Colapso en El Prado: ha llegado la ¡®otra Gioconda¡¯
Los visitantes se agolpan ante la copia restaurada del retrato de Leonardo
Que la sala 49 de El Prado pareciera esta ma?ana el camarote de los hermanos Marx solo puede deberse a dos factores: la sorpresa o una sabia estrategia de comunicaci¨®n muse¨ªstica. Los museos son lugares tranquilos. Puede que, en ocasiones, demasiado tranquilos. En ese sentido, cabe pensar que un poco de caos pasajero puede ser bueno. Al fin y al cabo, los responsables de un museo pueden optar por dos caminos: anclarse exclusivamente en la actividad que por definici¨®n los caracteriza (garantizar que las obras de arte sean expuestas en las mejores condiciones) o, adem¨¢s de eso, inventar nuevas v¨ªas de relaci¨®n y seducci¨®n del p¨²blico y de los medios. En rom¨¢n paladino: inventarse noticias. Y la (re) aparici¨®n de La Gioconda del Prado es muchas cosas, pero tambi¨¦n es eso: la invenci¨®n de una noticia art¨ªstica. Y la c¨²spide de esa noticia se produjo ayer en la sala 49 de la pinacoteca cuando, nada m¨¢s abrirla al p¨²blico para que viera con sus propios ojos la copia madrile?a de la Mona Lisa, los empleados de seguridad del museo tuvieron que emplearse a fondo para que los visitantes no se comieran literalmente el cuadro. Un museo puede morir de varias cosas, tambi¨¦n de ¨¦xito.
Miguel Zugaza, el director del Prado, asisti¨® entre divertido y preocupado a la invasi¨®n tranquila de la sala 49. Cinco o seis filas de personas se agolpaban ante el ¨®leo sobre tabla de nogal pintado por un disc¨ªpulo de Leonardo da Vinci, todav¨ªa no se sabe bien cu¨¢l (y probablemente nunca se sabr¨¢). M¨®viles y c¨¢maras en ristre, iban inmortalizando el hist¨®rico mediod¨ªa en el que La Gioconda del Prado tomaba posesi¨®n de sus estancias. La expectaci¨®n empez¨® a trastocarse suavemente en espect¨¢culo ¡ªsalvando las distancias, era el mismo efecto que suele producirse en el Louvre con decenas de turistas arrebujados ante la Gioconda real, solo que sin cristal protector de por medio¡ª y la seguridad entr¨® en escena: prohibidas las fotos. Muy cerca, en la librer¨ªa del museo, pod¨ªan encontrarse ya los primeros productos del merchandising giocondesco: l¨¢minas, postales, posavasos, libretas... apuesten ustedes porque esta memorabilia art¨ªstica se convertir¨¢ en carne de superventas...
Mueve el rat¨®n sobre la imagen lateralmente para comparar el original y la copia. Movi¨¦ndolo a la derecha podr¨¢s ver la Gioconda original, y hacia la izquierda la copia restaurada
La copia de la obra de Leonardo permanecer¨¢ en las paredes de la sala 49 hasta el 13 de marzo. Ese d¨ªa viajar¨¢ hasta el Louvre, donde formar¨¢ parte (del 29 de marzo al 25 de junio) de la exposici¨®n La ¨²ltima obra maestra de Leonardo da Vinci, Santa Ana. La r¨¦plica madrile?a no ser¨¢ expuesta, pues, junto al retrato m¨¢s famoso del mundo, tal y como se dej¨® entrever en un principio.
En tres semanas, La Gioconda madrile?a marchar¨¢ a Par¨ªs
En todo caso, la entrada por las puertas del Louvre de esta Mona Lisa ejecutada seg¨²n los expertos del Prado en la mism¨ªsima bottega de Da Vinci y pintada de manera simult¨¢nea al original, ser¨¢ el momento culminante de todo este proceso. No se olvide que, desde hace ya un buen mont¨®n de a?os, pervive en Par¨ªs una encendida controversia en torno a la oportunidad o no de restaurar la obra m¨¢s visitada del museo, ese celeb¨¦rrimo retrato de Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo, un rico comerciante de sedas florentino en los albores del siglo XVI (esto responde, como pr¨¢cticamente todo en la vida y en la obra de Leonardo di ser Piero Da Vinci, al ¨¢mbito de la hip¨®tesis). "Desde el Louvre nos pidieron que estudi¨¢ramos nuestras obras leonardescas, lo hicimos y les dimos toda la informaci¨®n sobre lo que fuimos encontrando; la iniciativa de limpiar y restaurar esta copia fue nuestra. Respecto a la eventual restauraci¨®n del original de Par¨ªs, nosotros ni entramos ni salimos, eso habr¨ªa que pregunt¨¢rselo a los responsables del Louvre", coment¨® ayer Miguel Falomir, jefe del departamento de Pintura Italiana (hasta 1700) del Prado.
A la vuelta de su periplo parisiense, La Gioconda del Prado volver¨¢ a casa, aunque cambiar¨¢ de habitaci¨®n. Su nuevo y privilegiado h¨¢bitat ser¨¢ el de la sala 56b del museo. All¨ª, Andrea Salai, Francesco Melzi o quienquiera que pintara hace 500 a?os la r¨¦plica de moda (en eso tambi¨¦n nos movemos en el terreno de lo hipot¨¦tico) compartir¨¢ espacio con varios artistas, y no de los menores: Rafael, Botticelli, Mantegna, Antonello de Messina y la mism¨ªsima Anunciaci¨®n de Fra Angelico. En definitiva, inquilinos mucho m¨¢s ilustres que el autor de esta Mona Lisa afincada en Madrid.
La historia de su restauraci¨®n es fascinante, no solo "por lo que aportar¨¢ de informaci¨®n sobre la forma de trabajar de Leonardo Da Vinci, de la que no tenemos demasiados datos" ¡ªcomo coment¨® a este diario Ana Gonz¨¢lez Mozo, autora del estudio t¨¦cnico¡ª sino tambi¨¦n por algunas de las conclusiones obtenidas. La fundamental de ellas, y con la que se les nota especialmente orgullosos a los conservadores del Prado, es la relativa a la simultaneidad entre el original de Leonardo y la copia del disc¨ªpulo. "El trabajo ha puesto de manifiesto que la obra fue realizada en paralelo al retrato original", dice el informe. Hasta ahora solo se conoc¨ªan copias (muchas) de La Gioconda. Es la primera vez que ¡ªsiempre seg¨²n los conservadores de la pinacoteca¡ª se tiene constancia de una r¨¦plica pintada en vivo y en directo.
Cuatro meses dur¨® la restauraci¨®n m¨¢s c¨¦lebre de los ¨²ltimos tiempos en El Prado (con permiso, por cierto, de la extraordinaria efectuada sobre El vino en la fiesta de San Mart¨ªn, de Pieter Bruegel El viejo, casi ya arrumbada en lo que a popularidad se refiere ante el empuje involuntario de la otra Gioconda). Su autora, la restauradora Almudena S¨¢nchez, elimin¨® los barnices oxidados, acab¨® con el funesto repinte negro que tapaba el paisaje de fondo (puesto ah¨ª en el siglo XVIII, seg¨²n el estudio) y con el que cubr¨ªa el velo y el cabello de Lisa Gherardini en la parte izquierda del retrato, y por fin procedi¨® a la reintegraci¨®n crom¨¢tica que permiti¨® la resurrecci¨®n de la copia en su estado original. En resumen, y en palabras de la propia restauradora: "Se abre una ventana que estuvo dos siglos cerrada".
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