Sin piedad, la sinraz¨®n
C(h)oeurs es el apogeo cursi de la ropa de mercadillo, una loa a la est¨¦tica pobre muy de los a?os ochenta del siglo pasado
Una vez hemos terminado de epatar a los burgueses, ahora hay que aniquilar al resto del venerable, neutralizar al espectador, sea el que sea: eso parecen querer los de esta infeliz idea. La experiencia de una masa coral con bailarines es antigua; para ce?irnos a los tiempos presentes, citemos a Tetley, B¨¦jart, Millos, y sin apurar mucho el concepto, Bausch. Todos ellos core¨®grafos verdaderos, que en ning¨²n momento osar¨ªan engatusar. Alain Platel es un imitador de tendencias, un seguidor trasnochado de algo as¨ª como el hippismo con presupuestos de ¨®pera, amante del esc¨¢ndalo y la provocaci¨®n, y a¨²n se me oculta, tras ver varias creaciones suyas (a cual peor), qu¨¦ ven en el belga programadores de festivales, directores de teatros y un min¨²sculo y reducido sector de la cr¨ªtica franc¨®fona. Su ¨¦xito relativo es un enigma, y un bochorno.
Ya en lo estrictamente pl¨¢stico, C(h)oeurs es el apogeo cursi de la ropa de mercadillo, una loa a la est¨¦tica pobre muy de los a?os ochenta del siglo pasado, como su pretendida ideolog¨ªa de pancarta. El planteamiento din¨¢mico es superficial, rid¨ªculo, esnobista y con un lamentable fondo sat¨ªrico sobre la m¨²sica (que es sagrada) y que roza lo obsceno.
A un cr¨ªtico le son¨® el m¨®vil, y a partir de all¨ª, se desencaden¨® el pateo, los gritos de ?basura! y ?fuera!, las risas y el goteo de deserciones. La sensaci¨®n de gratuidad es may¨²scula, sin piedad, pero tambi¨¦n sin raz¨®n de ser: la sinraz¨®n en todo su esplendor. De ah¨ª a la frustraci¨®n y se llega a lo inadmisible. No hay nada novedoso o medularmente experimental en esta indignante m¨¢s que indignada representaci¨®n repleta de palabrer¨ªa, a la que se debe catalogar de oportunista en la manera de citar la crisis global y otros dramas contempor¨¢neos en una especie de ensalada puramente efectista.
Los 10 artistas de danza se contorsionan entre el baile de San Vito y la atracci¨®n de feria; tambi¨¦n hacen algunas variantes del pino y la grulla, pero mucho m¨¢s el pavo. Siempre hab¨ªa algo perverso cuando la tropa se pon¨ªa trascendente hasta reducir a t¨®picos sin sentido cosas que en otro contexto ser¨ªan importantes, tendr¨ªan un valor.
Si los abucheos a Platel en la ?pera Garnier por su obra Wolf en 2005 (un encargo de Mortier en 2003 para la Ruhr Triennale) significaron el principio de unas t¨®rridas relaciones con el p¨²blico parisiense y el ballet, C(h)oeurs no se quedar¨¢ atr¨¢s. Esto del Real ha sido todo lo lamentable y triste que puede ser. ?Y si el espectador prueba a abstraerse en la m¨²sica? ?Imposible! Platel deliberadamente y con sa?a, lo impide. Y ese era el ¨²nico refugio de la velada. Falt¨® La Internacional, pero esa ya la bail¨® Isadora Duncan hace casi un siglo.
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