El triunfo pasteloso de Federico Moccia
Desde hace a?os el autor vende millones de copias de sus libros y es masacrado por los cr¨ªticos El italiano publica su ¨²ltima novela ¡®Esta noche dime que me quieres¡¯
En casa Moccia abrir el peri¨®dico no debe de ser una actividad muy agradable. ¡°Giuseppe lo cog¨ªa y dec¨ªa: ¡®Vamos a ver c¨®mo me han machacado esta vez¡±, cuenta la se?ora Moccia, esposa del fallecido cineasta (m¨¢s famoso con el nombre art¨ªstico de Pipolo). En efecto, muy a menudo las pel¨ªculas de su marido triunfaban en las taquillas y eran ninguneadas por los cr¨ªticos. Exactamente lo mismo ocurre con los libros de su hijo Federico, que ella ha escoltado a Madrid: venden millones de ejemplares (sobre todo) entre los adolescentes, que le tienen en un altar cual Mes¨ªas del amor, pero acaban destrozados por los expertos. Para ambos est¨¢ la nueva liturgia del profeta Moccia, Esta noche dime que me quieres (Planeta).
¡°Al leer a los cr¨ªticos tengo la sensaci¨®n de que muchos ni han mirado el libro. De todos modos les cuesta digerir los productos comerciales¡±, se defiende el escritor italiano. En esa palabra tal vez est¨¦ la clave de una disputa que acompa?a a Federico Moccia desde su debut: para ¨¦l comercial se refiere a una escritura que sepa ¡°interpretar los cambios de la sociedad¡±; en el diccionario de los cr¨ªticos, en cambio, los sin¨®nimos van de barato a p¨¦simo.
A fuerza de esquivar palos, Moccia finalmente recibi¨® un golpe certero, que le dej¨® reflexionando. ¡°Me criticaron por hablar siempre de gente guapa y rica, y era un comentario acertado¡±, reconoc¨ªa el autor en una anterior entrevista. Pero tras una inmersi¨®n literaria en el mundo normal y corriente, con Esta noche dime que me quieres y su multimillonario y espl¨¦ndido protagonista, Tancredi, el italiano parece volver a refugiarse en su burbuja dorada.
¡°Es la historia de un hombre rico y una pianista que deja de tocar por amor que de repente se encuentran y descubren lo complicado que es vivir¡±, resume su ¨²ltimo trabajo el escritor. Complicados fueron tambi¨¦n sus comienzos: solo el boca a boca de los fans devolvi¨® el respiro a su ¨®pera prima, A tres metros sobre el cielo, que los no de todas las editoriales hab¨ªan dejado en agon¨ªa. Era 1992 y Moccia ten¨ªa 29 a?os. Miles de fotocopias y una adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica despu¨¦s, A tres metros sobre el cielo se convirti¨® en un ¨¦xito y ese joven con gorra de b¨¦isbol es ahora un se?or de casi 50 a?os, con la misma gorra de b¨¦isbol pero otro car¨¢cter: ¡°Con lo pele¨®n que era antes no habr¨ªa sobrevivido a tantas cr¨ªticas. Ahora ya me da igual¡±.
Moccia no ha modificado, en cambio, su manera de escribir. Tanto que sus creaciones todav¨ªa nacen de un papel y un bol¨ªgrafo. ¡°Me gusta ser salvaje, escribir lo que siento¡±, cuenta el autor. Sentire in italiano puede significar tambi¨¦n o¨ªr, otro aspecto que para ¨¦l es b¨¢sico. Bajo su pluma, la musicalidad bien vale una errata: ¡°Una vez escrib¨ª ¡®la noche que llor¨¦¡¯ en lugar de ¡®en la que llor¨¦¡¯ pero sonaba mejor, me gustaba m¨¢s y lo dej¨¦¡±.
Dos meses y medio tarda normalmente el italiano en escribir un libro. Bastante m¨¢s dura sin embargo ese periodo que va de la bombilla encendida en su cabeza al momento en el que coge el bol¨ªgrafo: ¡°Me encanta avanzar poco a poco, construir la historia, el guion de la novela, las frases. Y luego ver como una p¨¢gina se transforma en 10, en 100 y en 500¡±. Cucharada tras cucharada, Moccia intenta dosificar trama y romanticismo, a la caza de una obra rom¨¢ntica. Para muchos sin embargo, el chef italiano se pasa con el az¨²car y la miel. Algo parecido deb¨ªa de opinar un joven que, seg¨²n cuenta el autor, se le encar¨® en medio de una charla que dio en una universidad. ¡°?Qu¨¦ pintas aqu¨ª, donde se estudian autores como Dante?¡±, le espet¨® el chico.
Tampoco el italiano debe de tener muchos fans entre los alcaldes. Desde que en su segunda obra, Tengo ganas de ti, los protagonistas se promet¨ªan amor eterno colgando un candado de una farola del Puente Milvio de Roma, un ej¨¦rcito de parejas ha cubierto de cerrojos puentes y cadenas de medio planeta. De China a Estados Unidos, pasando por Espa?a, algunos mandatarios han ordenado quitar los llamados candados del amor por el temor de que se da?aran las estructuras y se arruinara el patrimonio.
Sin embargo, al d¨ªa siguiente los candados no solo vuelven, sino que se multiplican. Como los aficionados del escritor, que llevan 20 a?os yendo a m¨¢s y demostr¨¢ndole una pasi¨®n m¨¢s propia de sus obras que de la normalidad: ¡°Una chica de 16 a?os en cuanto me vio se ech¨® a llorar porque dec¨ªa que en mis libros hab¨ªa encontrado todo lo que sent¨ªa¡±. Dice Moccia que la ni?a se pas¨® casi dos minuto sollozando. Menos mal que no hab¨ªa le¨ªdo las cr¨ªticas.
Babelia
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