Sin peros en la lengua
"Es muy enriquecedor el debate abierto por el art¨ªculo 'Sexismo ling¨¹¨ªstico y visibilidad de la mujer"
Es muy enriquecedor el debate abierto a partir del art¨ªculo Sexismo ling¨¹¨ªstico y visibilidad de la mujer publicado el pasado domingo en EL PA?S, firmado por Ignacio Bosque y suscrito por otros 27 acad¨¦micos y 5 acad¨¦micas. La n¨®mina de los firmantes evidencia que la visibilidad de la mujer, en seg¨²n qu¨¦ ¨¢mbitos, a¨²n tiene un largo camino que recorrer. Y su contenido documenta que en la otra necesaria visibilidad, la que viene de la mano de la adaptaci¨®n del lenguaje, quiz¨¢s se hayan dado pasos desmesurados a¨²n con la buena intenci¨®n de corregir usos sexistas instalados secularmente en nuestro idioma. Resulta muy dif¨ªcil no suscribir algunas de las apreciaciones sostenidas por Ignacio Bosque, sobre todo las que se refieren a los cansinos desdoblamientos para evitar el masculino gen¨¦rico, o al uso de algunas f¨®rmulas propuestas por las gu¨ªas analizadas que no s¨®lo atentan contra la gram¨¢tica o la sintaxis, sino que en ocasiones nos llevar¨ªan a decir justo lo contrario de lo que queremos expresar. Tambi¨¦n es brillante la apreciaci¨®n de que mientras se exige al lenguaje oficial un acercamiento a la lengua com¨²n, se promueve desde algunas instituciones un movimiento que act¨²a justo en sentido contrario. Y son demoledores los p¨¢rrafos en los que se demuestra que quienes proponen un lenguaje pol¨ªticamente correcto en esas gu¨ªas despu¨¦s vulneran sus propias recomendaciones en los Boletines Oficiales o en los documentos de sus propias organizaciones e instituciones.
La RAE ha puesto muy alto el list¨®n de la exigencia
Es verdad que nuestra lengua diferencia entre sexo y g¨¦nero, y as¨ª ha acu?ado sustantivos de apariencia masculina en los que est¨¢n incluidas las mujeres, como otros de apariencia femenina en la que nos sentimos incluidos todos los hombres. Yo lo soy, y tambi¨¦n persona y periodista, y no creo necesario forzar la lengua para ser persono o periodisto. Aunque respecto a la denominaci¨®n de mi profesi¨®n, ejemplo repetidamente usado para zaherir a quien propone una feminizaci¨®n del lenguaje, no s¨¦ c¨®mo se habr¨ªa desenvuelto la Lengua si el m¨ªo hubiese sido en su origen un oficio de mujeres. Ah¨ª tenemos a las modistas que vieron c¨®mo, cuando algunos hombres espa?oles prosperaron en el oficio, la RAE no tuvo inconveniente en retorcer la norma para crear la palabra modisto, aunque el sufijo -isto, para denominar una profesi¨®n, es un contradi¨®s que ni existe ni se le espera en el diccionario.
La RAE ha puesto muy alto el list¨®n de la exigencia, no s¨®lo para quienes elaboran gu¨ªas sobre el uso no sexista del lenguaje, sino para los propios acad¨¦micos que deber¨ªan mostrar el mismo inter¨¦s en revisar su propio Diccionario. En ¨¦l encontramos fosilizados usos y t¨¦rminos cargados de sexismo. Les propongo que busquen, por ejemplo, los grados militares. ?Por qu¨¦ si soldada, generala o sargenta son palabras que acoge el diccionario para designar modismos anticuados como el de la mujer del militar, o para definir, en el caso de sargenta, una mujer corpulenta y hombruna, no pueden ser utilizados para nombrar lo evidente: a las mujeres que ocupan esos puestos en la carrera militar? Fue sorprendente la recomendaci¨®n de la FUNDEU ¨C fundaci¨®n asesorada por la RAE- sobre el t¨¦rmino soldada. Reconoc¨ªa que era una palabra bien formada aunque recomendaba no usarla mientras no se extendiese su uso, sin saber c¨®mo se puede lograr lo segundo si aceptamos lo primero. En otras palabras, como monarca, la Academia ha detectado el cambio de uso de la palabra y en la pr¨®xima edici¨®n ya no se recoge como t¨¦rmino masculino, sino com¨²n en cuanto al g¨¦nero. Aunque con una anotaci¨®n sorprendente al pie en el que especifica que "se usa mayoritariamente como masculino". Bueno... hasta que en este pa¨ªs haya una reina, se supone.
