Kulturbesitz, de Berl¨ªn. El mobiliario dise?ado por Mies lo aport¨® la firma que ahora lo sigue produciendo, Knoll International y entre otras empresas figuran Siemens, Bayer, El Corte Ingl¨¦s o Daimler Benz.
El pabell¨®n, que tiene una superficie total de 1.000 metros cuadrados, de los que 320 est¨¢n cubiertos, se levanta sobre un podio de m¨¢rmol travertino. La reconstrucci¨®n no supuso una revisi¨®n conceptual del proyecto inicial; b¨¢sicamente se sigui¨® con gran fidelidad al margen de algunos detalles t¨¦cnicos. La pieza m¨¢s dif¨ªcil de encontrar fue el bloque de ¨®nice dorado para el que hubo que reabrir una cantera en Argelia. La famosa escultura de Georges Kolbe, hab¨ªa desaparecido, pero exist¨ªa una copia en Berl¨ªn. El Gobierno de la rep¨²blica Federal Alemana regal¨® una copia en bronce.
Finalmente el 2 de junio de 1986, el a?o del centenario del nacimiento de Mies van der Rohe, el pabell¨®n volvi¨® oficialmente a la vida. Desde entonces, es parte familiar de Barcelona y algo m¨¢s que un monumento. Adem¨¢s de servir de sede a la Fundaci¨®n y acoger la entrega de los premios de arquitectura que llevan su nombre, se utiliza como espacio para exposiciones de grandes artistas, como Wei Wei, Antoni Muntadas y otros, pero tambi¨¦n se puede alquilar para actos privados, desde presentaciones empresariales a bodas.
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