¡°Europa se ha especializado en que la identidad sea su gran problema¡±
El escritor vallisoletano Adolfo Garc¨ªa Ortega repasa las claves de su ¨²ltima novela, una historia de suspense en el Viejo Continente: 'Pasajero K'
La conversaci¨®n discurre como la ficci¨®n: segura, a buen ritmo y siempre consciente. Hasta que alcanza el cl¨ªmax, que deja regusto a purga, a liberaci¨®n. El escritor vallisoletano Adolfo Garc¨ªa Ortega (1958) no titubea una sola vez al hablar de su ¨²ltima novela, la novena, a la venta desde el pasado d¨ªa 12: Pasajero K (Seix Barral). Una narraci¨®n de suspense en, de y sobre Europa. Aunque no exclusivamente para. ¡°Me considero un escritor global¡±, asegura. ¡°Huyo de la parcializaci¨®n de la cultura; huyo de los mundos peque?os¡±. Lo mismo que los protagonistas del libro: una pareja compuesta por el azar a base de un cineasta espa?ol con ra¨ªces holandesas y una periodista franco-germana. Ambos emprenden un viaje por una Europa diversa y mestiza que les adentra en terrenos desconocidos de su historia reciente, con la guerra de los Balcanes en la trastienda, y de sus propias historias vitales.
La identidad, la de las personas, las ciudades, los pa¨ªses, el continente, es uno de los nudos m¨¢s prietos de la trama. El propio protagonista esconde y busca la suya tras una letra de reminiscencias literarias, la kafkiana K. ¡°Es un problema universal, aunque Europa se ha especializado en que sea su gran problema: la preeminencia de la identidad local y reduccionista frente al otro, lo diferente¡±. Las consecuencias, a menudo, se traducen en violencia. En esta novela se refleja en la de la guerra de la antigua Yugoslavia; en otras anteriores, en el Holocausto o el 11-M. ¡°No se puede eludir el pasado, porque se corre el riesgo de volver a repetirlo¡±, asevera, grave. ¡°Al final, todos somos fruto de lo que hemos sido¡±. El personaje principal, K., existe precisamente bajo esa premisa. ¡°Es un hombre demasiado cargado de pasado, que necesitaba un revulsivo para lanzarse al futuro¡±. Con todo, la tragedia es solo el contexto: ¡°Solo la trato colateralmente; mis historias tratan de otra cosa¡±.
Huyo de la parcializaci¨®n de la cultura; huyo de los mundos peque?os
Adolfo Garc¨ªa Ortega
Esa otra cosa es una mezcla a partes iguales de realidad y ficci¨®n. (¡°El eterno problema, ?c¨®mo dirimirlas?¡±) Como estandarte, la b¨²squeda de la verdad, ese bicho escurridizo. ¡°La novela pone en entredicho el sentido de la realidad que nos llega a trav¨¦s de las im¨¢genes, de las fotos, de las noticias¡±, cuenta el autor, la mirada fija. ¡°En ese sentido, la protagonista femenina es un canto al periodismo como uno de los instrumentos para mantener los valores de verdad y objetividad¡±. ?Una visi¨®n que quiz¨¢ no coincide con la actual percepci¨®n del oficio¡? ¡°Es un problema del mundo occidental: saber hasta qu¨¦ punto los medios son libres. El periodismo es una profesi¨®n muy noble, pero necesita catarsis¡±.
En el transcurso de la historia, que recorre varios pa¨ªses en tren, K. revisita sus propios recuerdos, encerrados en una caja que lleva siempre consigo. ¡°Es una met¨¢fora de Europa, que quiz¨¢ acabe cabiendo en una cajita, como un enorme museo-balneario-centro geri¨¢trico¡±. Si al final ese es el caso, la culpa la tendr¨¢ la inacci¨®n: ¡°En Europa solo los inmigrantes tienen que hacer una vida nueva. Los que ya tienen la vida hecha est¨¢n paralizados. Esto se evidencia en los pol¨ªticos y en su falta de representatividad, reflejada en el 15-M o en las revueltas ¨¢rabes. En la novela, esto se ve en Radovan Karadzic (expresidente de la Rep¨²blica serbia de Bosnia, acusado de cr¨ªmenes de lesa humanidad durante la guerra de los Balcanes), del que hay que preguntarse cu¨¢l era su representatividad¡±.
Garc¨ªa Ortega, que a su labor como novelista suma la de ensayista, editorialista y poeta, ya tiene la pluma puesta sobre el papel de su pr¨®xima aventura literaria. ¡°Ser¨¢ una especie de segunda parte de una novela anterior, El comprador de aniversarios. Parec¨ªa necesario algo que la completase, ser¨¢ una especie de ciclo sobre el Holocausto¡±. Los ratos que le quedan los entrega, adem¨¢s, al arte de la traducci¨®n. ¡°Me gusta dedicarle tiempo como quien va a un gimnasio literario¡±. M¨¢s all¨¢, le cede el terreno a otros: ¡°Me encanta el cine, pero no me atrevo con todo: si se hiciera una pel¨ªcula de mis libros, yo no intervendr¨ªa, ni siquiera como guionista¡±, asegura. ¡°Una ambici¨®n desmesurada conlleva el riesgo de fracasar estrepitosamente¡±.
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