Artistas a pie de calle
Hay grafittis invasivos y 'sucios', y hay pinturas que tratan de reivindicar el espacio ciudadano Un fen¨®meno global, caracter¨ªstico de las grandes urbes del planeta Adquiere especial relevancia en un momento en el que las voces de la calle quieren hacerse o¨ªr Son seis representantes de este movimiento art¨ªstico conocido como posgrafiti Ya han entrado en alguno de los templos del arte contempor¨¢neo Han sido invitados por EL PA?S a su estand en la feria Arco 2012
Las ciudades hablan. Siempre lo han hecho. Los muros ejercen un atractivo a veces irreprimible, que lleva al ser humano a expresar en ellos sus deseos o necesidades m¨¢s urgentes. A publicarlos. As¨ª lo atestiguan, por ejemplo, las actuales investigaciones de un arque¨®logo, Miguel ?ngel Molinero, quien los fines de semana calca del interior del templo de Debod -en Madrid- los grafitis que, aparte de los jerogl¨ªficos oficiales, se han venido acumulando durante m¨¢s de 2.200 a?os. Hay inscripciones desde la ¨¦poca del imperio egipcio (un dromedario gui¨¢ndose por una estrella) hasta las de los posteriores visitantes norteafricanos, ¨¢rabes y europeos. Yo estuve aqu¨ª, viene a ser la afirmaci¨®n m¨¢s persistente y elemental.
Basta echar una mirada hoy a la mayor¨ªa de las grandes urbes del planeta para darse cuenta de que este impulso se ha convertido en un enorme fen¨®meno de alcance global. Hay coloridos y notorios grafitis desde Nueva York hasta Shangh¨¢i, de R¨ªo de Janeiro a Madrid, Bruselas o Dakar. Est¨¢n por lo general en zonas degradadas, abandonadas o infrautilizadas tanto de los alrededores como del centro de las ciudades. Pintar en las calles ha sido la escuela tambi¨¦n de los artistas urbanos que han evolucionado hasta crear estilos propios y una obra que entra tanto en los grandes museos de arte contempor¨¢neo como en las galer¨ªas. Sin embargo, el vicio del grafiti no los ha abandonado. Son los artistas de la ciudad. En un momento hist¨®rico en el que las voces de la calle se alzan para hacerse o¨ªr, EL PA?S ha querido prestar atenci¨®n a un grupo de estos creadores del posgrafiti, invit¨¢ndolos a su estand en la feria Arco 2012, que se celebrar¨¢ del 15 al 19 de febrero en Madrid. Suso33, Sixeart, Spok, 3ttman, Neko y Nuria Mora realizar¨¢n obras espec¨ªficas y tambi¨¦n crear¨¢n en directo durante la feria algunas piezas que implicar¨¢n al p¨²blico. Algunos de ellos fueron invitados en 2008 a pintar en la fachada de la Tate Modern de Londres. Momento cumbre de su reconocimiento, en el que se considera uno de los templos del arte contempor¨¢neo.
