El joven tumbado (Obl¨®mov)
El hast¨ªo como medida de salvaci¨®n. El personaje del escritor ruso Iv¨¢n A. Goncharov, h¨¦roe absoluto de los indolentes y el protagonista de la mejor novela que se ha escrito sobre la ociosidad, representa tambi¨¦n el sue?o de todos
Me acuerdo de Rilke, para quien la vida en s¨ª, pura y libre de las determinaciones particulares que la califican y delimitan, se parec¨ªa a la muerte; lo era en tanto que puro espacio hueco e impreciso, ausencia y concavidad. ¡°?Cu¨¢ndo es el presente?¡±, lleg¨® a preguntarse, influenciado por J. P. Jacobsen, autor de Niels Lyhne (1880), novela en la que se fomenta la sospecha de que la existencia, la vida, ¡°no es jam¨¢s¡±.
?No es jam¨¢s! Esto casi suena a Beckett y recuerda a Martin Amis cuando dijo que si alguien quisiera imitar el estilo beckettiano podr¨ªa f¨¢cilmente salir del paso escribiendo: ¡°No, nunca, jam¨¢s, no¡±.
Pero volvamos a la existencia y a la sospecha sobre ella. A Jacobsen le inquietaban los seres ¡°que viven como si eso fuese la cosa m¨¢s natural del mundo¡±. No es extra?o pues que para el Niels Lyhne de su novela la vida hubiera perdido toda naturaleza y contenido y no fuera nunca algo obvio en su transcurrir, sino algo vac¨ªo e irreal: la vida vista como algo que puede que estuviera pasando a su lado, pero no a trav¨¦s de ¨¦l.
Niels Lyhne nos recuerda a esos solitarios que alguna vez hemos visto sentados en orillas extra?as, contemplando la vida muda de la que se alejan. Y tambi¨¦n a la novela Obl¨®mov del escritor ruso Iv¨¢n A. Goncharov, donde los habitantes del pueblo de Oblomovka ven discurrir la vida ¡°a su lado, como un r¨ªo que contemplan desde la ribera¡±.
Y es que si la existencia es s¨®lo una incesante despedida de s¨ª misma, sobre su fuga planea constantemente esta cuesti¨®n: ¡°?Cu¨¢ndo se vive?¡±. La pregunta la hace Obl¨®mov, el harag¨¢n por excelencia de la literatura rusa y pariente secreto de Niels Lyhne. Si Lyhne es alguien ¡°medio Werther, medio Hamlet, vencido por un pesado cansancio¡± (eso dec¨ªa Zweig de ¨¦l), Obl¨®mov tambi¨¦n es una persona fatigada, en realidad es el h¨¦roe absoluto de los indolentes y el protagonista de la mejor novela que se ha escrito sobre la ociosidad.
Su inmovilismo atrae a muchas almas hoy m¨¢s que nunca. Ni un movimiento. No hacer nada. No colaborar
Veamos: Obl¨®mov es un joven y desvalido arist¨®crata, incapaz de hacer nada con su vida. Duerme mucho, bosteza continuamente dentro de su bata deshilachada. No hace nada, pero es que nada. Encogerse de hombros es su gesto preferido. Es de esa clase de personas que tienen la costumbre de irse a dormir antes de fatigarse. Estar tumbado cuanto m¨¢s tiempo mejor parece su ¨²nica aspiraci¨®n, su modesta aunque envenenada rebeld¨ªa. A lo largo de toda la novela de Goncharov, el joven Obl¨®mov raramente deja su habitaci¨®n, donde permanece tumbado en un div¨¢n intentando evitar las propuestas y las obligaciones que le llegan del exterior, y s¨®lo hasta muy avanzado el libro no le veremos, por primera vez, salir de la cama. Ha perdido la costumbre de moverse, de vivir, de ver gente, le parece que se ahoga en medio de la multitud. Es alguien que dio por terminada hace tiempo su vida en sociedad, y vive literalmente como un joven tumbado o, mejor dicho, como un muerto: la vida fluye pero s¨®lo a su lado, s¨®lo al lado de su div¨¢n, en realidad la vida nunca ha pasado por ¨¦l.
Amado por Olga, ¨¦sta desiste de su empe?o en llevarlo al altar cuando comprende que el joven elegir¨¢ siempre el reposo si ha de decidir entre el reposo y ella. Tal convicci¨®n la lleva entonces a casarse con Stolz, amigo de infancia de Obl¨®mov y contrapunto exacto de ¨¦ste, porque es un trabajador infatigable y un entusiasta de Europa y del progreso y un tipo absolutamente convencido de que lo natural es vivir¡ La novela de Goncharov ¡ªen realidad irresumible como todas las buenas novelas¡ª fue durante tiempo vista como una cr¨ªtica de la nobleza rusa y del r¨¦gimen zarista, pero lo que ha perdurado del libro no ha sido su conciencia pol¨ªtica, sino el talento del autor al crear el paradigm¨¢tico personaje de Obl¨®mov, de quien en el libro se nos explica, con moroso detalle y mucha gracia, su desdichada forma de ser. ?Desdichada? Quiz¨¢s sea al rev¨¦s y Obl¨®mov, alejado de toda acci¨®n, sea un alma feliz, completamente feliz.
