Historia de las dos ¡®Giocondas¡¯
La restauraci¨®n en El Prado de una copia de la obra maestra de Leonardo reabre el debate en torno a la limpieza del original del Louvre
La reaparici¨®n ¨Cque no aparici¨®n en sentido estricto- de la ya popularmente conocida como Gioconda del Prado a?ade un nuevo cap¨ªtulo al inacabable libro imaginario sobre los misterios del retrato m¨¢s famoso de la Historia del Arte. ?Pint¨® Francesco Melzi los contornos de esta inquietante copia de la Mona Lisa? ?Fue Andrea Salai, tambi¨¦n disc¨ªpulo de Leonardo pero, adem¨¢s de eso, amante suyo? ?Por qu¨¦ esta r¨¦plica -que contemplada de cerca sugiere de principio a fin todos y cada uno de los mundos y sensaciones encerradas en el rostro de su hermana mayor, el original que vive en el Louvre- pas¨® tantos a?os en las paredes del Prado sin que los sucesivos responsables y los expertos sucesivos le otorgaran m¨¢s valor que el de una copia m¨¢s, banal, triste, oscura y casi olvidable? Y sobre todo, ?c¨®mo lucir¨¢ esta tabla sobre nogal, ya totalmente restaurada, en el mism¨ªsimo Louvre cuando el pr¨®ximo mes sea colgada a escasos metros de la inmortal obra que la inspir¨®?
De momento este martes el director del Prado, Miguel Zugaza, har¨¢ p¨²blicos los detalles del informe t¨¦cnico de restauraci¨®n, una vez que Ana Gonz¨¢lez Mozo y Almudena S¨¢nchez han concluido esta delicada, antes escondida y ahora hiperpublicitada operaci¨®n limpieza. Este martes podr¨¢ comprobarse, entre otras cosas, c¨®mo ha quedado esa famosa zona de transparencias junto a la parte izquierda del escote de la misteriosa dama (la zona en la que un tejido semitransparente cubre el hombro izquierdo de La Gioconda), que estaba pendiente de restauraci¨®n. Y, sobre todo, el mundo conocer¨¢ el estado final de esta pobre Gioconda resucitada que, durante tanto tiempo, exactamente cinco siglos, estuvo acompa?ada por un incomprensible y tir¨¢nico fondo negro (la tesis m¨¢s extendida apunta a que fue pintado en el siglo XVIII por cuestiones relacionadas con la est¨¦tica de la ¨¦poca). El nuevo paisaje ¨Cnuevo, refulgente y semiazulado, a simple vista casi m¨¢s propio de Patinir que de un florentino del XVI-, la aparici¨®n de cejas en el rostro de la mujer retratada, por contraposici¨®n a la Gioconda aut¨¦ntica, y en general el ¡®rejuvenecimiento¡¯ radical del rostro de la Mona Lisa del Prado con relaci¨®n al original son algunos de los hitos del nuevo caudal de informaci¨®n que este hallazgo (o semihallazgo) es capaz de aportar a la obra del m¨¢s genial de los pintores del Renacimiento.
Mueve el rat¨®n sobre la imagen lateralmente para comparar el original y la copia. Movi¨¦ndolo a la derecha podr¨¢s ver la Gioconda original, y hacia la izquierda la copia restaurada
Han transcurrido casi tres semanas desde que el mundo de los descubrimientos de arte acogi¨® la noticia con evidentes signos de conmoci¨®n: no siempre ¡®aparece¡¯ una copia de la ¡®Gioconda¡¯ ejecutada por un disc¨ªpulo de Leonardo Da Vinci ¨Cel que fuera- al mismo tiempo que el original. Porque esa y no otra es la hip¨®tesis con la que trabajan en El Prado Miguel Falomir, conservador jefe de Pintura italiana y del Renacimiento, y su equipo de t¨¦cnicos y expertos. Los ¡®arrepentimientos¡¯ presentes en el original y en la copia no mienten: coinciden en muchos casos. Seg¨²n esta l¨ªnea de investigaci¨®n, maestro y alumno pintaron de manera simult¨¢nea el retrato de Lisa Gherardini¡ o de quien diantres sea la chica de la foto, perd¨®n, del cuadro. O el chico. Porque no faltan, recordemos, extravagantes teor¨ªas para todos los gustos y sensibilidades, incluida la que apunta a que la Mona Lisa sea en realidad un Mono Liso llamado Alberto, amante del genio florentino. O la que sostiene que estamos ante el propio Da Vinci, que se autorretrat¨® de esta guisa para despistar a los pobres mortales. Tambi¨¦n se ha dicho que la (o el) modelo del retrato ten¨ªa asma, que contaba 25 a?os, que med¨ªa 1,68 (tomando como referencia su mano derecha), que estaba embarazada y que era estr¨¢bica. Se ha dicho de todo y de todos los colores porque, para qu¨¦ negarlo ya, m¨¢s que una obra de arte, ¡®La Gioconda¡¯ es un enigma pintado.
