Oculta
En el apasionante libro de memorias de Claude Lanzmann, La liebre de la Patagonia, se cuentan episodios de grabaci¨®n con c¨¢mara oculta para la pel¨ªcula Shoah. En ese documental prodigioso sobre la crueldad nazi, los testimonios directos son fundamentales, y junto a las v¨ªctimas y vecinos de los campos, aparece el SS Franz Suchomel rodado de modo oculto. El operador de c¨¢mara fue William Lubtchansky, tipo ¨²nico con el que rod¨¦ mi primera pel¨ªcula, que se hizo pasar por ingeniero de sonido y fingir que tan solo grababan la voz de este aplicado funcionario nazi mientras explicaba el funcionamiento del campo de exterminio de Treblinka.
Conviene no olvidarlo para valorar la condena del Tribunal Supremo contra el recurso de la c¨¢mara oculta. El abuso y la utilizaci¨®n zafia de este ardid lo ha convertido en una amenaza a la privacidad y los derechos personales. La sentencia no legisla sobre una realidad inabarcable, sino sobre un caso concreto. Por eso es fundamental que sea precisa y no genere una jurisprudencia magm¨¢tica. La c¨¢mara oculta ha servido para lo m¨¢s elevado y lo m¨¢s bajo. Para la comedia, para el cotilleo, para el chantaje y para la informaci¨®n. A veces es inevitable asistir a alg¨²n exceso antes que recortar las posibilidades de ser informados, de revelar la verdad. El uso de la libertad te convierte en responsable, m¨¢s a¨²n en el periodismo, pero las limitaciones y tutelas son un peligroso atajo.
?El mismo d¨ªa en que se hizo p¨²blica la sentencia que condenaba a unos reporteros por exponer a la luz los comentarios de una natur¨®pata en su consulta, en El intermedio asistimos a un instante genial. Gonzo, reportero inc¨®modo, con cargas de profundidad entre lo epid¨¦rmico, telefone¨® a un vidente para preguntarle por la relaci¨®n del Rey con los golpistas del 23-F. La noticia hab¨ªa sido rescatada al salir a la luz el cable del embajador alem¨¢n en la Espa?a de 1981, aunque a?ade poco al apasionante libro de Javier Cercas Anatom¨ªa de un instante. El vidente, autodenominado maestro Santi, despleg¨® su surreal charlataner¨ªa creyendo que tan solo sacaba la pasta a otro incauto teleadicto con problemas sentimentales. Esta llamada oculta depar¨® un brutal ara?azo de la tele contra la tele, pero sobre todo una carcajada gozosa.
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