Jos¨¦ Tom¨¢s ya sonr¨ªe

Eran las 11.30 de la ma?ana. Y llov¨ªa. Y la plaza no era un redondel, sino una elipse. Y tampoco era Espa?a, sino Francia. Objetivamente no hab¨ªa nada en el ambiente para que surgiera el embrujo en condiciones tan poco taurinas. Ni Garc¨ªa Lorca hubiera contado aquello de eran las cinco de la tarde, porque en N?mes hay corridas a las 11.30; ni los correctores de este peri¨®dico le hubieran puesto a Joaqu¨ªn Vidal -maestro, ya ves en qu¨¦ menesteres estoy- aquello de eran las 17 de la tarde. Pero de entre la lluvia, surgi¨®, serio, ceniciento, hier¨¢tico, Jos¨¦ Tom¨¢s. Y con su mano izquierda dio a su segundo toro un natural largo, largo, lento, lento, con el trapo a mil¨ªmetros de las astas del toro. Aquello no era un pase, era una corrida entera. Y as¨ª lo entendi¨® el p¨²blico franc¨¦s, que aburrido toda la ma?ana, le sali¨® del alma, del alma colectiva, un ol¨¦ tan profundo, tan aut¨¦ntico, que no hac¨ªa falta nada m¨¢s. Ese natural era gloria bendita, y para qu¨¦ m¨¢s.

Fue un pase, no hubo dos, mucho menos una tanda ligada, pero a Jos¨¦ Tom¨¢s le sali¨® una sonrisa de su cara triste. Y a partir de esa sonrisa de sus labios finos, se atrevi¨® con trincherazos, desplantes y adornos de aquel que est¨¢ m¨¢s contento y confiado, m¨¢s que artista. Le dieron dos orejas en su primero, un toro bravo de Vegahermoso, el m¨¢s decente de una corrida donde hubo inv¨¢lidos y mansos de hasta tres ganader¨ªas diferentes. Y cort¨® otra oreja m¨¢s en su segundo, pese a que le dieran dos avisos. Pero qu¨¦ m¨¢s daba si el p¨²blico hab¨ªa visto sonre¨ªr al maestro, a eso de las 13.45.

La corrida del desayuno se complet¨® con Javier Conde, que duerme al ganado entre tanda y tanda, y el franc¨¦s Thomas Duffau, que tom¨® la alternativa con ¨¦xito. En el ¨²ltimo de la tarde, a eso de las 14.00 horas hizo una faena muy torera, y muy valiente, no falta de calidad. Se llev¨® tambi¨¦n dos orejas. Era el d¨ªa de Tom¨¢s, con o sin hache. Duffau recordar¨¢ su triunfal alternativa, pero el p¨²blico se quedar¨¢ con ese natural, aquel trincherazo o un cambio de mano con los pies clavados; detalles exquisitos y sublimes. Queda pendiente una faena impecable y completa, pero Jos¨¦ Tom¨¢s ya sonr¨ªe.