El profesor que siempre sonre¨ªa
¡°Bienvenidos a literatura portuguesa y brasile?a¡±. Antonio Tabucchi acababa de abrir la puerta de una de las clases de la Facultad de Letras de la Universidad de Siena. Era el 15 de marzo de 2004. El autor de Sostiene Pereira, el primer libro que le¨ª en italiano a?os antes de estudiar en la ciudad toscana, se sent¨® sobre la mesa destinada al profesor. Vest¨ªa su eterna chaqueta negra, que nunca dej¨® de lucir en los cuatro meses que dur¨® el curso. Y su enigm¨¢tica sonrisa y su gesto dulce. Era Tabucchi, el maestro, que nos hizo olvidar desde el primer d¨ªa que su nombre abarrotaba las librer¨ªas italianas.
Solo un pu?ado de estudiantes acud¨ªamos a sus clases. Ning¨²n cartel anunciaba su curso en las paredes de la facultad, como hab¨ªa imaginado que suceder¨ªa cuando lo descubr¨ª en el elenco de materias de literatura que ofertaba la universidad. Y salvo cuatro espa?oles, que nos inscribimos en su clase por tratarse de Tabucchi, para el resto de estudiantes era una asignatura m¨¢s de la carrera.
Tabucchi empez¨® hablando de Fernando Pessoa. Y nunca dej¨® de hablar de ¨¦l en cuatro meses. ¡°Hasta su muerte vivi¨® con tres personajes: Ricardo Reig, ?lvaro de Campos y Bernardo Soares¡±, escribo en la primera hoja del cuaderno que utilic¨¦ en sus clases y que ayer rescat¨¦ al conocer la noticia de su muerte. Eran tres de los heter¨®nimos del escritor portugu¨¦s -¡°Soares es m¨¢s bien un semiheter¨®nimo¡±, aclar¨®-. Los defin¨ªa como ¡°los otros de Pessoa¡± y elogiaba con entusiasmo la capacidad del escritor portugu¨¦s ¡°para escribir como si fuera otro autor¡±, con otro estilo, ¡°del clasicismo m¨¢s buc¨®lico al futurismo m¨¢s extremo¡±.
Aunque Bernardo Soares, el protagonista del Libro del desasosiego, era sin duda su preferido. Para Tabucchi era ¡°el libro de la vida de Pessoa¡±, ¡°el libro de las cosas peque?as, m¨¢s banales y que, sin embargo, son las m¨¢s importantes¡±. Y lamentaba profundamente no haber encontrado un t¨¦rmino italiano para la palabra ¡°desasosiego¡±. ?l, que era el traductor de Pessoa en Italia, tuvo que conformarse con Il libro dell¡¯Inquietudine (El libro de la inquietud), que, seg¨²n confes¨®, no significaba exactamente ¡°desasosiego¡±. Quiz¨¢s por ello, se esforz¨® en su primera lecci¨®n sobre Soares en explicar qu¨¦ quer¨ªa decir ¡°desasosiego¡±, como contraposici¨®n a ¡°tranquilidad y quietud¡±.
Pero Tabucchi adoraba tambi¨¦n las clases pr¨¢cticas y el an¨¢lisis literario. Fue el poema de Jesucristo ni?o, de Alberto Caeiro, uno de los heter¨®nimos de Pessoa, el primero que nos propuso. Con un suave y sosegado acento florentino, Tabucchi le¨ªa la poes¨ªa del ni?o Jes¨²s que descendi¨® a la tierra porque ¡°se hab¨ªa escapado del cielo¡±. ¡°Me lo ha ense?ado todo / me ha ense?ado a mirar las cosas / me se?ala lo que hay en las flores / me muestra la belleza de las piedras [¡] / Me habla muy mal de Dios / dice que es un viejo est¨²pido y enfermo que siempre escupe en el suelo¡±, recitaba Tabucchi.
Tambi¨¦n le¨ªamos los alumnos. Y correg¨ªa en ocasiones la pronunciaci¨®n en portugu¨¦s. Nunca nos examin¨®, dej¨® los ex¨¢menes en manos de su asistente. Y nunca habl¨® de sus propios libros, ni siquiera de Tristano Muore, que se acababa de publicar cuando comenz¨® el curso. Era el Tabucchi maestro, que respond¨ªa con una sonrisa a los saludos en los pasillos de la facultad.
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