La fiesta se apaga
Cuando el pr¨®ximo domingo finalice la corrida en la que est¨¢n anunciados los diestros Juan Mora, Jos¨¦ Tom¨¢s y Seraf¨ªn Mar¨ªn, las puertas de la plaza Monumental de Barcelona se cerrar¨¢n para siempre.
Esa tarde, con toda seguridad, la esquina entre la Gran V¨ªa y la calle de la Marina, colindante con el viejo coso de El Sport, ser¨¢ un d¨ªa m¨¢s escenario de encendidos enfrentamientos verbales entre aficionados y antitaurinos ruidosos, airados y vehementes. Pero seguro que la guerra no pasar¨¢ a mayores; las actitudes de unos y otros demuestran que la pasi¨®n va intr¨ªnsecamente unida a este espect¨¢culo que un d¨ªa fue santo y se?a de este pa¨ªs, y que hoy naufraga en medio de un mar embravecido de problemas.
El toro ya no es ese ejemplar poderoso de anta?o, sino un enfermo inv¨¢lido. En su mundo se ha abierto paso el fraude
El n¨²mero de festejos ha descendido un 34,25% en Espa?a en los ¨²ltimos cuatro a?os y un 51,76% en Andaluc¨ªa
Pero lo cierto es que los toros no volver¨¢n a Catalu?a; al menos, mucho tendr¨ªan que cambiar las cosas para que vuelva a abrirse la puerta de toriles de la plaza Monumental. Est¨¢ pendiente de resoluci¨®n, no obstante, un recurso de inconstitucionalidad presentado por el Partido Popular contra el acuerdo del Legislativo catal¨¢n, y la Federaci¨®n de Entidades Taurinas de Catalu?a tiene en marcha una recogida de firmas para presentar en el Congreso de los Diputados una iniciativa legislativa popular (ILP) que pretende amparar la fiesta como bien de inter¨¦s cultural. Seg¨²n los organizadores, han conseguido hasta ahora el apoyo de 300.000 personas, pero deben alcanzar la cifra de 500.000 antes del 12 de noviembre.
Lo que est¨¢ claro es que la prohibici¨®n es una realidad. La pol¨ªtica catalana ha entrado de lleno en los toros y, por razones que nada tienen que ver con la defensa de los animales (de hecho, los correbous siguen contando con el amparo p¨²blico), ha asestado la puntilla a una tradici¨®n ciertamente alica¨ªda y con escaso eco social, pero que no merec¨ªa una erradicaci¨®n definitiva.
En Catalu?a, el taurinismo ha perdido la partida por la presi¨®n continuada del nacionalismo y, tambi¨¦n, por la absoluta desidia de los protagonistas de la fiesta. En el resto del pa¨ªs, los toros viven en una encrucijada, casi en v¨ªa muerta, por muchas y variadas circunstancias.
El desinter¨¦s continuado de los distintos Gobiernos centrales, la crisis econ¨®mica, la decadencia del toro bravo, las caducas estructuras del negocio, la desuni¨®n e intereses de los distintos sectores profesionales, unos canales representativos propios del sindicato vertical, la presi¨®n pol¨ªtica y social de los antitaurinos, la huida de los aficionados y la presencia casi constante del aburrimiento en las plazas son algunos de los s¨ªntomas que conforman un presente preocupante y un futuro cargado de interrogantes.
En el verano del pasado a?o, este peri¨®dico public¨® los resultados de una encuesta sobre el inter¨¦s que despiertan los toros en la sociedad espa?ola: se declaraban aficionados el 37% de los ciudadanos y el 60% afirmaba que no le gustan. Contrastan estos datos con la importancia capital que el espect¨¢culo taurino ha mantenido durante casi todo el siglo XX, y evidencian el paulatino cambio de los usos sociales, una creciente sensibilidad sobre la protecci¨®n a los animales y la persistencia de un espect¨¢culo anclado en el pasado, caduco y aburrido casi todas las tardes, que ha conseguido que muchos aficionados desertaran de las plazas. A pesar de ello, los toros siguen siendo el segundo espect¨¢culo de este pa¨ªs que re¨²ne a un mayor n¨²mero de espectadores.
Y cuando el sector trataba de reponerse de la prohibici¨®n catalana, el entonces vicepresidente del Gobierno, Alfredo P¨¦rez Rubalcaba, anunci¨® en oto?o que los toros pasar¨ªan de Interior -responsable de los asuntos taurinos por aquello del orden p¨²blico- al Ministerio de Cultura. As¨ª, el pasado 31 de agosto, el BOE public¨® el real decreto que formalizaba el traspaso, lo que ha llenado de gozo al sector. Y tiene motivos para ello, pues tal decreto reconoce a la tauromaquia "como una disciplina art¨ªstica y un producto cultural", aspiraci¨®n permanente de todos los amantes del toreo.