Los artistas urbanos han evolucionado hasta crear una obra que entra tanto en los grandes museos como en las galer¨ªas
Pero no se puede ignorar que hay una guerra enloquecida entre los Ayuntamientos y los grafiteros. Una guerra cara. Madrid gasta anualmente unos seis millones de euros en limpiar cerca de 45.000 pintadas. Barcelona, alrededor de cuatro millones; Zaragoza, 1,3 millones; Valencia, 850.000; Bilbao, 556.000; M¨¢laga, 500.000; Alicante, 360.000; Valladolid, 300.000. Renfe gast¨® a finales de 2010 unos tres millones de euros en limpiar sus vagones e instalaciones, con un perjuicio econ¨®mico que ellos cifran en unos 9,5 millones anuales. Las empresas fabricantes de mobiliario urbano -particularmente marquesinas para autobuses- se ven obligadas a sustituir mamparas en las que se ha intervenido no solo con pintura, sino con ¨¢cidos o instrumentos punzantes. Las multas a los autores pueden llegar a los 6.000 euros. Tambi¨¦n han surgido muchas empresas dedicadas a la limpieza de grafitis. Perseguidos y denunciados, los grafiteros persisten. ?Por qu¨¦? ?Son todos los pintores iguales? ?Qu¨¦ pretenden? ?Est¨¢n organizados? ?Son delincuentes, artistas, gamberros? Hay de todo. Tags que afean y empobrecen el aspecto de la ciudad. Pinturas que, por el contrario, intentan dar un aire distinto a lugares abandonados. Murales que los vecinos agradecen. Est¨¢n los grafitis invasivos y sucios, sin respeto por monumentos arquitect¨®nicos. Quiz¨¢ por eso han surgido etiquetas para desmarcarse de esa actitud. Lo que se est¨¢ llamando street art, arte urbano o posgrafiti. Tendencias m¨¢s creativas, que son en las que se enmarcan estos artistas. En el centro de la capital comparten piso y taller varios grafiteros. La puerta de calle est¨¢ pintada con figuras y letras de colores, pero tambi¨¦n lo est¨¢n los portales de los comercios de la manzana. Los propios tenderos lo han pedido y algunos se siguen acercando a ellos para que pinten sus cierres met¨¢licos o decoren sus establecimientos. "Al menos dos veces a la semana recibo llamadas para que decore o pinte alg¨²n lugar", dice Spok. Se llama F¨¦lix, tiene 33 a?os y naci¨® a pocas calles de all¨ª. Empez¨® a pintar grafitis en 1989, estaba en sexto. "En el colegio todos pintaban. Hac¨ªamos firmas con rotulador sobre carteles en el metro. No comenc¨¦ a usar spray hasta 1993-1994". Sigue haci¨¦ndolo, pero lo compagina con los encargos comerciales. No le falta trabajo.
Hay una especie de c¨®digo ¨¦tico entre grafiteros que sanciona a los que pintan encima de otros. Suelen ser pandillas con nombres de batalla, que usan el grafiti para se?alar su territorio y crean situaciones de violencia o conflictividad. Spok prefiri¨® desmarcarse de ellos. "No hay reglas universales, es la ley del m¨¢s fuerte. Yo iba con mi grupo de amigos hasta que me di cuenta de que la sensaci¨®n de grupo no era real. Luego me fui juntando con otros m¨¢s por afinidad en el estilo de grafiti. Hoy ya es algo casi corporativo, un rollo profesional". Spok tambi¨¦n pinta cuadros en un pop surrealista con toques de ciencia-ficci¨®n, cercanos a la imaginer¨ªa del c¨®mic. Lo que domina en ellos es la arquitectura, la fuerza de la ciudad atacada por personajes extra?os.
Hay grafitis que afean y empobrecen el aspecto de la ciudad. Y murales que los vecinos agradecen
Sixeart naci¨®, vive y pinta en Barcelona. Tiene 36 a?os, se llama Sergio y prefiere usar su segundo apellido, Paredes, m¨¢s cercano a sus aficiones. Tiene una risa y un buen humor contagiosos. Y eso se nota en sus pinturas coloristas, casi ingenuas. Lleva dos d¨¦cadas dejando su impronta en las calles y trabaja a la vez con varias galer¨ªas de arte en Barcelona, Los ?ngeles y Bruselas. Es autodidacto. Ahora vive de su arte, pero ha pasado muy malos momentos. "Al principio conoc¨ª a unos breakdancers que me llevaron a pintar. Pero despu¨¦s me fui alejando. Prefiero ir solo, aunque mantengo cierta camarader¨ªa con algunos grupos", cuenta Sixe. "Un d¨ªa entr¨¦ en el taller de un artista y descubr¨ª que se pod¨ªan pintar cuadros. En realidad, pintar grafitis me ha preparado para entrar en el mundo del arte. Me ha culturizado".
Una de las particularidades del entorno del grafiti es que viajan por todo el mundo. Hay una especie de red de intercambio por la que conectan con otros grafiteros en cualquier ciudad del planeta y consiguen alojamiento y compa?eros de aventuras. "Es parecido al mundo del rock, solo que sin dinero ni groupies", afirma Spok. El que menos ha estado en casi toda Europa, Brasil, M¨¦xico, Estados Unidos, Singapur o China. Esa globalizaci¨®n hace que en cada gran ciudad haya un aut¨¦ntico muestrario internacional de grafitis. "Puedes ir a casa de cualquiera por el hecho de pintar", dice Sixeart. ?Por qu¨¦ sigue pintando en la calle? "Me atrae la arquitectura, los solares bald¨ªos, las v¨ªas de tren, los sitios muertos en el centro de la ciudad", y a?ade: "Ahora Barcelona es una ciudad gris, cubren con pintura de ese color todos los grafitis", se lamenta. Aunque no del todo. Est¨¢ en la naturaleza del grafiti su fecha de caducidad, su desaparici¨®n. Todos lo aceptan y est¨¢n hechos a ello.
