"Nos tienen paralizados de miedo, pero luego ser¨¢ peor"
Clara Us¨®n publica 'La hija del Este', una novela inspirada en la hija de Mladic ?Es justo que ella se hubiera suicidado al descubrir los horrores cometidos por su padre? "El populismo azuza la xenofobia y el nacionalismo y creen que pueden controlarlo, pero al final no es as¨ª"
Una de las virtudes m¨¢s inquietantes de Clara Us¨®n (Barcelona, 1961) como escritora es la pasmosa naturalidad con la que se cuela -y, claro, con el consiguiente arrastre del lector- en la cabeza de sus personajes. ¡°Es que para eso escribo, para ver otras vidas, quiz¨¢ para huir de m¨ª, por eso me interesan autores ventr¨ªlocuos como Tolstoi, Ch¨¦jov y Vargas Llosa¡±, cita casi con vehemencia. Esa virtud, notoria ya en novelas anteriores como Coraz¨®n de napalm (premio Biblioteca Breve, 2009), es impagable cuando el personaje escogido es real y del calibre de Ana Mladic, hija y raz¨®n de vivir del general Ratko Mladic, uno de los criminales m¨¢s sanguinarios de la guerra de los Balcanes: orden¨® ejecutar a 8.000 bosnios tras el cerco de Srebenica. En 2006, Us¨®n ley¨® que Ana, apenas 23 a?os, brillante estudiante de medicina y nacionalista a ultranza, se hab¨ªa suicidado con la pistola favorita de su padre, reservada para cuando naciera su nieto. Quiz¨¢ fue un sacrificio, un acto heroico o una simple forma de autodestrucci¨®n. Con algo, pues, que ya nunca se sabr¨¢ ha construido Us¨®n su sexta novela, La hija del Este (Seix Barral).
¡°Una chica enamorada de su padre descubre que es un monstruo; si tu referencia moral es un fraude, ?qu¨¦ haces?; por ejemplo, ?me mato para que no mates t¨² m¨¢s? Ana es v¨ªctima de la peor traici¨®n posible, ?c¨®mo poder seguir viviendo con esto?¡±, balacea como una ametralladora Us¨®n al definir a su personaje, infestado de esa culpa heredada que tan a menudo arrastran sus criaturas. Un relato de Tolstoi, Despu¨¦s del baile, que un personaje cuenta a otro, funciona como met¨¢fora del libro: un hombre se enamora en una noche de baile perdidamente de una joven que le corresponde: el amor perfecto; al d¨ªa siguiente, el joven ve c¨®mo el padre de la chica, alto militar, aplica un dur¨ªsimo castigo a un soldado; por ello, decide no volver a verla nunca m¨¢s. La hija paga por el padre. ?Justo? ¡°Los hijos no son los culpables de lo que hacen sus padres pero a menudo se lo reprochamos; en cualquier caso es aquello de los versos de Philip Larkin: ¡®Te joden la vida pap¨¢ y mam¨¢/ tal vez sin intenci¨®n/ pero lo hacen¡¯. S¨ª, es uno de mis temas: de la familia sale todo, incluida la culpa, propia o ajena¡¡±.
