La filosof¨ªa como un acto radical de creaci¨®n
Jos¨¦ Luis Pardo recorre la obra de Gilles Deleuze, el pensador que construy¨® un sistema sobre la cuerda de lo que est¨¢ pasando
Seguramente Gilles Deleuze es uno de los mayores fil¨®sofos del siglo XX, pero no tanto del modelo de los que salen en los medios de comunicaci¨®n haciendo aspavientos con las ideas, sino de los otros, de los que escarban en la tradici¨®n y siguen dialogando con ella y le sacan punta, y as¨ª la renuevan y le dan vida. Jos¨¦ Luis Pardo ha vuelto ahora sobre su obra en El cuerpo sin ¨®rganos (Pre-Textos), pero con un desaf¨ªo radical: no ha querido sintetizarla, ni extraer sus conceptos m¨¢s productivos, ni situarla hist¨®ricamente. La estrategia que ha seguido ha sido, m¨¢s bien, la de servirse de la maquinaria con que el propio Deleuze proced¨ªa para recorrer su filosof¨ªa. Contar Deleuze, pensando a la manera de Deleuze: ¡°Seguir¡¯ a un pensador, incluso en el sentido de ser uno de sus seguidores, quiere decir seguir su movimiento, el movimiento de su pensamiento¡±, escribe Pardo en el pr¨®logo. Y confiesa que es ¡°el m¨¢s acad¨¦mico¡± de sus libros. Pero convendr¨ªa subrayar que esa palabra quiere decir, en este caso, voluntad de rigor, de profundidad, de compromiso y respeto con una trayectoria. Y, tambi¨¦n, capacidad creativa. Por una ¨²nica raz¨®n: la raz¨®n de ser del trabajo de Gilles Deleuze (Par¨ªs, 1925-1995) fue justamente convertir la filosof¨ªa en una creaci¨®n.
Al mismo tiempo que se publica El cuerpo sin ¨®rganos, la editorial Errata Naturae ha recuperado en Contribuci¨®n a una guerra en curso un texto breve de Deleuze que en buena medida sirve de cabal ilustraci¨®n a la propuesta de lectura que propone Pardo. Se trata de ?Qu¨¦ es un dispositivo?, un trabajo en el que Deleuze se ocupa de la obra de Michel Foucault. Ya desde las primeras l¨ªneas, el propio concepto de dispositivo es puesto en escena no tanto como un t¨¦rmino que alude a algo cerrado, acabado y estable sino como ¡°una madeja, una unidad multilineal¡±, y Deleuze se?ala que esas l¨ªneas que la atraviesan son de distinta naturaleza, que conforman ¡°procesos en constante desequilibrio¡±, que pueden sufrir ¡°cambios de direcci¨®n¡± o ¡°derivaciones¡±. Nada de fijeza, siempre un proceso. ¡°Pertenecemos a los dispositivos y actuamos en ellos¡±, observa Deleuze m¨¢s adelante. ¡°La novedad de un dispositivo en relaci¨®n a los anteriores es lo que denominamos su actualidad, nuestra actualidad. Lo nuevo es lo actual. Lo actual no es lo que somos, sino m¨¢s bien eso en lo que devenimos, en lo que estamos a punto de devenir, es decir, lo Otro, nuestro devenir-otro¡±. Pensar sobre lo que est¨¢ cambiando, ese fue el desaf¨ªo de Gilles Deleuze y los siguientes t¨¦rminos pretenden explorar diferentes aspectos relacionados con su manera de filosofar a trav¨¦s de las palabras de Jos¨¦ Luis Pardo:
Un mundo nuevo. ¡°El Anti-Edipo, de Gilles Deleuze y F¨¦lix Guattari, fue el libro que me empuj¨® a dedicarme a la filosof¨ªa. Lo que me llam¨® inicialmente la atenci¨®n de ¨¦l es que se ocupaba de los autores que entonces yo estaba leyendo: Henry Miller, Antonin Artaud, los surrealistas¡ Y lo hac¨ªa sin concesi¨®n alguna, sin dar facilidades. Yo entr¨¦ a la filosof¨ªa por ese libro y, desde entonces, llevo treinta a?os leyendo a Deleuze. Hice un libro sobre ¨¦l que se public¨® en 1991, y que fue el resultado de mi tesis doctoral y, desde entonces, qued¨® un poco descolgado. As¨ª que ten¨ªa que saldar una deuda y volver sobre ¨¦l: lo he podido hacer cuando he encontrado un camino para recorrer su pensamiento, que es muy dif¨ªcil. La estrategia ha sido la de seguirlo, la de reproducir su manera de trabajar, de pensar, de proceder. Solo que esta vez sobre su propia obra¡±.