Pero, antes que nada, el aterrizaje pr¨®ximo de esta pintura en el Museo del Louvre junto a la aut¨¦ntica Gioconda reabrir¨¢ a buen seguro el sempiterno debate en torno a la limpieza de la obra de Leonardo. Que es, m¨¢s bien, una ¡®no limpieza¡¯. En octubre de 2004, la direcci¨®n del Louvre y del llamado C2RMF, el Centro de Investigaci¨®n y Restauraci¨®n de los Museos de Francia, aplicaron un exhaustivo chequeo a la obra maestra de Da Vinci: radiograf¨ªas, reflectograf¨ªa por infrarrojos, fluorescencia X, aproximaci¨®n espectrofotom¨¦trica del color, digitalizaci¨®n en 3D¡ la ¡®enferma¡¯ fue sometida a un verdadero tratamiento de choque. El anterior se hab¨ªa producido¡ en la d¨¦cada de los 50. Desde entonces, medio siglo de inacci¨®n: una inacci¨®n que, en el caso de la restauraci¨®n y limpieza de la tabla, sigue teniendo carta de naturaleza en el Louvre.
El motivo es cristalino: hay miedo. No hay miedo, hay p¨¢nico. P¨¢nico a que, cualquier retoque en una de las capas de barniz verdoso que recubren desde hace siglos el cuadro pueda llevarse por delante parte de los pigmentos puestos ah¨ª por Leonardo Da Vinci. Y es que, seg¨²n los mayores conocedores de la obra, pigmentos y barnices son ya uno solo en algunas zonas del cuadro. ¡°Bueno, hoy en d¨ªa existen t¨¦cnicas conservadoras y muy poco agresivas que podr¨ªan aplicarse, pero es que no es solo eso; la limpieza o no de La Gioconda tiene mucho que ver tambi¨¦n con factores culturales¡±, resume Miguel Zugaza, director del Museo del Prado cuando se le pregunta por una hipot¨¦tica restauraci¨®n del original a la luz del trabajo efectuado en la copia del Prado.
En Francia, uno de los ingredientes m¨¢s?morbosos de esta verdadera batalla campal entre partidarios y detractores de lavarle la cara a La Gioconda se llama Pascal Cotte. Cotte es ingeniero, fundador de la empresa Lumi¨¨re Technology e inventor de la llamada ¡®c¨¢mara multiespectral¡¯, el ¨²nico artilugio, seg¨²n ¨¦l, de ¡°establecer con absoluta fidelidad los colores con los que Leonardo pint¨® su obra, los colores reales antes de que los barnices vinieran a oscurecerla por completo¡±. El proceso que propone Cotte se llama exactamente ¡®an¨¢lisis colorim¨¦trico por digitalizaci¨®n multiespectral¡¯, y sostiene que con ¨¦l se puede proceder a una especie de ¡®restauraci¨®n virtual¡¯ de la Mona Lisa.
Pero ya se sabe: lo virtual es lo virtual, lo real es lo real. Y aunque algunos se empe?an como campeones cada d¨ªa en pretender que vivimos en lo primero (y lo cierto es que uno ya tiene dudas, la verdad), todav¨ªa nos movemos en lo segundo. ?Se le aplicar¨¢ un d¨ªa la cruda realidad al rostro de La Gioconda?
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