Turner y el eco de Claudio de Lorena
Una exposici¨®n en la National Gallery de Londres aborda la influencia del pintor franc¨¦s en el brit¨¢nico
Narciso est¨¢ reclinado sobre su reflejo en el lago. Escondidas entre el abundante y fresco follaje hay dos ninfas que lo observan. Una de ellas es Eco, rechazada por ¨¦l como amante y condenada por ello a repetir eternamente la ¨²ltima palabra que escuchara. Esta escena del cuadro de Claudio de Lorena (1604-1682), pintado en 1644, inspir¨® a Joseph Mallord William Turner, 160 a?os despu¨¦s, una versi¨®n de composici¨®n y tema semejante. Ambos cuadros abren el recorrido de la exposici¨®n Turner inspired: in the light of Claude, en la National Gallery de Londres, que propone un contrapunto entre los dos pintores. El franc¨¦s, considerado el fundador del paisaje moderno, causaba furor entre los coleccionistas brit¨¢nicos a finales del siglo XVII y principios del XIX. Turner (Londres, 1775) empezaba su ascenso y se enfrentaba a admiradores y detractores. De su Narciso y Eco dir¨ªa la cr¨ªtica que la vegetaci¨®n parec¨ªan ¡°verduras demasiado cocidas¡±. Y no les faltaba raz¨®n. Por entonces se esforzaba por igualar a Claude, como lo llamaban los ingleses. Cuentan sus bi¨®grafos que la primera vez que vio una obra del maestro, concretamente Puerto con el embarque de la reina de Saba, el joven Turner ¡°estuvo extra?o, agitado y rompi¨® a llorar¡±. Cuando le preguntaron por qu¨¦ se emocionaba de esa manera, respondi¨®: ¡°Porque nunca ser¨¦ capaz de pintar algo semejante¡±. Y lo intent¨®, lo intent¨® toda su vida. La soltura radical que consigui¨® al final Turner en sus paisajes termin¨® por revolucionar la pintura de su siglo. Pero, ?qu¨¦ fue lo que aprendi¨® de Claude?
¡°Fue una relaci¨®n complicada, competitiva y admirativa¡±, explica Ian Warrell, conservador de arte brit¨¢nico de los siglos XVIII y XIX de la Tate Britain, uno de los dos comisarios de la muestra. ¡°Claude era el artista m¨¢s representado en la National Gallery en la ¨¦poca de su fundaci¨®n, en 1824, una colecci¨®n formada por donaciones privadas¡±. Los brit¨¢nicos han sido siempre amantes del paisaje y parece que los arist¨®cratas nunca ten¨ªan suficientes en sus colecciones. Encargaban a los j¨®venes pintores m¨¢s cuadros para que ¡°acompa?aran¡± sus claudes, dominados por temas de raigambre hist¨®rica o alegor¨ªas mitol¨®gicas. Turner fue uno de ellos.
La exposici¨®n se desarrolla en orden cronol¨®gico para observar la evoluci¨®n de esa relaci¨®n y el camino que fue siguiendo m¨¢s adelante Turner por si solo. ¡°Le interesaba sobre todo la composici¨®n de los cuadros de Claude, con el sol al centro y los efectos de la iluminaci¨®n atmosf¨¦rica, los ¨¢rboles, rocas, cataratas u otros elementos actuando como marco escenogr¨¢fico¡±, se?ala Susan Foister, de la National Gallery. Pintar paisajes implica viajar. Mientras se desarrollaron las guerras napole¨®nicas no era seguro pasar al continente, por lo que deambul¨® intensamente por Inglaterra. ¡°Como Claude representaba tierras italianas o francesas, Turner imitaba en la lejan¨ªa esas tierras extranjeras mientras en primer plano representaba los entornos familiares¡±, a?ade Foister. Pero apenas pudo ¨Cen 1819- fue a Italia, escenario de sus ficciones pict¨®ricas, y permaneci¨® un a?o yendo de un lugar a otro. A lo largo de las siguientes tres d¨¦cadas no dej¨® de desplazarse a trav¨¦s de Francia, Alemania, Suiza, Dinamarca, Luxemburgo y, por supuesto, Italia, adem¨¢s de continuar sus periplos por Inglaterra y Escocia. Pint¨® centenares de obras, miles de dibujos y acuarelas. Escap¨® al rigor del realismo y anticip¨® las claves del impresionismo.
Turner creci¨®, super¨® al maestro. Pero en su interior segu¨ªa unido a ¨¦l como si sufriera una condena de los dioses. La competencia interna con Claude lo llev¨® a reservar para s¨ª algunos de sus lienzos m¨¢s ambiciosos en ese interminable enfrentamiento interno. Su objetivo era perpetuar ese efecto de eco hasta la eternidad. Por eso fij¨® muy pronto en su testamente que donar¨ªa a la naci¨®n una cantidad de sus obras, pero reserv¨¢ndose la condici¨®n de que dos de ellas ¨CDido construye Cartago (1815) y Salida del sol a trav¨¦s de la bruna: pescadores limpiando y vendiendo pescado (anterior a 1870)- se colgaran en una sala a lado de dos de Claude: El puerto (bautizada por Turner como Puerto con el embarque de la reina de Saba, 1648) y El molino (Paisaje con la boda de Isaac y Rebeca, 1648) para simpre. Turner muri¨® en 1851 y los pleitos por su legado entre sus herederos y entre las instituciones brit¨¢nicas fue un embrollo de dif¨ªcil soluci¨®n. Finalmente, desde 1968, cuelgan juntos en la sala 15 de la National Gallery estos cuatro cuadros, que temporalmente forman parte de esta exposici¨®n. Narciso y Eco se funden as¨ª en un solo reflejo.
Babelia
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