Despertar americano en la Toscana
El palacio Strozzi re¨²ne a m¨¢s de 30 impresionistas que buscaron la luz de Italia
Eran americanos y ven¨ªan a descubrir la luz de sus or¨ªgenes. Desde 1865, fin de la guerra de Secesi¨®n, a 1915, inicio de la primera Guerra Mundial, una tropa de artistas estadounidenses desembarcaron en Florencia. Llegaron frescos, impetuosos, tras la estela europea de los m¨¢s c¨¦lebres, John Singer Sargent o William Merrit Chase, con la idea de estudiar sobre el terreno a los grandes maestros del pasado, pero se quedaron atrapados por el presente. ¡°Si pudiese escoger un regalo para ti¡±, escribi¨® la poeta Cora Fabbri, nacida en Estados Unidos, ¡°no elegir¨ªa la joya m¨¢s bella de oro y piedras preciosas, sino un d¨ªa toscano, que es una cosa tan dulce que ense?ar¨ªa a tu coraz¨®n a palpitar¡±. La muestra que recoge ese choque gozoso entre los j¨®venes artistas y la vieja Europa se llama Americanos en Florencia. Sargent y los impresionistas del Nuevo Mundo. Su celebraci¨®n en el palacio Strozzi coincide, como se encarga de recordar la secretaria de Estado Hillary Clinton, con el quinto centenario de la muerte de Am¨¦rico Vespucio.
Para hacerse una idea de la emoci¨®n que aquellos artistas sintieron al llegar a Florencia ¡ªalgunos directamente desde Estados Unidos y otros tras recalar en las escuelas de M¨®naco o Par¨ªs¡ª no hace falta leer el documentado cat¨¢logo de la exposici¨®n, ni siquiera hablar con sus comisarios ¡ªFrancesca Bardazzi y Carlo Sisi¡ª, ni apenas mirar la luz blanca de la Toscana que tan bien supieron capturar en sus cuadros el propio Sargent o Frederick Childe Hassam o Lilla Cabot Perry. Basta bajarse del tren de alta velocidad que llega a cada rato desde Roma ¡ªuna hora y media de viaje, 45 euros¡ª y pasear tranquilamente hasta el Palacio Strozzi en un d¨ªa de primavera adelantada. La ciudad, como entonces, sigue ofreciendo al visitante la majestuosidad de sus palacios y el misterio de sus callejones. En la voz de Isabel Archer, la protagonista de Retrato de una dama, de Henry James, vivir en Florencia es ¡°como tener continuamente pegada a la oreja una concha arrancada a los mares del pasado. Su rugido constante mantiene despierta la imaginaci¨®n¡±.
La muestra se centra en explorar la ciudad a trav¨¦s de las miradas de m¨¢s de 30 artistas entre los que sobresale Sargent. ¡°El m¨¢s famoso de los que se exponen¡±, explican los comisarios, ¡°pero tambi¨¦n son important¨ªsimas las obras de Vedder, Hassam o Frank Duveneckw, el pintor de Kentucky que, por su calidad y magnetismo personal arrastr¨® tras de s¨ª a un grupo de incondicionales, los Duveneck Boys. Otro de los asuntos que llama poderosamente la atenci¨®n, y que destacan los comisarios, es la presencia femenina en la muestra, en el papel de autoras y tambi¨¦n en el de motivo central de los cuadros. Las artistas ya emancipadas en Estados Unidos se encuentran al llegar a Florencia con la situaci¨®n, radicalmente opuesta, de las mujeres del viejo continente y muy especialmente de Italia. ¡°Hay que tener en cuenta¡±, subrayan los comisarios, ¡°que junto a Elizabeth Boott, Cecilia Beaux, Ernestine Fabbri o Mabel La Farge hay escritoras, periodistas o intelectuales que logran ser admitidas en la academia de Boston m¨¢s de dos d¨¦cadas antes que las academias de Par¨ªs o de Florencia las aceptaran¡±.
La exposici¨®n, abierta hasta el 15 de julio, coincide adem¨¢s en el tiempo y en el palacio Strozzi con American Dreamers. Realidad e imaginaci¨®n en el arte contempor¨¢neo americano. Doble motivo para subir en Roma a un tren de alta velocidad y, como los impresionistas del XIX, desembarcar un rato despu¨¦s en Florencia, esa concha arrancada a los mares del pasado.
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