Meryl Streep se transmuta en la Dama de Hierro
El pase previo de la pel¨ªcula confirma que la actriz estadounidense borda su interpretaci¨®n de Margaret Thatcher
El pulso de Meryl Streep con Margaret Thatcher va a dirimirse en la gran pantalla desde principios del pr¨®ximo a?o e, insospechadamente, ambas saldr¨¢n victoriosas. A pocos espectadores puede sorprender que la actriz estadounidense, con dos Oscars en su haber y otras catorce nominaciones, borde su papel en la pel¨ªcula La Dama de Hierro. Pero que su fiel encarnaci¨®n de la inflexible ex primera ministra brit¨¢nica logre al mismo tiempo humanizarla, incluso arrancar cierta empat¨ªa, es una cuesti¨®n especialmente controvertida en Reino Unido, donde el personaje suscita tantas pasiones como odios acerados. Un visionado previo de la cinta por este diario confirma que la dicotom¨ªa est¨¢ servida.
La actriz hinca el diente de la personalidad de Thatcher a partir de la decadencia f¨ªsica de la pol¨ªtica
Aunque desde un punto de vista ideol¨®gico puede reproch¨¢rsele al filme una tendencia al revisionismo tan en boga, en este caso el retrato comprensivo de una pol¨ªtica implacable, el cine ha operado el milagro de mostrarnos a una Thatcher en todos sus matices. Desde la Margaret Roberts (su apellido de soltera) que desaf¨ªa al establishment conservador postul¨¢ndose como candidata en un mundo de hombres, hasta la decadencia f¨ªsica de una antigua jefa de Gobierno desorientada a causa de los estragos de la demencia.
Si en el mundillo actoral de las islas cualquier elecci¨®n de una int¨¦rprete no brit¨¢nica para asumir ese rol hubiera puesto el grito en el cielo, el nombre de Streep acall¨® todo atisbo de cr¨ªtica. Incluso en la patria de Shakespeare, su prestigio se impone. La actriz que ha abundado en la proyecci¨®n de personajes reales en la gran pantalla, desde la escritora danesa Karen Blixen en Memorias de ?frica hasta el calco que ejecut¨® de la editora del Vogue americano, Anna Wintour, en El Diablo viste de Prada, hinca el diente de la personalidad de Thatcher a partir de su actual decadencia f¨ªsica. La primera y ¨²nica mujer que ha dirigido el Gobierno brit¨¢nico tiene hoy 86 a?os y confunde el presente y el pasado, seg¨²n el relato literario de su propia hija, Carol, que sirvi¨® de base para la guionista Abi Morgan.
Una botella de leche
La pel¨ªcula arranca con una Thatcher anciana que escapa de sus cuidadores para comprar una botella de leche. Hija de un tendero, siempre supo cu¨¢nto costaban los productos b¨¢sicos, a diferencia de sus aristocr¨¢ticos compa?eros del partido tory. El l¨¢tex aplicado al rostro de Streep para envejecerlo le resta recursos faciales, pero la voz, su tono y actitud, se apoderan inmediatamente del personaje m¨¢s all¨¢ de la simple personificaci¨®n. Maggie -el apelativo que le impusieron sus seguidores- ha olvidado que su marido Denis falleci¨® a?os atr¨¢s, y de la mano de su espectro rememora los momentos puntales de una carrera pol¨ªtica cuyos aciertos o estragos, seg¨²n las opiniones, son conocidos hoy como el thatcherismo.
La cinta salta continuamente desde el presente hacia el pasado para recorrer la singladura pol¨ªtica y personal de Margaret Thatcher: inquilina del n¨²mero 10 de Downing Street entre 1979 y 1990, demonio para los mineros cuya huelga aplast¨®; el mando que orden¨® sin pesta?ear el hundimiento del Belgrano durante la guerra de las Malvinas y el objetivo de un atentado del IRA contra el hotel de Brighton que alojaba la conferencia anual de su partido.
Streep se transmuta completamente en Thatcher al escenificar las sesiones en las que defiende la implementaci¨®n de la poll tax, un impopular impuesto para aliviar las cargas del Estado que acab¨® finiquitando su liderazgo. Tuvo que dimitir para evitar la humillaci¨®n de que su partido la echara, y la postura del personaje que debe encajar esa "traici¨®n" de sus correligionarios est¨¢ servida en la pantalla por la mejor actriz americana de su generaci¨®n. Los rumores sobre una nueva nominaci¨®n de la actriz a la estatuilla dorada est¨¢n m¨¢s que justificados.
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