Siente un punto de debilidad Us¨®n por su protagonista, que tras o¨ªr de amigos los horrores que protagoniza su padre empieza a turbarse: ¡°Hace falta valor para dejar entrar la duda en la vida de uno, para desmontar las certezas que te sostienen; eso es siempre sano, a pesar del peligro de que sea paralizante¡±. Ana Mladic, v¨ªctima de ese refr¨¢n de su pa¨ªs que reza: ¡°Cuanto m¨¢s sepas, m¨¢s sufres¡±, iba a ser presentada de manera m¨¢s inocente por la escritora, pero cuando esta averigu¨® que en un picnic familiar acab¨® con su padre compartiendo disparos con fuego de mortero contra los bosnios, ¡°me hizo reconsiderar bastante al personaje¡±. El episodio es una peque?a perla de la mir¨ªada de informaciones que aporta el libro sobre la tragedia balc¨¢nica, en el que invirti¨® tres a?os de investigaci¨®n, hasta el extremo de hacerse traducir dos biograf¨ªas del serbio y entrevistar a un buen n¨²mero de croatas, bosnios y serbios. Buena parte de esa documentaci¨®n vertida en la novela la ti?e tambi¨¦n con una p¨¢tina de cr¨®nica, con fotos y reproducci¨®n de informes, as¨ª como una galer¨ªa de monstruos (Milosevic, Karadzic¡) perfilados por una de las voces ficticias m¨¢s cr¨ªticas y distantes de la obra; una mezcolanza, en definitiva, que evoca a Soldados de Salamina. ¡°Hay menos ficci¨®n en la obra de Javier Cercas que en la m¨ªa¡±, apunta Us¨®n, consciente de que estrena formato en su trayectoria. ¡°Es quiz¨¢ una de las guerras m¨¢s filmadas de los ¨²ltimos a?os; por eso una estructura de novela decimon¨®nica no serv¨ªa; el narrador omnisciente no tiene ya la verdad; esa inocencia est¨¢ perdida¡±, ejemplifica. Y m¨¢s al hablar del conflicto de la antigua Yugoslavia¡
¡°Se empieza entonando canciones folcl¨®ricas y se termina empu?ando un Kalasnikov¡±, cita otro personaje, una muestra de la carga extremadamente cr¨ªtica que Us¨®n arroja a lo largo de toda la novela sobre los nacionalismos. ¡°Debo tener una deficiencia o una fobia heredada sobre esos temas¡ He nacido aqu¨ª por accidente; no s¨¦, ?cu¨¢nto tiene el nacionalismo espa?ol? ?500 a?os?; ?cu¨¢ntas naciones de anta?o ya no existen? Soy incapaz de morir por la patria¡±, zanja un tema que la incomoda en tanto ya se le ha reprochado que solo refleje las atrocidades de los serbios y no las de los albanokosovares o croatas. ¡°La obra est¨¢ articulada desde una chica serbia y amante de su pa¨ªs; requer¨ªa ese contexto¡ Pero estas cr¨ªticas tienen m¨¢s que ver con los nacionalismos de aqu¨ª; s¨¦ que ser¨¢ una obra que levantar¨¢ ampollas¡±, asume. Y avanza: ¡°es un problema que volver¨¢ en breve con mucha fuerza ante la posible p¨¦rdida de poder de los estados-naci¨®n en favor de un aut¨¦ntico poder central europeo que pueda hacer frente al tema financiero¡±.
Como en casi todas las novelas de Clara Us¨®n, subyace en La hija del Este una mir¨ªada de temas, desde el papel de los intelectuales ¡ªabundantes entre los carniceros que comandaban tropas o gobiernos en las distintas facciones de la antigua Yugoslavia (¡°son los mayores manipuladores, por eso Plat¨®n no dejaba entrar a los poetas en la Rep¨²blica¡±)¡ª a la pat¨¦tica inacci¨®n de las autoridades europeas, como ya ocurriera ante la Guerra Civil Espa?ola y el ascenso del nazismo. ¡°La manipulaci¨®n pol¨ªtica, que aqu¨ª abordo, es brutal: cuando quieren, en cuatro d¨ªas te convencen de que hay que invadir Irak, ahora quiz¨¢ ser¨¢ Ir¨¢n, y cuando no, la excusa: el miedo al miedo de que la intervenci¨®n sea peor¡±. Es el espanto, esa arma con la que se promueven odios y guerras, como tambi¨¦n recoge el libro, donde un dirigente serbio adoctrina: ¡°Hay que meterle miedo a la gente, inocul¨¢rselo¡±. ?Como hoy? ¡°Nos tienen en el p¨¢nico absoluto por la crisis econ¨®mica mientras cada vez crece la certeza de que los que nos gobiernan no controlan el mercado; es el momento de los populistas, como ocurri¨® ahora har¨¢ 20 a?os este abril en Yugoslavia tras caer el comunismo. Tuvimos suerte de no contar con un Milosevic o un Tudjman durante nuestra Transici¨®n, si no hubiera sido un infierno¡ El populismo azuza la xenofobia y el nacionalismo y creen que pueden controlarlo, pero al final no es as¨ª; cuando Milosevic quiso frenar lo de Bosnia, no pudo; s¨ª: nos tienen paralizados de miedo pero luego ser¨¢ peor porque tras perder el miedo al miedo viene la desesperaci¨®n¡±.
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