Vivir del arte: ?vivir del aire?
Ofrecemos un fragmento del primer cap¨ªtulo del libro ¡®Ganarse la vida¡¯ Expertos dirigidos por Javier Gom¨¢ repasan c¨®mo subsisten los creadores La primera entrega versa sobre el arte
Pero ?cu¨¢ndo, c¨®mo y por qu¨¦ surgi¨® el arte? Todav¨ªa no hemos sido capaces de responder a esta pregunta de una forma concluyente. No lo podemos hacer, entre otras cosas, porque no podemos calificar como art¨ªstico todo objeto fabricado por el hombre sino solo el que carece de utilidad inmediata o identificable. En este sentido, cuando hablamos, por ejemplo, de arte prehist¨®rico, no incluimos en ¨¦l ¨Co solo de manera muy relativa¨C los objetos ¨²tiles, como el hacha de s¨ªlex, el hueso tallado como punz¨®n, la aguja para perforar y coser o, en fin, las vasijas de cer¨¢mica que sirven para contener y guardar un alimento. Para nosotros el arte prehist¨®rico por antonomasia lo constituyen la arquitectura megal¨ªtica, la escultura de figuras femeninas esteatop¨ªgicas o, por excelencia, la pintura rupestre parietal; es decir: nada que se parezca a un instrumento material, cuya forma muestre con evidencia su funci¨®n y utilidad.
Si nos referimos a las pinturas prehist¨®ricas, nos tenemos que remontar hasta unos 30.000 a?os antes de nuestra era, porque tal es la dataci¨®n que los especialistas han calculado para las m¨¢s antiguas conocidas, las de Chauvet, descubiertas cerca de Avignon no hace mucho m¨¢s de tres lustros. Las pinturas de Chauvet, como las de Altamira o Lascaux, nos conmocionan porque plantean, por primera vez, el fen¨®meno extraordinario de la representaci¨®n. El hombre en Chauvet no parece moverse por razones estrictamente utilitarias sino con el objetivo de dilucidar cu¨¢l es su posici¨®n en el universo, lo cual necesariamente le lleva a reflexionar sobre ello; esto es: el trabajo manual por medio de la representaci¨®n se convierte en pensamiento. F¨¦lix de Az¨²a, en su Autobiograf¨ªa sin vida, comenta el caso de Chauvet y afirma, con un tono oracular muy oportuno, que ya en el mismo momento en que se realizaron sus pinturas murales, a las que denomina ?im¨¢genes?, eran perfectas; es decir: que su nacimiento y su culminaci¨®n fue una acci¨®n ¨²nica, inseparable e insuperable.
Despu¨¦s de darle muchas vueltas al asunto, los prehistoriadores y antrop¨®logos se han inclinado por definir estas primeras im¨¢genes producidas por el hombre y la forma de pensamiento que representan como una intelecci¨®n m¨¢gica, t¨¦rmino que etimol¨®gicamente deriva del latino magicus y del griego magic¨®s, que significa ?hechicero?, pero t¨¦rmino asimismo que parece compartir la ra¨ªz con otros vocablos afines, como la del adverbio latino magis, equivalente a nuestro ?m¨¢s?, o los griegos m¨¢geiros (?cocinero?) o mayeutik¨®s (lo concerniente al ?parto?). No soy un fil¨®logo m¨ªnimamente autorizado, pero me da la impresi¨®n de que estas afinidades quiz¨¢s pueden desvelar que la ?magia? es algo as¨ª como sacar m¨¢s provecho a algo de lo que a primera vista aparenta, sea mediante una p¨®cima o cualquier otro tipo de encantamiento, de tal manera que se transforme en otro ser diferente sin por ello perder su naturaleza, como una maya (?madre?) mayea (del griego may¨®o: ?dar a luz?, ?pare?). Recu¨¦rdese al respecto la ?maye¨²tica? socr¨¢tica, esa t¨¦cnica para ayudar a iluminar ¨Cdar a luz¨C el pensamiento.
