El hombre que miraba con las manos atr¨¢s
Francisco Ayala vuelve a las librer¨ªas y a Buenos Aires en sus obras completas y en sus textos period¨ªsticos
Francisco Ayala era el hombre tranquilo de la literatura; ten¨ªa una mirada en la que alternaba la iron¨ªa con la travesura. Su hermano Vicente, que ahora tiene 100 a?os y vive en Buenos Aires, dice que su hermano mayor (Francisco muri¨® a los 103 a?os en 2010) era un lector empedernido, mientras que ¨¦l era un holgaz¨¢n¡ En todo caso, Ayala era un lector, pero sobre todo era un observador de la vida, un hombre que lo miraba todo y que iba por el mundo, observando, siempre con las manos atr¨¢s.
As¨ª vivi¨® en Espa?a, y luego en el exilio de Buenos Aires y de Puerto Rico, para regresar a su pa¨ªs cuando vio que por fin se iba atenuando ese color ala de mosca que tuvo su patria en el franquismo. Ayer se record¨® la figura total de Ayala (narrador, articulista, columnista pol¨ªtico, ciudadano enfadado con esto y aquello) en dos actos que cubrieron la jornada de Madrid como en una marat¨®n Ayala. En el primero, celebrado por la ma?ana en el C¨ªrculo de Lectores, la viuda del escritor, Carolyn Richmond, estuvo acompa?ada por el director de la Academia, Jos¨¦ Manuel Blecua, en la presentaci¨®n del primer tomo de Obras Completas que ella ha preparado y ha prologado, y que edita Galaxia con el C¨ªrculo de Lectores. Es un tomo de una solidez extraordinaria para aquellos que, no habiendo le¨ªdo a Ayala, cumplen con el consejo que el acad¨¦mico y Carolyn le dan a los nuevos lectores: por respeto y por cultura, ac¨¦rquense a ¨¦l. En ese tomo hay muchas maneras de avanzar en el conocimiento del autor granadino. Este es el ramillete de las obras que ocupan las 1500 p¨¢ginas de ese volumen: Tragicomedia de un hombre sin esp¨ªritu, Historia de un amanecer, El boxeador y un ¨¢ngel, Los usurpadores, La cabeza del cordero, Historia de macacos, Muertes de perro, El fondo del vaso, El jard¨ªn de las delicias, La ni?a de oro y otros relatos¡ Si al cronista se le permite (tambi¨¦n) un consejo, yo abrir¨ªa el libro por El jard¨ªn de las delicias.
Eso fue por la ma?ana. Por la tarde (de 19.30 a 21.30) estuve en el regreso virtual de Ayala a Buenos Aires. All¨ª estuvo en 1936, dando una conferencia. De all¨ª regres¨® a Espa?a, donde ya hab¨ªa comenzado la guerra civil, y estuvo ayudando (por Europa) al Gobierno republicano, cuya causa (¡°¨¦l lo sab¨ªa¡±, lo cont¨® Richmond) estuvo perdida desde el principio de la contienda. En aquella fugaz estancia boanerense Ayala adquiri¨® la misma pasi¨®n argentina que contagi¨® a Unamuno, a P¨¦rez de Ayala, a Ram¨®n G¨®mez de la Serna, a Ortega y Gasset¡ As¨ª que cuando tuvo que exiliarse eligi¨® ese destino para pasar sus restantes d¨ªas en la tierra, hasta que aqu¨ª se diluyera el color de ala de mosca¡ Fue un tiempo muy fruct¨ªfero para ¨¦l, pues all¨ª escribi¨® algunas de sus mejores obras (como record¨® en un art¨ªculo de 1999 el siempre recordado Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez). Y no s¨®lo eso, consolid¨® una excelente relaci¨®n con el diario La Naci¨®n, cuyas p¨¢ginas culturales y de Opini¨®n (como m¨¢s adelante hizo EL PA?S) acogieron abundantes muestras de la capacidad de observaci¨®n literaria y pol¨ªtica del autor de Recuerdos y olvidos.
Esa colaboraci¨®n sistem¨¢tica en La Naci¨®n de Buenos Aires nunca hab¨ªa sido recogida por Ayala. Porque se le extraviaron los art¨ªculos, seguramente, cont¨® Carolyn Richmond en el acto en el que se dio noticia de esa restituci¨®n. Hizo falta que una profesora y editora de alta reputaci¨®n, la argentina Irma Emiliozzi, se sentara muchos d¨ªas y semanas y meses e incluso a?os en los archivos de papel del ilustre peri¨®dico argentino para devolver a la vida escrita esos textos de Ayala, que son abundantes y diversos, desde Thomas Mann como figura a los pa¨ªses ¨¢rabes como conflicto (a los que Ayala fue cuando no se pod¨ªan vislumbrar los conflictos de hoy, pero ¨¦l los adelant¨®, cont¨® Carolyn).
Esos textos de Ayala han sido publicados ahora en un solo volumen por Pre-Textos. Y ¨¦ste se present¨® en la sala Cervantes de la Casa de Am¨¦rica con la participaci¨®n de la ant¨®loga, de la viuda del escritor y de Fernando Rodr¨ªguez Lafuente, que hizo un recorrido exhaustivo por la biograf¨ªa bonaerense de Ayala, desde aquella primera incursi¨®n de 1936 (en la que, en La Naci¨®n precisamente, deplor¨® la decr¨¦pita situaci¨®n literaria espa?ola) hasta su cambio de rumbo, a Puerto Rico. Por la obra de Ayala, y por el recuento que aparece en el libro y al que aludieron tanto Richmond, Lafuente como Emiliozzi, es evidente que para el autor Buenos Aires fue mucho m¨¢s que una estancia, fue un golpe en el alma, un inolvidable reconstituyente de un esp¨ªritu que se aliment¨® mirando. Y leyendo. Cuando acabaron de hablar los sucesivos intervinientes, la Fundaci¨®n Francisco Ayala exhibi¨® una entrevista muy suculenta, y muy divertida, con Vicente, el librero hermano menor de Ayala, que sigue viviendo, y riendo con socarrona iron¨ªa, en su librer¨ªa de Buenos Aires¡ Anot¨¦ esto de lo que le escuch¨¦ decir en la pantalla: ¡°La vida es as¨ª y uno no la puede cambiar¡±. Se refer¨ªa al d¨ªa en que recibi¨® la noticia de la muerte de Francisco, cuando se la dio Carolyn desde Madrid.
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