Sixeart dice que tiene un m¨¢ster en calle. Hace unas semanas dio una conferencia en la Fundaci¨®n Mir¨®. "No s¨¦ por qu¨¦ me comparan con ¨¦l, un honor que no creo merecer. Es por los colores, creo. Aunque en algo coincidimos, y es que ¨¦l, como yo, era un amante del arte primitivo".
Los artistas urbanos se mueven, viajan. Y algunos se quedan. 3ttman es un franc¨¦s, de Lille, de 33 a?os. Se llama Louis Lambert (primo del actor Christophe Lambert) y hace cinco a?os que se instal¨® en Madrid. Empez¨® tarde a pintar grafitis, a los 20. Trabajaba ya en publicidad y dise?o gr¨¢fico. Se sent¨ªa frustrado. Empez¨® con un amigo a crear y dejar pegatinas por la ciudad, luego pintaron con plantillas. "No me atra¨ªa la parte de vandalismo del grafiti", dice Louis. "Comenc¨¦ a pintar sobre carteles publicitarios, espacios que ya estaban contaminados. Me interesaba jugar con la propia publicidad, con iron¨ªa. La gente pasaba y sonre¨ªa. "Lo bueno de la calle es que es libre. Las reglas las pones t¨². El p¨²blico suele ser receptivo. Nos interesa esa respuesta inmediata", afirma. Se qued¨® en Espa?a precisamente porque la gente hace mucha vida de barrio. "La calle es vida", subraya.
Est¨¢ en la naturaleza del grafiti su fecha de caducidad. Todos est¨¢n hechos a ello
Suso33 dice que han llegado a aplaudirle en la calle mientras pintaba. No es sorprendente. ?l no solo pinta, es un espect¨¢culo. Prefiere no dar su nombre aut¨¦ntico, "como Lola Flores", dice. Naci¨® en Madrid en 1973. Ha evolucionado del grafiti cl¨¢sico a puestas en escena que llegan a involucrar a bailarines o m¨²sicos, adem¨¢s de grandes proyecciones de v¨ªdeo. Es arte en acci¨®n. Con la espontaneidad y rapidez del grafiti. Lleva pintando desde los once a?os y no pasa una semana sin que deje una nueva marca o pintura en la calle. "La persecuci¨®n es parte del grafiti", dice, pero, como los otros, prefiere no incidir en ese aspecto. Que no haya h¨¦roes ni villanos. "Mi intenci¨®n es no hacer da?o. Pintar en un solar no es igual que hacerlo en el centro de la ciudad. Es un sitio abandonado". Suso33 estudi¨® Bellas Artes un par de a?os. "Por entonces el grafiti estaba mal visto en la Facultad, hoy me llaman a dar conferencias y hasta a dictar clases", afirma. Pero lo que diferencia su trayectoria es que ha trabajado a?os pintando escenograf¨ªas para televisi¨®n, teatro y ¨®pera. Directores como Jos¨¦ Luis G¨®mez, Llu¨ªs Pasqual y Gerardo Herrero han sido sus maestros. "De ah¨ª me viene lo de pintar en acci¨®n, el cuidado de la iluminaci¨®n y el sonido". Incluso el vestuario. Suso33 lleva un mono que combina el superh¨¦roe de barrio, el payaso y un personaje de la Commedia dell'Arte. "Hago teatro del grafiti", dice.