Ocurre, sin embargo, que todas las competencias taurinas est¨¢n transferidas a las Comunidades Aut¨®nomas, a excepci¨®n de los registros administrativos. Permanece, no obstante, la esperanza de que Cultura "fomente y proteja los toros en atenci¨®n a la tradici¨®n y vigencia cultural de la fiesta", seg¨²n se afirma en el real decreto, y que el Ministerio inicie el proceso administrativo y legislativo necesario para que las corridas contribuyan con el 8% de IVA, como todos los actos culturales, y no con el 18% actual.
Pero este paso adelante, de indudable importancia para la fiesta, no oculta, ni mucho menos, sus graves carencias.
El toro, el gran protagonista, ya no lo conoce ni el que lo fund¨®. Hoy por hoy, es un animal desnaturalizado. Con contadas excepciones, ya no es ese ejemplar poderoso y altivo de anta?o, sino un enfermo inv¨¢lido que produce l¨¢stima. En su mundo se ha abierto paso el fraude con arbitraria impunidad. Existe, por ejemplo, la sospecha generalizada de que pocos toros salen al ruedo con los pitones intactos, y es un tema tab¨² hablar de sustancias (drogas, al fin y al cabo) que modifican el comportamiento de los animales.
Al servicio de las figuras est¨¢n los ganaderos. Ellos son aut¨¦nticos genetistas autodidactas y se devanan los sesos para que la fiereza de anta?o ("profesionales de la furia" los llam¨® Ortega y Gasset) no derive en aburrida dulzura. Pero seleccionan sin un modelo y manejan condiciones tan escurridizas como la casta, la bravura o la nobleza no en beneficio de la propia fiesta, sino de su cliente, que es el torero.
No abundan adem¨¢s los ganaderos profesionales y son legi¨®n los que han llegado a la dehesa procedentes de los altos beneficios del ladrillo, y que no pretenden obtener un beneficio econ¨®mico, sino un disfrute personal. En total, en el registro oficial figuran 1.350 empresas ganaderas, repartidas entre cinco asociaciones diferentes. Todas las fuentes consultadas coinciden adem¨¢s en que la cr¨ªa del toro bravo es un mal negocio. Los precios de venta se mantienen (criar un toro de cuatro a?os cuesta entre 4.500 y 5.000 euros, y el precio de una corrida se mueve entre 24.000 euros para las plazas de tercera y 90.000 euros para las de primera categor¨ªa) y no han cesado las subidas de todos los costes fijos que intervienen en la producci¨®n. Las fincas ocupan m¨¢s de 500.000 hect¨¢reas de dehesa, y la caba?a brava consta de 135.000 vacas en edad de reproducir.
La crisis econ¨®mica es otra pesada losa de efectos perniciosos para la fiesta de los toros. De hecho, seg¨²n datos del Ministerio del Interior, del a?o 2007 a 2010, el n¨²mero de festejos taurinos ha disminuido un 34,25%: 2.622 en 2007, 2.218 en 2008, 1.848 en 2009 y 1.724 en 2010. Andaluc¨ªa, que es la comunidad donde se celebran m¨¢s espect¨¢culos, ha disminuido el n¨²mero en un 51,76% en el mismo periodo.
Y el Gobierno... Los Gobiernos democr¨¢ticos de este pa¨ªs no se han distinguido nunca por su apoyo a la fiesta de los toros. Ni sus presidentes. Desde el 14 de octubre de 2006 no se retransmite por TVE una corrida.
?Y el futuro? Qui¨¦n lo sabe... La esperanza de la necesaria revoluci¨®n se llam¨® Jos¨¦ Tom¨¢s, pero una grav¨ªsima cornada en Aguascalientes ha frenado, por ahora, su ¨¢nimo y el de todos.
El sector est¨¢ necesitado de una imprescindible renovaci¨®n, que va m¨¢s all¨¢ de la declaraci¨®n de bien de inter¨¦s cultural acordada por Francia, las comunidades aut¨®nomas de Madrid, Valencia y Murcia y diversas ciudades. La fiesta debe adaptarse a la modernidad. Sobran ganader¨ªas, toreros (est¨¢n registrados 712 matadores de toros), empresarios (327) y, sobre todo, sobran posturas individualistas e insolidarias, y faltan defensores de la pureza y de los intereses de los espectadores.
Los datos econ¨®micos del sector (2.500 millones de euros de facturaci¨®n, lo que supone el 0,25% del PIB y ofrece trabajo directo a 200.000 personas) as¨ª lo exigen.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.