Por ¨²ltimo, el verbo griego mayomai, que significa ?desear con vehemencia?, ?buscar con ardor?, se une a este conjunto, aportando en este caso un matiz de otro vocablo usado antes, el de ?ganas? y su derivado ?ganancia?. Sean acertadas o no estas conjeturas, improvisadas sobre la marcha, estoy convencido de que lo m¨¢gico de estas representaciones prehist¨®ricas m¨¢gicas tiene que ver con la creencia de que cabe obtener un mayor poder sobre uno mismo y sobre el entorno que el derivado de su uso consuetudinario, de su mera utilidad pr¨¢ctica: un poder mental.
Por lo dem¨¢s, al margen de estas disquisiciones filol¨®gicas, hay otras de mayor calado y complejidad a la hora de establecer una separaci¨®n puntual y tajante entre lo ?¨²til? y lo ?in¨²til?, no solo para decantar su respectivo papel en el proceso cognitivo sino, sobre todo, para atribuirle un valor comparativo superior o inferior; y, no digamos, al referirnos al arte, a la hora de asignarle un sentido distintivo y superior por su capacidad m¨¢gica o por su inutilidad. Lo que s¨ª cabe afirmar es que hist¨®ricamente estas cualidades o defectos se han asociado al arte pr¨¢cticamente hasta la actualidad. En todo caso, como se puede apreciar, en cuanto afrontamos el sustantivo ?arte? empiezan los problemas y el escalar por las ramas m¨¢s rec¨®nditas. Pero ?c¨®mo eludirlo, incluso cuando se aborda desde una perspectiva tan a ras de tierra como es la de ?ganarse la vida en, con o del arte?, que parece reducirlo todo a lo econ¨®mico y lo social? Una forma de aterrizar tras este arriesgado vuelo es dar un salto desde estas primeras manifestaciones art¨ªsticas prehist¨®ricas, contaminadas por sus encantamientos m¨¢gicos, hasta la primera definici¨®n hist¨®rica del arte como tal, la de un arte que posee un objeto espec¨ªfico propio. Los inventores de esta nueva concepci¨®n del arte fueron los griegos, los cuales establecieron que la finalidad primordial del arte era la de producir belleza, que ellos interpretaron como la plasmaci¨®n material de un orden, un canon, esto es, de una estructura racional y mensurable. Esta idea de que el fundamento del arte est¨¢ ¨ªntimamente relacionado con la belleza perdur¨® en Occidente durante siglos, casi hasta nuestra revolucionaria ¨¦poca, durante la que no hemos sido todav¨ªa capaces de dar una definici¨®n alternativa al arte que no sea negativa, pues ?c¨®mo definir positivamente un arte basado en la libertad?
Es evidente que el concepto griego de arte abri¨® un nuevo horizonte para una pr¨¢ctica hasta entonces confundida o subrogada a poderes sobrenaturales, pero sin m¨¢s fundamento que el de la habilidad t¨¦cnica para facturar objetos, lo que limitaba el valor social de sus autores, cada vez m¨¢s artesanos que hechiceros o sacerdotes, o artesanos al servicio de estos o de quienes detentasen cualquier otro tipo de poder.
El nuevo horizonte cl¨¢sico enfatiz¨® el valor intelectual del arte, al considerarlo representaci¨®n de una idea, la de belleza, con lo que su pr¨¢ctica se alineaba con el resto de los saberes liberales, como la geometr¨ªa y la ret¨®rica, y c¨®mo a estos se le conced¨ªa la posibilidad de invenci¨®n, la facultad creadora por excelencia. No obstante, situ¨¢ndonos ya en el terreno que aqu¨ª nos interesa, el del estatus de los artistas, su papel social no dej¨® de ser ambiguo y pol¨¦mico, como trataremos de demostrar a trav¨¦s de un par de testimonios cl¨¢sicos grecolatinos que as¨ª lo corroboran. El primero es el que nos proporciona El sue?o o La vida de Luciano, una obra escrita por el autor griego Luciano de Samosata durante el siglo ii d.C. Se trata de una especie de relato autobiogr¨¢fico, un poco a medias entre lo real y lo ficticio, aunque, en cualquier caso, muy ilustrativo para lo que ahora estamos tratando.