Neko en vez de teatro hace escapismo. Tambi¨¦n se disfraza, se oculta. Es el menor de estos artistas. Tiene 28 a?os, es de Madrid y sus acciones son m¨¢s arriesgadas. Uno de sus objetivos son las marquesinas de las paradas de autob¨²s. Se hizo con unas llaves maestras que abren las puertas de vidrio donde se ponen carteles publicitarios. ?l los quita y deja al descubierto los fluorescentes que pinta de colores o decora. El efecto que logra es el de unas hipn¨®ticas cajas de luz en plena calle. Sabe cu¨¢l es su marco de referencia en el arte contempor¨¢neo, desde Dan Flavin hasta Robert Irwin o James Turrell. "Soy un artista conceptual, me interesan los procesos", dice.
Empez¨® con el grafiti a los 13 a?os despu¨¦s de ver plantillas en su barrio, entre Alonso Mart¨ªnez y Chueca. "Comprend¨ª que en las paredes hab¨ªa mensajes", apunta. "No es solo rebelarse, es expresarse". Neko se expresa con claridad y profusi¨®n. Un discurso bien pensado que se conjuga con una actitud vital coherente. Vivir con lo m¨ªnimo. Tirar al blanco. "No vivo de vender mi arte, pero vivo de mi arte", dice con satisfacci¨®n. Quiere mantenerse en el underground y a la vez llegar al m¨¢ximo p¨²blico posible.
"Lo bueno de la calle es que es libre. El p¨²blico suele ser receptivo. Nos interesa esa respuesta inmediata"
Tambi¨¦n tuvo pandillas y las dej¨®. "Lleg¨® un momento de desencanto. No me gustaba vandalizar porque s¨ª". Por eso sus acciones est¨¢n cuidadosamente dise?adas. Si bien ha trabajado mucho con ¨¢cidos que dejan los cristales marcados, ahora dice estar desarrollando otra posici¨®n. Lo llama ecografiti. "Se trata de intervenir la ciudad sin que las superficies se da?en. Que se puedan limpiar", se?ala. Sus perseguidores se quedar¨¢n perplejos ante esta afirmaci¨®n. Pero Neko quiere continuar con lo suyo y conciliar posiciones. "No soy un antisistema", afirma. Pero lo dice sin ablandarse. "Yo s¨¦ que hago lo correcto aunque las leyes digan lo contrario. Nadie se para a escuchar lo que tenemos que decir. ?Me van a detener por pintar un coraz¨®n en la puerta de una casa abandonada? ?C¨®mo puede ser ilegal lo que hace Nuria?".
Nuria Mora no es la ¨²ltima de esta lista. Es la primera. Es como la Chrissie Hynde o la Patti Smith del entorno del rock llevada al terreno del arte urbano. Un caso aparte. Mujer fuerte (pero amable) en un mundo de hombres. Porque Nuria, madrile?a de 38 a?os, no viene del grafiti convencional. Nunca ha usado spray, sino pintura. Empez¨® a pintar en las calles en 1999 con Eltono. Antes hab¨ªa estudiado arquitectura de interiores y pasado por la Facultad de Bellas Artes. Decepci¨®n. Falta de perspectivas. "Pintar en la calle me enganch¨® desde el primer momento", admite. Y sigue haci¨¦ndolo. Es hija de un arquitecto y de una madre h¨¢bil en manualidades. Ambas herencias la han marcado. Sus dise?os son por lo general geom¨¦tricos, abstractos. Unas l¨ªneas y campos de color precisos transforman una pared desconchada en algo digno de verse. "Al irme a vivir al centro de Madrid me di cuenta de c¨®mo se estaba degradando. Busco sitios que guarden la memoria de la ciudad, lugares abandonados. Quiero ponerlos en valor".
Es tambi¨¦n una forma de se?alar las estrategias de un urbanismo que manipula al ciudadano. "Esas vallas publicitarias por todos lados, que impiden pensar y cortan la visi¨®n del entorno. Las plazas duras donde los ni?os ya no pueden jugar ni los mayores relacionarse con sus vecinos. Solo sirven para mercadillos, para incitar a comprar. No a jugar y hablar. O esas barreras a lo largo de las calles que solo tienen pasos de cebra a las puertas de los grandes almacenes. No se trata de transgredir para ir en contra de las normas urbanas. Es que est¨¢n destruyendo el centro de la ciudad con un dise?o mercantilista. Pintar en la calle es una manera de reivindicar el espacio ciudadano, de humanizarlo. Que la gente descubra algo que ver". Es su manera de hacer que la ciudad hable.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.