¡°Los episodios violentos en Europa no vendr¨¢n con metralletas sino con leyes¡±
El escritor publica 'Aprender a rezar en la era de la t¨¦cnica' su cuarta y ¨²ltima novela Un retrato con im¨¢genes potent¨ªsimas de la sociedad de hoy
Gon?alo Tavares (Luanda, Angola, 1970), el nuevo nombre m¨¢s rutilante de las letras portuguesas, toma casi tantas notas como su entrevistador: liofiliza la pregunta en una o dos palabras-clave, las encierra en un c¨ªrculo y luego lanza por el folio un par de flechas hacia arriba o abajo que van a clavarse en rect¨¢ngulos vac¨ªos. ¡°A los 18 a?os casi estudio matem¨¢ticas puras, tengo pensamiento matem¨¢tico pero se me cruzan siempre im¨¢genes¡±, admite casi una hora despu¨¦s. Una de las que se le interpusieron fue, hace unos 10 a?os,"la de alguien que estaba rezando ante una inmensa maquinaria del siglo XVIII, un combate de boxeo entre el sonido de la oraci¨®n y el de la m¨¢quina". ?Y el trasunto? ¡°Un Padrenuestro se rezaba en sus or¨ªgenes ante cosas naturales y en cambio hoy ?c¨®mo lo hacemos frente a las m¨¢quinas, ante un paisaje artificial? Cambi¨® el paisaje pero las oraciones, sin embargo, no lo han hecho¡±. No, esa imagen no est¨¢ en Aprender a rezar en la era de la t¨¦cnica (Mondadori) su ¨²ltima novela y cuarta de un friso (Jerusal¨¦n fue la ¨²ltima aparecida en Espa?a) con la que pretende investigar la aparici¨®n del mal y la violencia en el hombre. Y a fe que lo consigue a partir de Lenz Buchmann, prestigios¨ªsimo cirujano que decide saltar a la pol¨ªtica para clavar el bistur¨ª en una sociedad que, piensa, crece mortalmente enferma. La novela, de cap¨ªtulos breves, estilo seco y frases afor¨ªsticas de alta carga de profundidad moral --tan densas como su rizada cabellera negra y su poblada barba-- da miedo por el fascinante retrato con im¨¢genes potent¨ªsimas que es, en el fondo, de la sociedad de hoy. Imposible no leerla con el l¨¢piz al lado. A pesar de ser una radiograf¨ªa n¨ªtida del pensamiento autoritario. Y que a veces, horror, hace dudar, y eso duele¡
Pregunta. La Iglesia parece uno de los grandes enemigos de su protagonista, por irracional e inmovilizante. ?Ahora no toca rezar?
Respuesta. S¨ª, la Iglesia, cualquiera de ellas, tiene que ver con lo paralizante, Dios como una m¨¢quina de otros siglo, una luz de petr¨®leo superada por la electricidad. Es un aspecto del miedo que conduce a la inmovilidad, que es de lo que trata el libro y lo que vivimos hoy.
P. ?Bajo qu¨¦ formato?
R. Hay un miedo que es el de la liebre que ve al cazador y huye, algo l¨®gico, sensato; pero existe un segundo miedo y es cuando la liebre ha empezado a correr y ya no sabe d¨®nde est¨¢ el cazador: lo intuye, pero no lo sabe, siente que anda por ah¨ª, y ese miedo difuso genera un movimiento casi circular, loco, que no deja de ser una forma de inmovilidad. Lenz quiere provocar ese segundo miedo con su pol¨ªtica muy cercana al fascismo.
P. ?Es el miedo que vivimos hoy?
R. Hay un personaje de un cuento de Andersen que dice algo as¨ª como: ¡°Me pidieron que rezara pero s¨®lo me acordaba de las tablas de multiplicar¡±. Ese, para m¨ª, es uno de los conflictos esenciales del siglo XXI: la gente que s¨®lo consigue pensar en las tablas o que s¨®lo puede rezar; olvidamos, tener mala memoria es siempre olvidar algo y ese ha sido uno de los males del siglo pasado; no creo que un creyente sea superior a otros o que yo sea m¨¢s l¨²cido que ellos; cuando veo a uno siempre pienso que tiene algo que yo no tengo, pero tampoco hay que incorporarlo ciegamente; lo que no me fascina nada es la Iglesia, que se ha convertido, y quiz¨¢ ese es su mal, en una instituci¨®n como cualquier otra, con sus crisis internas, su burocracia y su gente buena pero tambi¨¦n muy mala.