El cuerpo sin ¨®rganos. Presentaci¨®n de Gilles Deleuze. Jos¨¦ Luis Pardo. Pre-Textos. Valencia, 2011. 308 p¨¢ginas. 20 euros. Contribuci¨®n a la guerra en curso. Gilles Deleuze/ Tiqunn. Traducci¨®n de Javier Palacio Tauste. Errata Naturae. 120 p¨¢ginas. 11,90 euros.
La fisura. ¡°En la obra de Deleuze hay un sistema de pensamiento. Por arriesgados que sean los caminos que recorre, todos remiten a unas preocupaciones que terminan sosteniendo un aparato conceptual. Su mirada est¨¢ presente en todos sus libros, y eso que muchos de ellos son monograf¨ªas sobre otros pensadores ¡ªKant, Hegel, Leibniz, Spinoza, Bergson, Nietzsche¡ª o literatos ¡ªProust, Kafka¡¡ª, e incluso sus libros sobre cine tienen tambi¨¦n algo de monograf¨ªas. Hay, sin embargo, un momento que me interesa especialmente. Es el que desencadena la escritura de El Anti-Edipo, y tiene lugar despu¨¦s de haber conocido a F¨¦lix Guattari. Ese encuentro lo lleva a salir de sus preocupaciones, volcadas entonces a cuestiones m¨¢s jur¨ªdicas, y lo enfrenta a lo pol¨ªtico¡±.
La modernidad. ¡°Lo que Deleuze se propuso hacer fue una filosof¨ªa pol¨ªtica a la altura de los tiempos, y en muchas cuestiones se adelant¨® tres d¨¦cadas a lo que se pens¨® despu¨¦s. La modernidad l¨ªquida, de la que tanto se habla hoy, ya est¨¢ anunciada en sus libros. Cuando empieza con F¨¦lix Guattari El Anti-Edipo, tanto el marxismo como el psicoan¨¢lisis formaban parte del ambiente, y lo que hacen en ese texto es conectar a Marx con Freud de una manera ins¨®lita. Si el primero se centr¨® en el modo como el trabajo se desprende de toda cualidad concreta hasta convertirse en un flujo abstracto y cuantificable que sirve para establecer el precio de toda mercanc¨ªa, lo que hizo Freud fue descubrir ¡®el deseo a secas¡¯, desvinculado de cualquier objeto. Lo entendi¨® entonces como una energ¨ªa libidinal abstracta, como un flujo indiferenciado que no deja de estar operando y cuya emancipaci¨®n caracteriza a las sociedades modernas. Ese paralelismo es lo que permanece m¨¢s vivo de El Anti-Edipo¡±.
Tradici¨®n. ¡°Lo que Deleuze hizo fue aprender a mirar el mundo no con los ojos de Kant o Hegel sino con los de Nietzsche. En una carta que dirigi¨® a un estudiante que le hab¨ªa hecho severas observaciones cr¨ªticas, confesaba que, cuando escrib¨ªa una monograf¨ªa sobre un pensador del pasado, lo que estaba haciendo era encularlo y que lo que saliera de aquello pod¨ªa resultar monstruoso, pero que tambi¨¦n ten¨ªa que parecerse extra?amente al original. Con Nietzsche, en cambio, le sucede al rev¨¦s: es ¨¦l el que le posee y le deja embarazado de una criatura tan atroz como seductora. En la respiraci¨®n fatigada de Deleuze siempre se percibe el aliento misterioso y jovial de Nietzsche¡±.
Mayo del 68. ¡°Deleuze est¨¢ ¨ªntimamente relacionado con cuanto ocurre en los sesenta. Diferencia y repetici¨®n, su tesis m¨¢s personal, y su libro sobre Spinoza, su tesis m¨¢s acad¨¦mica, son de 1968. Era una ¨¦poca en la que se despert¨® la b¨²squeda de experimentaci¨®n tanto en las ciencias como en las letras y, en todas las disciplinas, la gente se atrevi¨® a ir m¨¢s lejos, a romper amarras. No todos celebraron esa actitud: se cuenta que L¨¦vi-Strauss corr¨ªa los visillos de la ventana para mirar a los estudiantes que se manifestaban en el mayo parisino y pensaba que aquello supon¨ªa veinte a?os de investigaci¨®n perdidos en la universidad. Hoy la idea de Deleuze y Guattari de que el deseo lo recorre todo ya est¨¢ integrada, y forma parte de las estrategias de marketing para gestionar las empresas e impregna la propaganda y las campa?as de publicidad. En su momento sirvi¨® para mostrar la capacidad del capitalismo para recuperarse y generar, a trav¨¦s del deseo, mecanismos m¨¢s sofisticados de control y explotaci¨®n, pero tambi¨¦n l¨ªneas de fuga¡±.
