Total drama
Que la tele es un mundo propio no lo duda nadie. La realidad ha logrado que sea como la boca abierta de una ballena. El miedo, que ha sido siempre el factor m¨¢s influyente en la organizaci¨®n social, ha dejado frente a la tele a una proporci¨®n enorme de gente. A los ni?os se les ha negado la calle y carecen de est¨ªmulos fuera de pantalla. La televisi¨®n se consume en busca de la pasividad sedante o se prende como quien recurre a la cafe¨ªna, para animar el muermo. Las encuestas, siempre parciales, dicen que cada vez se consumen m¨¢s televisi¨®n, pero nadie sabe lo que anda haciendo la gente mientras la tele est¨¢ puesta.
Cuando algo verdadero se cuela en la televisi¨®n es casi traum¨¢tico. No es fotog¨¦nico, ni es t¨®pico ni es previsible. Por eso hasta en las encuestas a pie de calle se utilizan recursos para transformar en actores a quien se retrata y en decorados los lugares donde transcurre. Los programas de viajes no se limitan a mostrar un paisaje, sino que necesitan implantar a un personaje en ellos, por remotos que sean, transformando el ?frica o el Nepal en el decorado necesario para la comedia de situaci¨®n de un explorador atrevido o unos concursantes agobiados. La tele es una ventana, s¨ª, como reza el clich¨¦, pero es una ventana que da a la propia tele. Si te arrojas por ella, desesperado, acabas en el plat¨® de un programa de cotilleo. La televisi¨®n es un salvavidas y un llenavidas y un vac¨ªo.
En Cartoon Network se ofrece con ¨¦xito una serie infantil de dibujos, de producci¨®n canadiense, donde los protagonistas son concursantes en una isla. Total Drama Island transforma en dibujo animado a los personajes reales de cualquier concurso de supervivencia. Quiero ser famoso, dice la canci¨®n de t¨ªtulos, y si antes los dibujos infantiles hablaban de la selva animal, de la rivalidad entre gatos y ratones y de las aventuras en pandilla, ahora habla, con naturalidad, de c¨®mo enfrentarse a la jungla de la tele y la relevancia medi¨¢tica.
Porque la gente ya no quiere ser real, quiere para parecerse a los de la tele, en un trasvase que amenaza con despoblar el mundo tal y como lo conocemos.
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