P. La sociedad reflejada en su libro es como los vagabundos que enfermizamente maltrata el protagonista al invitarlos a su casa: aguantan vejaciones y est¨¢n satisfechos con observar y callar a cambio de comer y de dinero. ¡°La sociedad es una decadencia que no descansa¡±, dice Lenz¡
R. Europa ha comido tanta carne que ha perdido su instinto cazador y est¨¢ menos rabiosa por hacer algo; la comodidad tambi¨¦n conlleva consecuencias negativas, como una cierta pereza; deber¨ªa haber un mayor equilibrio hoy entre el deseo, la satisfacci¨®n y un ligero hambre en lo material y lo espiritual. El problema es que ahora ha crecido la insatisfacci¨®n material y esto se va a convertir en una situaci¨®n extra?a y peligrosa.
P. Por la crisis econ¨®mica¡
R. Una crisis econ¨®mica tan profunda y larga preanuncia siempre una dictadura. Cuando una persona dice que lleva cinco a?os en el paro es una frase que nos desarma, es casi una disculpa; es dif¨ªcil recriminar a alguien de algo si tiene unas necesidades b¨¢sicas no satisfechas; cuando llevas tres, cuatro o cinco a?os sin trabajo, los l¨ªmites ¨¦ticos van cayendo por m¨¢s buena formaci¨®n ¨¦tica que tengamos. La moral tiene que ver tambi¨¦n con lo material; es tr¨¢gico decirlo pero es as¨ª: cuando estamos satisfechos es f¨¢cil ser ¨¦tico; cuando no, aparece una segunda moral y nadie de nosotros sabemos qu¨¦ har¨ªamos instalados en esa segunda moral.
P. La novela parece ambientada en la Europa de entreguerras que, por paro, crisis y miedos, igual es un escenario no tan lejano¡
R. No quiero exagerar pero hoy estamos haciendo unas fotos muy iguales a las de 1937 y 1938 pero en color en vez de blanco y negro y al ser as¨ª nos creemos que no es la misma imagen, somos muy infantiles en eso. Ser¨ªa irracional pensar que podemos caer en lo de 1940 pero no est¨¢ de m¨¢s recordar que Hitler acab¨® llegando al poder por un proceso inicialmente democr¨¢tico; tenemos el misticismo de que entr¨® con una ametralladora al poder, pero no fue as¨ª¡ Los episodios violentos en Europa no vendr¨¢n con metralletas sino con leyes; percibimos la ley como si fuera la escritura de la bondad, del bien ¨¦tico y en cambio es la codificaci¨®n de la mayor¨ªa democr¨¢tica, pero si esta mayor¨ªa no es del todo o cada vez menos democr¨¢tica¡ La ley est¨¢ al servicio del bien y del mal.
P. No asuste¡
R. Ninguna ley es expl¨ªcitamente violenta de inicio, lo que est¨¢ ocurriendo es que peque?as leyes van lijando los derechos humanos; aceptamos un peque?o dolor y los asumimos, desaparece y ya podemos aceptar un peque?o dolor mayor; hoy, en Europa aceptamos leyes laborales que hace cinco a?os habr¨ªan sido impensables, con despidos casi sin derechos; los derechos humanos, ante la presi¨®n econ¨®mica, van desapareciendo pelda?o a pelda?o; en los hospitales p¨²blicos se miran los costes de los enfermos, como Hitler hac¨ªa en sus discursos contables, donde cuantificaba el coste de un alumno normal y de otro sordomudo; eso es el paradigma de la violencia contable, el preanuncio de algo peligroso¡ Empezamos a no estar lejos de la contabilidad nazi.