Relata Luciano las vicisitudes que le asediaron durante su adolescencia, cuando deb¨ªa dirimir cu¨¢l iba a ser su futuro profesional. Sobrino de un escultor y, al parecer, dotado de cierta inclinaci¨®n para dibujar, decidi¨® entrar como aprendiz en el taller de su t¨ªo, el cual, al estropear Luciano la tablilla que deb¨ªa labrar, le injuri¨® y golpe¨®, provocando su desaliento y huida. Esa misma noche, a¨²n compungido por el fracaso y castigo, Luciano tiene un sue?o en el que se le aparecen dos mujeres, una de las cuales tiene el porte rudo, las manos callosas, viste descuidadamente y habla con dificultad; la otra, por el contrario, es hermosa y se expresa y se
comporta elegantemente: la primera se le presenta como la Escultura; la segunda, como la Ret¨®rica. Y, entre ellas, establecen un debate, cuyo objeto es inclinar la voluntad del joven escarmentado por una de las dos profesiones que respectivamente representan. La Escultura se dirige a Luciano y le dice lo siguiente:
[¡] Si quieres apartarte de las necedades y vaciedades de esta ¨Cse?alando a la Ret¨®rica¨C y seguirme y unirte a m¨ª, gozar¨¢s en primer t¨¦rmino de una buena alimentaci¨®n y tendr¨¢s fuertes hombros, desconocer¨¢s toda clase de envidia, no ir¨¢s jam¨¢s a tierras extra?as, abandonando a tu patria y a los tuyos, y no deber¨¢s tu fama a simples palabras. Y no te cause desagrado mi desali?ado aspecto y mi sucio atuendo, porque, con un comienzo igual, el c¨¦lebre Fidias hizo la estatua de Zeus, Policleto la de Hera, Mir¨®n fue alabado y Praxiteles admirado y todos ellos son ahora adorados como las estatuas de sus dioses.
Al terminar la Escultura su parlamento, la Ret¨®rica replica:
[...] Las ventajas que habr¨¢ de reportarte ser escultor, esta, la Escultura, acaba de enumerarlas. No ser¨¢s m¨¢s que un obrero que realice trabajos manuales, cifrando en esta labor toda la esperanza de tu sustento. Ser¨¢s un desconocido que generar¨¢ un mezquino e innoble salario, un ser de esp¨ªritu apocado, de escaso porvenir, incapaz de defender a sus amigos y de infundir temor a sus enemigos y de gozarse de la admiraci¨®n de sus conciudadanos. En suma, un simple obrero, uno del mont¨®n, inclinado siempre ante el poderoso y supeditado al h¨¢bil orador, llevando una vida de liebre y siempre a merced del m¨¢s fuerte. Siempre considerado un artesano, un obrero, un hombre que vive del trabajo de sus manos. V¨ªstete de sucia t¨²nica y toma el aspecto de un esclavo. Sost¨¦n en tus manos la palanca, el cincel, el martillo y el buril, arrastr¨¢ndote por el suelo, humill¨¢ndote en todos los aspectos, sin concebir un solo pensamiento digno de ser libre y noble.
Desde luego, no puede estar mejor planteado el conflicto entre ser un artista y lo que hoy llamar¨ªamos un escritor, un intelectual, un periodista o un pol¨ªtico, pero, por encima de todo, el conflicto entre un saber manual y mec¨¢nico frente a otro espiritual e inventivo. Con las debidas contextualizaciones, no podemos afirmar que este conflicto no nos siga concerniendo hoy, aunque siempre subsista la diferencia abismal entre una sociedad esclavista y otra democr¨¢tica¡±.
'Ganarse la vida en el arte, la literatura y la m¨²sica'. Javier Gom¨¢ Lanz¨®n (Dir.). Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de lectores. Barcelona 2012
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