La vida como una nada, como un sue?o, como algo flotante
Un recorrido por los jalones y momentos clave de la labro creativa y biogr¨¢fica de Kafka La relaci¨®n epistolar con su amigo Max Brod ilumina el camino
La ¨²ltima petici¨®n. "Todo lo que se encuentre de mis escritos cuando yo muera", le escribi¨® Franz Kafka a Max Brod en una de las dos cartas que se consideran su testamento, "debe ser quemado de forma inmediata, sin ser le¨ªdo". En la otra mostraba cierta benevolencia por las obras que public¨® en vida y le dec¨ªa, por ejemplo: "El par de ediciones de Contemplaci¨®n puede quedar; no quiero que nadie tenga que tomarse la molestia de hacerlos trizas, pero en ning¨²n caso deben ser editados de nuevo". Su posici¨®n era rotunda: que todo fuera pasto de las llamas, a "la mayor brevedad posible". Max Brod, afortunadamente, desobedeci¨® y, por eso, hoy se puede leer cuanto Kafka dej¨® sin publicar: toda su correspondencia, el conjunto de sus diarios (salvo algunos pasajes que expurg¨® para que aparecieran en peri¨®dicos y revistas), un mont¨®n de legajos (donde se encontraron narraciones, aforismos y textos en prosa sobre las m¨¢s variadas cuestiones) y sus tres novelas, de las que dej¨® borradores m¨¢s o menos completos: El desaparecido, El proceso y El castillo.
Siete obras. Kafka vivi¨® casi 41 a?os (naci¨® en 1883 en Praga y all¨ª fue enterrado tras morir el 3 del junio de 1924) y, aunque trabaj¨® 14 como asesor legal en el Instituto de Seguros de Accidentes de Trabajo del Reino de Bohemia, el ¨²nico deseo que realmente lo motivaba era, como cuenta Klaus Wagenbach en la biograf¨ªa que le dedic¨®, "su 'garabateo' vespertino o nocturno". Esos garabatos contienen una de las obras m¨¢s ambiciosas y originales de la historia de la literatura, pero su autor no lleg¨® a publicar m¨¢s que siete libros y, adem¨¢s, bastante breves. El primero de ellos, Contemplaci¨®n, apareci¨® a finales de 1912, aunque la edici¨®n est¨¢ fechada en 1913, a?o en que se publicaron tambi¨¦n La condena y El fogonero, que luego pas¨® a formar parte de El desaparecido, la novela que Brod titul¨® America cuando se edit¨® en 1927. La transformaci¨®n, m¨¢s conocida como La metamorfosis y seguramente la m¨¢s le¨ªda de todas sus narraciones, vio la luz en 1915. De 1919 son En la colonia penitenciaria y Un m¨¦dico rural. Un artista del hambre lleg¨® a las librer¨ªas en 1924 cuando Kafka ya hab¨ªa muerto, pero tuvo tiempo de revisar las pruebas.
Ser una literatura. En buena medida la grandeza de Kafka ya est¨¢ en ese pu?ado de p¨¢ginas que public¨® en vida, pero va creciendo de manera exponencial en todo lo que orden¨® que se quemara. Cuando estuvo con Felice Bauer, consider¨® conveniente escribirle al padre de esta para pedirle su mano. Y lo hizo. Como tardaba en recibir respuesta, se puso a redactar en sus diarios el borrador de una segunda misiva. "Como no soy, ni puedo ni quiero ser otra cosa que literatura, es imposible que mi actividad laboral atraiga mi inter¨¦s; al contrario, m¨¢s bien puede sacarme por completo de quicio", escribi¨® all¨ª.
El mayor deseo. Otra anotaci¨®n de sus diarios sirve muy bien para entender su trayectoria: "Una vez, hace muchos a?os, me sent¨¦, sin duda bastante triste, en la ladera del Laurenziberg, y me puse a examinar lo que esperaba de la vida. El deseo m¨¢s importante o m¨¢s atractivo result¨® ser el de obtener una visi¨®n de la vida (y ¡ªcondici¨®n indispensable¡ª poder convencer de ella a los dem¨¢s por escrito) en la que la existencia mantuviese sus altibajos naturales, pero al mismo tiempo apareciera, con no menor claridad. Como una nada, como un sue?o, como algo flotante".
Misi¨®n cumplida. En una carta de 1904, Kafka le escribi¨® a un amigo: "Pienso que solo deber¨ªamos leer libros de los que muerden y pinchan". Y eso es, justamente, lo que logra en cada una de sus piezas.
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