El fot¨®grafo de los asesinos
Nueva York celebra el genio de Weegee con una selecci¨®n de sus m¨ªticas fotograf¨ªas de sucesos Las im¨¢genes fueron tomadas entre 1935 y 1946
Nunca es tarde para dar el salto, cambiar de vida y adem¨¢s, dejar huella. Weegee lo hizo con 36 a?os. Y las m¨¢s de 20.000 fotograf¨ªas que tom¨® a partir de ese momento demuestran que no se equivoc¨®. La exposici¨®n Weegee: Murder is my Business (Weegee: El asesinato es mi negocio) que se inaugur¨® el viernes en el Centro Internacional de Fotograf¨ªa de Nueva York y podr¨¢ verse hasta septiembre, se centra en un centenar de ellas, concretamente en una selecci¨®n de las que tom¨® entre 1935 y 1946, cuando decidi¨® cambiar el cuarto oscuro en el que durante a?os se dedic¨® a imprimir para otros por su propia aventura tras la c¨¢mara. Son las im¨¢genes con las que cincel¨® para la historia el turbio paisaje de cr¨ªmenes y delincuentes de las malas calles neoyorquinas, instant¨¢neas con las que contribuy¨® a darle cach¨¦ art¨ªstico a un g¨¦nero, la incipiente fotograf¨ªa sensacionalista, que gracias a Weegee adquiri¨® popularidad pero tambi¨¦n respeto, aunque ha llovido mucho desde entonces y hoy sea un arte m¨¢s que cuestionable.
Pero la particular mirada de Weegee, cargada de teatralidad, hizo que asesinatos sangrientos, polic¨ªas agresivos con fedora y gabardina y delincuentes magullados de medio pelo se transformaran bajo sus ojos en retratos de una ciudad en la que sus habitantes, curioseando desde las ventanas, o acerc¨¢ndose para jalear un arresto, humanizaban esas escenas y cambiaban el centro de gravedad de lo que se contaba en ellas.
"Su inter¨¦s por los espectadores de cr¨ªmenes o de tragedias ciudadanas construyeron un lenguaje propio que en ¨²ltima instancia sirvi¨® para ofrecer un retrato veraz de la era de la Depresi¨®n. Y aunque se le ha tachado de naive y hay quien no ha querido tomarle en serio, sus fotos de esa ¨¦poca est¨¢n a la altura de la de muchos grandes de la fotograf¨ªa documental, desde Robert Capa a Walker Evans. Adem¨¢s, abri¨® una duda en el fot¨®grafo y el espectador, c¨®mo retratamos la muerte, y esa pregunta nos la seguimos haciendo" explic¨® a este diario Brian Wallis, comisario de la muestra.
El t¨ªtulo de la exposici¨®n es el mismo con el que el propio Weegee titul¨® la que ¨¦l realiz¨® en 1941 para la Photo League, esa cooperativa de fot¨®grafos neoyorquinos interesados en temas sociales y que agrup¨® a los mejores nombres de aquella ¨¦poca, desde Berenice Abbott a Robert Frank. En la muestra tambi¨¦n pueden verse algunas de las fotograf¨ªas de aquel grupo puesto que Wallis ha querido contextualizar el trabajo de Weegee, mostrando desde los peri¨®dicos en los que publicaba hasta la habitaci¨®n en la que dorm¨ªa. "Weegee viv¨ªa enfrente del cuartel general de la polic¨ªa, beb¨ªa en los mismos bares que los agentes¡ Se dice que le sac¨® unas fotos al hijo de uno de los comandantes y a partir de ah¨ª se le abrieron todas las puertas y as¨ª consegu¨ªa llegar el primero" explica Wallis. El comisario subraya que Weegee no se limitaba a llegar y tomar la foto -3 o 4 como mucho- si no que "mov¨ªa el sombrero de un muerto o inclu¨ªa ¡®attrezzo¡¯ en las escenas del crimen, algo que ha llevado a algunos a cuestionarle aunque yo creo que es precisamente esa teatralidad lo interesante de su trabajo".
Era una ¨¦poca period¨ªsticamente muy diferente a la actual, en la que hab¨ªa ocho tabloides en Nueva York ¨Choy hay cuatro diarios y s¨®lo dos son tabloides- que Weegee visitaba cada d¨ªa tras imprimir m¨²ltiples copias de sus fotos y llevarlas personalmente a cada peri¨®dico. "Lo hizo durante toda su carrera, no permiti¨® que otros manipularan sus negativos" aclara Wallis. Con un gran sentido del humor no exento de cierto egocentrismo ¨Cfirmaba Weegee, el famoso-, aprendi¨® a utilizar la c¨¢mara haci¨¦ndose autorretratos -el ICP tiene m¨¢s de 1500 en sus archivos-. Algunos pueden verse en la exposici¨®n, entre ellos la serie en la que Weegee muestra los pasos a trav¨¦s del sistema policial desde que un delincuente es arrestado hasta que se sienta frente al juez. Esa serie fue publicada en la revista Life y le abri¨® las puertas de una profesi¨®n que por aquel entonces pagaba 35 d¨®lares "por dos asesinatos", como reza una factura que le dio la misma revista y que ¨¦l decidi¨® colgar en su habitaci¨®n (al cambio, 430 euros de los de hoy, frente a los 100 que con suerte se cobrar¨ªa por esas dos fotos en la actualidad).
Su carrera se fue forjando adem¨¢s durante una ¨¦poca, la de la prohibici¨®n, que vio la consolidaci¨®n del crimen organizado. Weegee, que como buen fotoperiodista sab¨ªa que hab¨ªa que tener amigos hasta en el infierno, se code¨® con miembros de El Sindicato y de Murder Inc, conoci¨® bien a Lucky Luciano o Bugsy Siegel, pero tambi¨¦n a otros que no hicieron historia y que tambi¨¦n le avisaban de donde hab¨ªa que estar para llegar el primero a la escena del crimen. Ellos contribuyeron amigablemente a hinchar ese curriculum fotogr¨¢fico del que a menudo presum¨ªa, fanfarroneando con la cifra de 5000 asesinatos, "cercana a la realidad" dice Wallis. Algunos de esos asesinatos llegaron a exponerse en las paredes del MOMA en la d¨¦cada de los cuarenta, junto a algunas de las im¨¢genes que realiz¨® para el diario PM, un tabloide en el que, entre otras cosas, recogi¨® escenas de la vida cotidiana en Coney Island, que vivi¨® sus a?os dorados por aquel entonces. Despu¨¦s Weegee decidi¨® dar el salto a Hollywood. Pero esa, es otra historia.
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