Filosof¨ªa. ¡°En otro libro que Deleuze escribi¨® con Guattari, defin¨ªan la filosof¨ªa como conocimiento por conceptos. Esos conceptos, sin embargo, no caen por su propio peso, no est¨¢n ah¨ª para ser cogidos y utilizados. Hay que construirlos, y solo se construyen por la presi¨®n de una necesidad, porque sin ellos no podemos vivir ni podemos pensar. Es el momento verdaderamente creativo de la filosof¨ªa. Sin imaginaci¨®n, sin capacidad inventiva, no es posible fabricar esos conceptos, que son adem¨¢s los que van a permitirnos captar lo que hay de nuevo en una ¨¦poca. Solo se pueden crear si hemos sintonizado con el tiempo en el que vivimos¡±.
El movimiento. ¡°Lo que sucede est¨¢ sucediendo, no es una colecci¨®n de paradas, es un movimiento de una vez. Este es el desaf¨ªo de Deleuze: para describir el movimiento, para pensarlo, hay que hacerlo. Aunque no se est¨¦ seguro de lo que se vaya haciendo, hay que meterse en ese camino. Deleuze se enfrenta as¨ª a la metaf¨ªsica antigua, que Arist¨®teles defini¨® como el saber ¡®del ser en cuanto ser¡¯, es decir, en lo que tiene de presencia, fijeza, estabilidad. De lo que se trataba era de no caer en el caos. El programa de Deleuze es m¨¢s bien el pensamiento del ser en cuanto no ser y, por tanto, en lo que tiene de movimiento, de potencia, de devenir. El desaf¨ªo de este programa consiste en mostrar que se puede seguir ese camino sin desembocar necesariamente en el caos y lo informe, y que ese movimiento es el que ha de llevar a su t¨¦rmino una filosof¨ªa que quiera ser cabalmente moderna¡±.
El tiempo. ¡°El tiempo est¨¢ fuera de quicio¡¯, dec¨ªa Hamlet, y Deleuze define as¨ª lo que ocurre con la modernidad. Deleuze, por tanto, entiende que no hay manera de acercarse a ese tiempo nuevo si no se elabora un nuevo concepto del tiempo. El tiempo antiguo es cualitativo, sucesivo, estacional, inseparable de los sucesos que lo llenan. Pero el tiempo fuera de quicio es el que ha roto con ese orden, no solamente en lo cosmol¨®gico sino tambi¨¦n en lo pol¨ªtico. Hoy puedes comer kiwis todo el a?o, ya no hace falta esperar al momento de la recolecci¨®n: el tiempo moderno se despliega al margen de las cosas que pasan en ¨¦l, al margen de los sucesos, puede llenarse de cualquier manera y la ¨²nica forma de pensarlo radicalmente es, seg¨²n Deleuze, la apuesta nietzscheana del eterno retorno¡±.
La avalancha. ¡°Lo que ocurre en las sociedades actuales, y que Deleuze tan bien supo describir, es que ya no quedan parapetos, puentes, l¨ªmites. Los modernos nos instalamos en la avalancha. Estamos habitando el desbordamiento y no hay manera de fijar los l¨ªmites y, por tanto, no se puede ya pensar a la manera antigua, donde era posible detener el movimiento y abordar las cosas en su estabilidad. Por eso es relevante que en su trabajo se ocupara de la esquizofrenia, pero no tanto por el af¨¢n de describir los padecimientos de una enfermedad sino por encontrar en ella una respuesta a las contradicciones de este tiempo, unas l¨ªneas de fuga con las que aliviar la presi¨®n¡±.
M¨¢quinas deseantes. ¡°Lo que hace El Anti-Edipo, por volver de nuevo sobre ¨¦l, es construir una filosof¨ªa pol¨ªtica que sea capaz de explicar lo que Mayo del 68 vino a sacar a la luz. Comienza con el problema que hab¨ªa planteado Wilhelm Reich: las masas no fueron enga?adas, las masas desearon el fascismo, y eso es justamente lo que hay que explicar. C¨®mo fue que, como dec¨ªa Spinoza, hubiera tanta gente luchando por su sometimiento como si estuviera luchando por su salvaci¨®n. Y la respuesta est¨¢ en el deseo. Hay una energ¨ªa libidinal que no tiene un objeto preciso, una corriente despersonalizada e insaciable que habita bajo nuestros intereses conscientes. Y esa fuerza es la que sostiene la sociedad de consumo. No importa tanto tener algo como estar en esa vor¨¢gine del consumir. Hay una energ¨ªa libidinal que nos empuja a engancharnos a fen¨®menos, como el del fascismo o las finanzas, al margen de que finalmente puedan volverse en contra de nosotros mismos¡±.
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