Lucio Dalla, un gigante de la canci¨®n italiana
El m¨²sico fallece en Suiza a los 68 a?os a causa de un infarto
Lucio Dalla, que falleci¨® ayer en Montreux (Suiza), funcionaba como maravilloso ejemplo de la capacidad de la m¨²sica popular italiana para asimilar elementos for¨¢neos, sin renunciar a sus esencias. Un infarto acab¨® con una carrera deslumbrante, marcada por la capacidad de regeneraci¨®n, un pellizco interpretativo que rozaba el histrionismo y la complicidad del p¨²blico masivo.
Bolo?¨¦s de 1943, Dalla se profesionaliz¨® en Roma con los Flippers, banda de jazz ligero que acompa?aba al exuberante vocalista Edoardo Vianello, con quien Lucio grab¨® I watusi (1963) y otros pegajosos ¨¦xitos. Como pianista y cantante, pod¨ªa imitar incluso a Ray Charles; Gino Paoli le sugiri¨® que explorara esa veta negroide. La poderosa RCA le acogi¨® con reservas: su primer elep¨¦ no saldr¨ªa hasta 1967.
Pose¨ªa un pellizco interpretativo que rozaba el histrionismo
Durante los sesenta, Dalla mantuvo un dif¨ªcil equilibrio entre sus instintos musicales, que le colocaban en el movimiento beat, y la necesidad de participar en festivales de la canci¨®n, a veces ante audiencias irritadas, que le consideraban un payaso o un subversivo. Encarnaba cierta actitud contestataria; apareci¨® incluso en la pel¨ªcula Dillinger ha muerto (1968), de Marco Ferreri.
Ya en los setenta, se alcanz¨® una entente cordial entre Dalla y el p¨²blico italiano que ha continuado hasta ahora. Dada la efervescencia pol¨ªtica de la d¨¦cada, su desfachatez resultaba bienvenida: edit¨® ocurrencias del calibre de Intervista con L¡¯avvocato, donde imaginaba una conversaci¨®n con Gianni Agnelli. La RAI prohibi¨® alguna de sus piezas, convirti¨¦ndole en una causa c¨¦lebre. Una alianza con el poeta bolo?¨¦s Roberto Roversi, entre 1974 y 1977, le aport¨® una potencia narrativa que adem¨¢s se prestaba para espect¨¢culos teatrales, con aciertos como Automobili.
Hasta el propio Dalla comprend¨ªa que necesitaba el freno de colaboradores, para controlar su tendencia a la provocaci¨®n y al delirio. De ah¨ª las agitadas uniones con Francesco de Gregori y Gianni Morandi. Con el cantautor romano elabor¨® un famoso directo, Banana republic (1979), con su versi¨®n de Un gelato al limon, de Paolo Conte; retomar¨ªan el emparejamiento 30 a?os despu¨¦s con Work in progress. Con Morandi, tambi¨¦n bolo?¨¦s, hab¨ªa una relaci¨®n fraguada en las intrigas del Festival de Sanremo, con el tema Occhi di ragazza. El d¨²o llen¨® grandes recintos: en 1988, se lanz¨® Dalla Morandi y un triunfal Live. Un grupo bolo?¨¦s, Stadio, se convertir¨ªa en su banda habitual.
Sus ochenta tambi¨¦n fueron espl¨¦ndidos. Dalla (1980) conten¨ªa Balla balla ballerino. Desde 1983, se junt¨® con Mauro Malavasi, productor af¨ªn a la m¨²sica afroamericana. Junto a las piezas r¨ªtmicas, tambi¨¦n profundiz¨® en el lirismo mediterr¨¢neo. El autor de Com¡¯¨¨ profondo il mare alcanz¨® otra cumbre con Caruso. T¨ªpicamente, Lucio minimizaba aquella bendita partitura, inmortalizada por Pavarotti: aseguraba haberla compuesto en un lujoso hotel de Sorrento, donde arrib¨® tras una aver¨ªa de su barco; al ver el precio de la suite donde se alojaba, decidi¨® aprovechar que all¨ª estaba un piano usado por Enrico Caruso ¡°para pagar la factura¡±.
Alcanz¨® un pico de popularidad con ¡®Cambio¡¯: vendi¨® 1,5 millones de discos
Alcanz¨® un pico de popularidad en 1990 con Cambio: despach¨® 1.500.000 copias. Inevitablemente, en tiempos recientes, ante el encogimiento del negocio discogr¨¢fico, Dalla se coloc¨® a la vanguardia de la lucha contra las descargas ilegales.
En la l¨ªnea de lo que practica Adriano Celentano, Dalla se deleitaba en ejercer de artista ¡°pol¨ªticamente incorrecto¡±. Se le identificaba con la izquierda, igual que su Bolonia natal, pero en 2008 reneg¨® de su supuesta filiaci¨®n marxista, al alardear de su devoci¨®n por Josemar¨ªa Escriv¨¢ de Balaguer, el santo fundador del Opus Dei. La tormenta no se apag¨® cuando Lucio entr¨® en el juego de las puntualizaciones.
Transformado en creador polivalente y artista oficial de la rep¨²blica, su creatividad se resinti¨®. Realiz¨® bandas sonoras, protagoniz¨® programas de televisi¨®n, se implic¨® en la ¨®pera, gir¨® con la Grande Orchestra Sinf¨®nica de Beppe D¡¯Onghia, compuso himnos, escribi¨® relatos. La profundidad de su cancionero le disculpaba ante cualquier capricho o desliz est¨¦tico.
Dalla hizo alg¨²n intento de establecerse entre el mercado hispanoparlante. Victor Manuel le sirvi¨® de traductor y hasta Joaqu¨ªn Sabina hac¨ªa esfuerzos para acudir a sus raros conciertos en Espa?a. Se lo merec¨ªa: un Dalla en estado de gracia esc¨¦nica era arrollador.
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