Vivir mentalmente con naturaleza hamletiana, en la atm¨®sfera de estos d¨ªas de transici¨®n incierta y de indeterminaci¨®n fluctuante
Su inmovilismo atrae a muchas almas hoy m¨¢s que nunca. Hoy, cuando la crisis empieza a propiciar una modesta pero envenenada rebeli¨®n, en el fondo inquietante para el poder econ¨®mico: la silenciosa rebeli¨®n de los oblomovs que surgen de entre las gavillas de j¨®venes tumbados por el paro. La consigna es apartarse, hacer uso del ¡°derecho de irse¡± que reclamaba Baudelaire. Para ejercer ese derecho y afiliarse al oblomovismo la soluci¨®n m¨¢s pr¨¢ctica es quedarse quieto, descubrir que para huir de un lugar lo mejor es quedarse en ¨¦l. En la novela de Goncharov la acci¨®n est¨¢ pr¨¢cticamente ausente de ella, y aun as¨ª parece que pase algo, quiz¨¢s sea s¨®lo la vida pasando al lado de la trama. El muy casero protagonista y cansado h¨¦roe de la nada no inicia jam¨¢s una acci¨®n ni actividad alguna que no sean sus vodevilescas disputas con su criado Zakhar en pasajes haraganes, pasajes del libro l¨®gicamente gandules, pues ¨¦stos no hacen m¨¢s que describir las mon¨®tonas jornadas de un indolente, de un ser ab¨²lico, no nacido siquiera para hacer novelas: ¡°Escribir de noche ¡ªpens¨® Obl¨®mov¡ª ?cu¨¢ndo dormir¨¢? Seguramente gana m¨¢s de cinco mil al a?o. ?No est¨¢ nada mal! Pero escribir todo el tiempo, derrochar el alma, el pensamiento en menudencias, cambiar de convicciones, comerciar con la inteligencia, la imaginaci¨®n, violentar la propia naturaleza, sufrir la inquietud, la indignaci¨®n, no conocer el reposo y estar siempre en movimiento¡ Y escribir, escribir siempre, ser como una rueda, una m¨¢quina: escribir ma?ana y pasado ma?ana, en d¨ªas de fiesta, en verano, escribir constantemente. ?Cu¨¢ndo podr¨¢ detenerse y descansar? ?Qu¨¦ desgraciado!¡±.
Me parece que Obl¨®mov acert¨® de lleno. ?Qu¨¦ es eso de comerciar con la inteligencia? ?C¨®mo no darle la raz¨®n a este ocioso ruso tumbado, al joven que inspir¨® aquel sorprendente grafiti de Guy Debord en un muro del Quartier Latin de Par¨ªs en los a?os cincuenta? Ese grafiti dec¨ªa: ¡°No trabaj¨¦is nunca¡±.
?Y qui¨¦n, al fin y al cabo, no es oblomovista? ?Qui¨¦n no intuy¨® alguna vez que ser ocioso es precisamente aquello con lo que sue?a todo el mundo, ¡°pues todo lo que el hombre hace es un intento por recuperar el para¨ªso perdido¡±? ?Y qui¨¦n no sospecha que los seres humanos lo que realmente ambicionan es la paz y el descanso?
Obl¨®mov ¡ªapunta Christopher Dom¨ªnguez Michael en El XIX en el XXI¡ª es puente que une a los hombres superfluos de G¨®gol con los seres vac¨ªos de Beckett o de Robert Walser. Y aqu¨ª cabr¨ªa recordar tambi¨¦n al joven tumbado de Un hombre que duerme, de Perec, aficionado a quedarse quieto y buen disc¨ªpulo del Kafka que escrib¨ªa una noche en Praga: ¡°No es necesario que salgas de casa. Qu¨¦date a tu mesa y escucha. Ni siquiera escuches¡¡±.
Obl¨®mov, con su indolencia de siglos concentrada en su casa de San Petersburgo y a la b¨²squeda del para¨ªso perdido, parece querer recomendarnos a todos lo que Eugeni D¡¯Ors recetaba en su m¨¢s memorable libro: el hast¨ªo como ¨²nica medida para la salvaci¨®n, es decir, nos recomendaba encasquetarnos el tedio al pie de la letra, sin paliativos, sin matiz alguno, calarse el puro cansancio: ¡°No excursi¨®n: chaise longue. No conversaci¨®n, silencio. No lectura, letargo. En lo posible, ?ni un movimiento, ni un pensamiento!¡±.
Exacto. Ni un movimiento. No hacer nada. No colaborar. Que se estrellen ellos. Vivir mentalmente con naturaleza hamletiana, en la atm¨®sfera de estos d¨ªas de transici¨®n incierta y de indeterminaci¨®n fluctuante. Y dejar que sea lo impetuoso, con sus finanzas de lenguaje criminal, lo m¨¢s parecido a ese r¨ªo vulgar de la vida que pasa a nuestro lado; una vida que por suerte a veces fluye ajena a nosotros, en el m¨¢s puro espacio hueco e impreciso. O
Niels Lyhne. Jens Peter Jacobsen. Traducci¨®n de Ana Sof¨ªa Pascual. Acantilado, 2003. Obl¨®mov. Ivan A. Goncharov. Traducci¨®n de Lidia Kuder de Velasco. Debolsillo, 2009. El XIX en el XXI. Christopher Dom¨ªnguez Michael. Sexto Piso, 2010. Un hombre que duerme. Georges Perec. Traducci¨®n de Eugenie Russek-G¨¦rardin. Anagrama, 1990. Oceanograf¨ªa del tedio. Eugeni D¡¯Ors. Tusquets, 1981.
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