Franco, presente... en Arco
Eugenio Merino lleva a la feria una pieza del dictador en una m¨¢quina de refrescos
En la pared del fondo del taller del artista Eugenio Merino hay tirado un gran Homer Simpson. Entre el caos de goterones de pintura, latas de poli¨¦ster, resinas y herramientas, no hay ni rastro de la escultura que escoci¨® a algunos grupos religiosos en la edici¨®n de hace dos a?os de Arco. Coloc¨® a un rabino sobre los hombros de un sacerdote, que rezaba de rodillas sobre la espalda de un im¨¢n tumbado, la titul¨® Starway to heaven y la vendi¨® por 45.000 euros. Para este a?o tiene un nuevo invitado a la cocina donde prepara los platos m¨¢s pol¨¦micos de una feria a la que le ha cogido el punto: Francisco Franco.
En Always Franco ha metido al dictador en un frigor¨ªfico decorado con el dise?o de Coca-Cola. ¡°Franco sigue siendo noticia, no ha desaparecido. Est¨¢ m¨¢s de moda que nunca con la ley de Memoria Hist¨®rica, Garz¨®n y el Diccionario Biogr¨¢fico Espa?ol¡±, explica Merino, que naci¨® unos meses antes de que el general¨ªsimo muriera. ¡°Al principio baraj¨¦ incluir a Mao Zedong, pero no funcionaba tan bien. Franco en una nevera es la imagen de su permanencia en nuestra cabeza¡±.
Empez¨® con la escultura de poli¨¦ster, resinas, pelo humano y ojos de cristal el verano pasado. Aprendi¨® hace a?os a perfeccionar la t¨¦cnica de estos materiales con un dise?ador de efectos especiales y ha acudido de nuevo a la gente del cine para el traje a medida del dictador. ¡°La gorra fue lo m¨¢s dif¨ªcil¡±, el resultado se podr¨¢ ver en el stand de Arco de la galer¨ªa ADN, a partir del pr¨®ximo mi¨¦rcoles.
En estos a?os de recesi¨®n, los veteranos de la feria cuentan que, si la cosa se debilita, se agudiza el espect¨¢culo. Y el contenido de los pasillos deriva hacia obras que tienden a llamar la atenci¨®n, aunque no todo sea espect¨¢culo. ¡°Arco amplifica cualquier cosa¡±, explica Merino, para alertar de que, a pesar de ser una feria, lo pol¨ªticamente correcto gana terreno.
A¨²n recuerda las reacciones de las comunidades religiosas a las que alud¨ªa en su famosa pieza. De esa experiencia ha aprendido que la censura ha cambiado de forma desde que la aplicaba Franco, pero no ha desaparecido. ¡°Para m¨ª, el inter¨¦s com¨²n es lo m¨¢s importante. Lo que hago no es solo para coleccionistas y museos, pero estamos atados de pies y manos para hablar de lo que uno quiere¡±.
Este a?o Merino tendr¨¢, adem¨¢s, apoyo cinematogr¨¢fico. Pedro Temboury, director de K¨¢rate a muerte en Torremolinos o Ellos robaron la picha de Hitler, seguidor del trabajo del artista, se puso en contacto con ¨¦l para rodar un documental sobre la creaci¨®n y repercusi¨®n de la pieza de Franco. Es una excusa para hablar de la relaci¨®n entre arte y pol¨ªtica. En la cinta aparecen entrevistas con artistas, cr¨ªticos y escritores que exponen una visi¨®n poco habitual de las relaciones de los totalitarismos con el mundo de la creaci¨®n.
En ella aparece Santiago Sierra, quien asegura que los artistas siempre han estado del lado de los poderosos: ¡°Les han pintado los santos, los dictadores, es una de las profesiones m¨¢s c¨®mplices¡±. ¡°La entra?a misma de la pol¨ªtica es puro arte y artificio para subyugar a las poblaciones. Los artistas somos parte de ese juego. Fomentamos lo incomprensible, porque el arte es algo que sirve a la burgues¨ªa, y el gusto de los privilegiados es siempre contrario al de los gustos populares¡±.
Sobre la figura del dictador cree que Espa?a no ha sido capaz de superarla. Propone una curiosa acci¨®n: ¡°Que presten im¨¢genes de Franco a los artistas para que las denigren a placer¡±. Pero reconoce que un pueblo que esconde sus miedos no est¨¢ preparado para hacer algo as¨ª. ¡°?Crees que alguien me dejar¨ªa hacer una pieza en una de las habitaciones de El Pardo? Eso es intocable. Estamos en un pa¨ªs de intocables¡±.
Justo en el momento en que las plazas se vac¨ªan de su presencia, Merino cuestiona la aparente desaparici¨®n de Franco. Y a Temboury, ese ejercicio irreverente le gust¨®. ¡°Los pueblos son sanos cuando se r¨ªen de su pasado, porque es una manera de enterrarlo. Pero Franco sigue siendo un resorte partidista. Es un fantasma congelado y no se marcha¡±.
Sin embargo, al artista que m¨¢s ha analizado la figura del dictador, Fernando S¨¢nchez-Castillo, no le gusta hacer nada espec¨ªfico para Arco. ¡°Algunos creen que es la oportunidad de visibilidad, pero es competir en una jaula de grillos en la que no se entiende nada. Hay especialistas en hacer ¡®la pieza de Arco¡¯, pero yo no entro en ese juego. Es mi galerista en Espa?a, Juana de Aizpuru, quien decide qu¨¦ se lleva. Supongo que Franco no vende, por eso no habr¨¢ nada relativo a ¨¦l¡±, explica. Su galer¨ªa holandesa Tegenboschvanvreden ense?ar¨¢ la pieza antigua del busto de Franco girando a gran velocidad.
Este a?o S¨¢nchez-Castillo se centra en una barricada de bronce gigante, un monumento a las calles cortadas por la rebeld¨ªa. Tambi¨¦n uno de los bloques del barco Azor, que en estos momentos se puede ver desguazado en Matadero. ?l se define como un arque¨®logo del franquismo: busca las estatuas retiradas de Franco, los pelos de las cejas que quedaron en la m¨¢scara mortuoria del dictador, la misma embarcaci¨®n de recreo¡ ¡°Es un personaje de nuestra iconograf¨ªa popular. Las artes pl¨¢sticas llegan tarde. Antes, en los ochenta toc¨® drogarse y relajarse, ahora toca la est¨¦tica de la revisi¨®n¡± apunta.
S¨ª, pero ?Qui¨¦n desear¨ªa comprar una pieza de Franco? ¡°Alguien que es consciente de que quitar las im¨¢genes y los s¨ªmbolos de las plazas no hace desaparecer las ideas. Y, sobre todo, alguien que piensa que el arte no debe limitarse a decorar su sal¨®n o su oficina¡±, responde Merino. Cuando despert¨®, abri¨® la nevera y el monstruo segu¨ªa all¨ª.
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