P. La tentaci¨®n mesi¨¢nica o populista es muy grande, como ocurre en Aprender a rezar¡
R. El perdido o el n¨¢ufrago quiere ser salvado¡ y, claro, siempre aparece un salvador. El problema es que alguien quiera ser salvado y en Europa cada vez hay m¨¢s gente que quiere serlo: el n¨²mero de n¨¢ufragos ha aumentado exponencialmente en los ¨²ltimos tres a?os.
P. En su libro los pol¨ªticos juegan a crear un c¨®ctel entre miedo y velocidad muy inquietante.
R. ?C¨®mo se hace hoy la censura en Europa? No ocultando nada sino con la velocidad: r¨¢pidamente una noticia importante es sepultada por otra y por otra y en cinco minutos una decena de noticias banales est¨¢n encima de la esencial y estructural, que ser¨¢ digerida en dos horas cuando necesitar¨ªa dos a?os; la velocidad es un censura inconsciente. Hay que parar a reflexionar pero parar es visto, hoy, como algo negativo, como no estar al ritmo de los tiempos.
P. ?Su obra son novelas ensay¨ªsticas o ensayos novelados?
R. Para m¨ª, pensar y contar historias es el mismo mundo, no dos de separados; no me interesa explicar s¨®lo una historia sin m¨¢s sino que ¨¦sta lleve a la reflexi¨®n al lector; cada vez son m¨¢s raros los espacios para pensar y para mi la lectura es un mundo de lentitud ideal para ello; no rechazo el placer, el ciclo de novelas m¨ªas de Barrio [El se?or Val¨¦ry; El se?or Brecht¡] ya responde en parte a eso, si bien yo busco m¨¢s al relector que al lector.
P. Pero a ambos le gusta zarandearles.
R. Un libro no puede dar el mismo placer que contemplar un paisaje muy bonito, quiero que mis libros den cierto placer al ser le¨ªdos, pero tambi¨¦n que generen una ligera resistencia, cierto dolor al lector, que creen inquietud, que irriten, que alguna frase le aburra o que otra le obligue a pensar en ella un buen rato y deba volver al d¨ªa siguiente o meses m¨¢s tarde, que se vea impelido a coger un l¨¢piz y participar en su mundo subrayando, redondeando, como hago yo mismo como lector.
P. ?Y ese estilo tan condensado, casi fr¨ªo y telegr¨¢fico?
R. El escritor debe ser delicado con el lector, no hacerle perder el tiempo y eso va desde la estructura a la tensi¨®n de las frases, que no quiero explicativas. Los adjetivos explican de forma paternalista, no me gustan; me gustan las palabras b¨¢sicas: andar, mandar, pan, mesa, palabras b¨ªblicas, simples, pero a la vez asertivas; busco una exactitud que cause perplejidad y diferentes lecturas.
P. Est¨¢ traducido en 45 pa¨ªses, tiene m¨¢s de una veintena de obras publicadas y un mont¨®n en el caj¨®n. No salen las cuentas¡
R. Cuando me siento apenas tengo cuatro o cinco palabras y una imagen en la cabeza y escribo cuatro o cinco horas seguidas, sin pensar casi, de forma instintiva. La mayor¨ªa de las veces esa imagen no ha salido ni descrita, act¨²a casi como un espejismo. Y lo dejo. En una segunda fase, de la que pueden pasar a?os, releo y corto tranquilamente dos terceras partes y modelo y hay cambios de posici¨®n. Por eso tardo tanto... Aprender a rezar¡ la acab¨¦, creo en 2002 o 2003¡
P. ?Por qu¨¦ tarda tanto?
R. Escrib¨ª much¨ªsimo entre mis 18 y 30 a?os y me propuse no publicar antes de esa edad hasta no sentirme completamente seguro de que estaba haciendo algo s¨®lido. Lo he planteado a imagen del oficio de mi padre, constructor. Yo sacaba fotos del proceso de construcci¨®n de sus casas: lo primero que ¨¦l hac¨ªa era cavar un agujero bien grande y hondo y el edificio iba creciendo hasta 20 metros¡ ?hacia abajo! y a los seis meses apenas estaba a ras de suelo y entonces empezaba a subir. A mis 31 a?os sent¨ª que estaba a mi nivel cero de escritura y que a partir de ah¨ª pod¨ªa subir mi edificio para que, cuando venga el viento, no caiga.
Babelia
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