?C¨®mo se escribe una tragedia?
As¨ª es 'A?os lentos', al obra con la que el escritor Fernando Aramburu ha ganado el VII Premio Tusquets Editores de Novela
En El trompetista del Utop¨ªa Fernando Aramburu dibujaba algunos personajes de dif¨ªcil olvido. No por la nitidez de sus perfiles psicol¨®gicos, sino parad¨®jicamente por todo lo contrario: por ese cruce de indeterminaci¨®n moral, mezcla de desprendimiento y ruindad. En A?os lentos, con el que gana ahora el VII Premio Tusquets Editores de Novela, el escritor vasco repite esa arriesgada operaci¨®n. En realidad, los riesgos son dos. Los hay t¨¦cnicos y ¨¦ticos. Crear un personaje y ponerlo en una tr¨¢gica situaci¨®n hist¨®rica, en el origen de ETA, exige la excelencia de una estrategia narrativa que impida el manique¨ªsmo moral. Aramburu resuelve con creces la encrucijada ante la cual su novela lo pon¨ªa. Incluso estar¨ªa por decir que una instancia, la ¨¦tica, depende no tanto de la voluntad del autor, como de su pericia y sensibilidad para gestionar la sala de m¨¢quinas de su relato. Quiero insistir en este cap¨ªtulo porque me parece que Fernando Aramburu hace recaer en el m¨¦todo de representaci¨®n que ha ideado para su novela su peso y su eficacia est¨¦tica.
Ficha
'A?os lentos' Fernando Aramburu VII Premio Tusquets de Novela Tusquets. Barcelona, 2012 220 p¨¢ginas. 17 euros
Que recuerde, no he visto en novelas anteriores del autor la platea y la tramoya expuestas a la vista del lector como se hace en esta. Veamos c¨®mo. Hay una voz que escribe y narra oralmente a un oyente y escritor llamado Aramburu. ?ste deber¨¢ escribir lo que le narra para ese prop¨®sito el primero. El narrador le cuenta a Aramburu c¨®mo su madre reparte a ¨¦l y a sus hermanos por distintos lugares, dada su extrema pobreza para criarlos a todos. El narrador, que entonces ten¨ªa ocho a?os, va a casa de una t¨ªa suya y all¨ª conoce a su primo Julen, unos a?os mayor. El relato indirecto nos ofrece la falsa impresi¨®n de que quien narra es el protagonista, cuando en realidad lo es, para lo mejor y para lo peor, el primo Julen. Eso por un lado. Por otro tenemos a Aramburu, que escribe esbozos, borronea estrategias y elementos ret¨®ricos para adaptar el relato del primo de Julen. Ha de ser una novela cuyos par¨¢metros formales coinciden precisamente con los que conocemos y celebramos del Fernando Aramburu real. Y as¨ª llegamos a la conclusi¨®n de que entre el relato que conocemos del primo de Julen y los borradores de Aramburu para transformarlo en una novela, el lector est¨¢ en el medio de un proceso narrativo que termina siendo la tierra de nadie de la ficci¨®n. Tenemos relato, tenemos el trabajo y las reflexiones de Aramburu pero no tenemos novela. O sea, estamos en la platea y a la vez estamos en la tramoya: pero no tenemos la representaci¨®n que se nos promet¨ªa. Esto es la novela que leemos. ?sta es su arquitectura. Un suelo de ficci¨®n en el cual Fernando Aramburu trama una s¨®lida historia familiar con ramificaciones ideol¨®gicas, dejando que lo individual sea la ¨²nica luz humana en contraposici¨®n con el dogmatismo y la intolerancia ambiental reinante en esos a?os a un lado y otro de la sociedad vasca.
La figura de Julen, de quien siempre tenemos noticias indirectas, simboliza en su sola persona la tragedia de un pueblo, el vasco, arrinconado entre dos fuegos. Pero adem¨¢s tambi¨¦n simboliza la condici¨®n humana en general, como nos ense?¨® en su d¨ªa Andr¨¦ Malraux. En el fondo Julen es un misterio. Sabemos lo que hace pero nunca estamos seguros de por qu¨¦. Tambi¨¦n tenemos la sensaci¨®n de que quien nos narra la vida de Julen se beneficia de su influencia m¨¢s o menos inconsciente. Como si Julen, en su juego con el abismo (formar parte de ETA y luego desligarse enigm¨¢ticamente de la banda) le indicara a su inocente primo una pauta de conducta, un sello moral para el resto de su vida. Dije antes que el protagonista de la novela es Julen. El que lo relata, el que lo rescata del anonimato es el mensajero, el ni?o absorto en lo que intentaba entender. El ni?o de ocho a?os que va interiorizando lo que acontece a su alrededor con una rara mezcla de suspicacia e inocencia. A este narrador le debe Julen su extra?a vida. Recuerdo un libro de Aramburu titulado El artista y su cad¨¢ver. Hay en ¨¦l un texto que no puedo dejar de relacionarlo con esta novela: se trata de ¡®Elogio sentimental de la bicicleta¡¯. Lo relaciono porque en A?os lentos unas bicicletitas de juguete son las que estrechan y vinculan emocionalmente para siempre, probablemente m¨¢s all¨¢ de las distancias ideol¨®gicas, a estos hermosos personajes: sus particulares rosebud.
A?os lentos nos deja al mejor Fernando Aramburu. Los registros cambiantes seg¨²n los tramos narrativos. La lengua naturalista y el realismo ir¨®nico entre Cela y Delibes. La visi¨®n siempre esperp¨¦ntica. La focalizaci¨®n huidiza para acrecentar la mirada siempre asombrada de los que participan en la tramoya y de los que miramos desde la platea.
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