La Real Academia Espa?ola tiene su historia. Es sorprendente la resistencia mostrada, por ejemplo, para incluir una acepci¨®n que denomine las nuevas formas de matrimonio homosexual. En el Diccionario se recogen hasta diez formas de matrimonio, alguna de las cuales est¨¢n enterradas en la Historia, pero no se define una nueva realidad que afecta a decenas de miles de parejas s¨®lo en nuestro pa¨ªs y que permanecer¨¢ vigente aunque el Tribunal Constitucional tumbe est¨¢ forma de matrimonio. O la beligerancia mostrada contra el concepto "violencia de g¨¦nero", cuando es una denominaci¨®n universalmente aceptada, aunque tenga su ra¨ªz en otro idioma, y que define m¨¢s acertadamente el fen¨®meno que la "violencia dom¨¦stica", usada por Ignacio Bosque en su interesante art¨ªculo.
Resultar¨ªa muy interesante que la Academia prosiguiera su labor anal¨ªtica y divulgadora, mediante sucesivos art¨ªculos que se pusieran en solfa los lenguajes acu?ados desde la econom¨ªa y desde la pol¨ªtica
Nos podr¨ªamos extender en los ejemplos, pero no es el caso. Aunque quiz¨¢s convenga subrayar el m¨¢s elocuente. El Diccionario, que por razones de sentido com¨²n y de eficacia se rige por el sagrado orden alfab¨¦tico, s¨®lo tiene una excepci¨®n, sexista donde las haya. Si alguien se lanza a buscar la palabra que designa un oficio que en castellano tenga variantes masculina y femenina, se ver¨¢ obligado a buscar la entrada por el masculino - abogado, da; arquitecto, ta -, algo que vulnera el exigido orden alfab¨¦tico. En su documentado art¨ªculo, el catedr¨¢tico Ignacio Bosque se pregunta reiteradamente c¨®mo un profesor de Lengua podr¨ªa explicar a sus alumnos algunas distorsiones del idioma que promueven las gu¨ªas estudiadas. Yo me pregunto c¨®mo el mismo profesor explicar¨¢ a sus alumnos esta dinamitaci¨®n del orden alfab¨¦tico consagrada por la propia Academia.
Es muy elocuente el desternillante p¨¢rrafo extra¨ªdo de la Constituci¨®n venezolana. Quedamos a la espera del an¨¢lisis correspondiente de nuestra Constituci¨®n vigente, especialmente de los art¨ªculos 56 y siguientes en los que se refiere a la denominaci¨®n del Jefe del Estado como Rey, y a su heredero como Pr¨ªncipe de Asturias, excluyendo la posibilidad, consagrada como es l¨®gico en el propio texto y efectiva desde que el heredero ha tenido solo hijas, de que un d¨ªa en Espa?a haya una Reina de Espa?a. Sin llegar al desprop¨®sito bolivariano, se podr¨ªa haber matizado m¨¢s.
En fin, el debate est¨¢ abierto. Y como la Academia se ha mostrado muy activa en los ¨²ltimos a?os para modernizar nuestra Gram¨¢tica, nuestra Ortograf¨ªa, para incluir todas las peculiaridades del castellano - el de Espa?a y el de Am¨¦rica - en su brillante e imprescindible Diccionario Panhisp¨¢nico de Dudas, incluso para mostrar las diferentes variantes fon¨¦ticas de nuestro idioma en el mundo, no estar¨ªa mal que se lanzase a elaborar una gu¨ªa de referencia para orientar la manera en la que, sin torcer nuestro idioma hasta la sinraz¨®n, podamos ir mejor¨¢ndolo para hacerlo m¨¢s inclusivo. Dado que el documento publicado en EL PA?S, junto a las cr¨ªticas, asume tambi¨¦n algunas propuestas como razonables, creo que hay campo suficiente como para alcanzar consensos. Y mientras llega esa obra, resultar¨ªa muy interesante que la Academia prosiguiera su labor anal¨ªtica y divulgadora, mediante sucesivos art¨ªculos tan interesantes y documentados como el que ahora ha visto la luz, en los que se pusieran en solfa los lenguajes acu?ados desde la econom¨ªa y desde la pol¨ªtica, cargados de circunloquios, lugares comunes y eufemismos que, adem¨¢s de atentar contra la estructura y los usos de nuestra Lengua, maquillan la realidad hasta los l¨ªmites del enga?o y evidencian la baja consideraci¨®n que unos y otros tienen de los ciudadanos y ciudadanas - perm¨ªtaseme aqu¨ª el desdoblamiento- a quienes se dirigen. Para que no parezca que la indignaci¨®n de los acad¨¦micos es asim¨¦trica.
Isa¨ªas Lafuente. Periodista y director de la Unidad de Vigilancia de la Lengua, espacio radiof¨®nico de la Cadena SER
Babelia
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